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¡Estemos de acuerdo en estar en desacuerdo! / De tu lado con Álex
¿Será que por evitar hablar de los temas sensibles perdemos la oportunidad de aprender a discutir?
Los comportamientos tóxicos en la familia quiebran la convivencia sana entre sus . Foto: 123rf
En las normas de etiqueta, una de las más reiterativas y claras es que no se debe hablar de política, religión ni de aficiones deportivas en las primeras citas, en cocteles ni en reuniones de trabajo. Incluso, cuando las grandes familias acostumbraban a comer reunidas se decía que era mala educación mencionar estos temas en la mesa por ser tan calientes y espinosos que podrían disparar emociones pasionales y conflictivas. Era preferible evitarlos, ya que tenían el potencial de sacar la fiera que probablemente teníamos adentro.
Sin duda, tiene toda la lógica del mundo que evitemos hablar de cualquier temática que podría generar conflicto con alguien a quien acabamos de conocer o generar malestar en un ambiente ameno.
Pero hoy les pregunto: ¿no será que todo este tiempo nos hemos enfocado en el tema de una manera equivocada? ¿No será que por enseñarnos a evitar hablar de los temas sensibles nos hemos perdido de la oportunidad de aprender a discutir con altura, tolerancia y tacto?
Mediante una llamada el esposo le dio la noticia, sin embargo, no le dio el nombre del familiar que había muerto. Foto:iStock
Al haber evitado la posibilidad de tener estas discusiones en ambientes sociales, nos han adoctrinado que solo hay dos maneras de expresar nuestras convicciones: con insultos agresivos o con el silencio. No hemos aprendido que podemos esbozar nuestras opiniones de una manera decente, con argumentos sólidos, sin menospreciar a nadie ni sintiéndonos menos por tener opiniones contradictorias.
Recientemente he escuchado de demasiados casos de amistades estrechas o relaciones familiares que se han quebrantado por diferencias radicales en las elecciones presidenciales pasadas.
Personas “inteligentes” que decidieron que en vez de debatir sus posiciones de una manera civilizada y en calma prefirieron cortar a una persona totalmente de sus vidas. No aguantaron que una persona allegada pudiera pensar y actuar de una manera distinta a ellas.
¿Dónde queda nuestra compasión por el otro? ¿Dónde queda el respeto por la individualidad de otra persona? Hay un refrán que me encanta que dice: “No puedes juzgar mi camino hasta que no hayas caminado en mis zapatos”.
Es imposible saber cuál ha sido el camino recorrido por alguien si nos rehusamos a escuchar atentamente e intentar entender su punto de vista.
En últimas, podemos concluir estar de acuerdo en seguir en desacuerdo, pero por lo menos nos dimos la posibilidad de abrirnos a escuchar al otro con la misma atención que ojalá ellos nos brinden a nosotros.
Cada día hay más temas ‘sensibles’ y debatibles en nuestra sociedad y cada día nos volvemos más apasionados y tenemos más medios para defender nuestras convicciones, pero ¡si no aprendemos a discutir con altura, vamos a terminar perdiendo todos la razón.