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Justificamos el fin, aunque el medio no sea ético o correcto
Les quiero contar una anécdota maravillosa que leí recientemente. En una plaza de mercado, un señor bastante mayor tenía un puesto de melones, en el que destacaba un aviso que decía: ‘Un melón por $ 9.000. Tres melones por $ 30.000’. Un joven llegó a comprar un melón, pero cuando vio el aviso, y creyéndose el más sagaz, decidió comprar un melón a la vez, hasta llevarse los tres por 27.000 pesos.
La alcaldía de Medellín lanzó la Semana de las Personas Mayores donde se beneficiaran aproximadamente 25.000 adultos mayores. Foto:Esneyder Gutiérrez. Para EL TIEMPO
Sintiéndose el rey del mundo, le dijo al dueño del puesto: “A usted, definitivamente, le faltaron unas clases de mercadeo. Compré tres melones por 3.000 pesos menos de lo que usted pedía”. El señor, ya avanzado en años, ni siquiera parpadeó cuando le respondió al joven: “Al que todavía le faltan clases de mercadeo es a usted, porque le acabo de vender tres melones cuando solo vino por uno”.
Me encantó este cuento, porque es un reflejo fiel de la naturaleza humana. En primer lugar, hemos glorificado la famosa malicia indígena, nos regimos por frases como ‘el vivo vive del bobo’, y siempre estamos buscando la manera de demostrarlo. Quizá por eso nos falta tanta profundidad al actuar, hablar y pensar.
Ensalzamos a quien hace trampa, pues a la larga obtiene los mejores beneficios. Justificamos el fin, aunque el medio no sea ético o correcto. En el caso de este joven, su objetivo no era comprar más melones; de alguna manera solo quiso ‘beneficiarse’ de lo que consideraba era un error del vendedor. Habría podido cuestionarle la razón de los precios, pero prefirió alardear de su astucia al sacar ventaja de la aparente ignorancia del señor mayor.
¿Qué más me recuerda esta historia? Que hoy en día le rendimos culto a la juventud y olvidamos la fuente inagotable de sabiduría que son los mayores. Nuestra sociedad suele castigar a la tercera edad con indiferencia, en vez de nutrirse de sus conocimientos. Creemos que porque alguien es mayor, indiscutiblemente debe ser menos inteligente o sagaz. Juramos que avanzar en edad es sinónimo de ser ingenuo o hasta ‘gaga’.
Creo que la mayoría de las veces es lo contrario. Este cuento corto me recuerda cómo exaltamos más al vivo que al sabio y cómo rendimos más pleitesía al joven que al mayor. Por eso, es hora de hacer un alto y reivindicar el valioso papel de los adultos mayores en nuestra sociedad, poniendo en práctica su valioso legado.