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‘Nuestro cuerpo no es un buzón de sugerencias’

Brenda Mato es una activista por la diversidad corporal y modelo ‘plus size’. 

Mato (33 años), lideró la Ley de Talles en Argentina, que le exigió al Estado crear su propia tabla de tallas basados en los cuerpos argentinos.

Mato (33 años), lideró la Ley de Talles en Argentina, que le exigió al Estado crear su propia tabla de tallas basados en los cuerpos argentinos. Foto: Cecilia Miranda

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Su relación con las dietas comenzó cuando apenas tenía nueve meses de nacida. Hoy tiene 33 años y desde entonces los médicos y la misma sociedad le han ordenado restringir alimentos para cuidar de su cuerpo, para evitar que se engorde más. La historia de vida de Brenda Mato estuvo marcada por una baja autoestima y una creencia constante de que su gordura era sinónimo de alguna enfermedad hasta que llegó al activismo gordo, que le enseñó que la forma de su cuerpo había sido estigmatizada por no cumplir con un promedio del índice de masa corporal (IMC) y con un estándar de belleza que dicta que las personas delgadas son las deseables, armoniosas, sanas y atractivas.
El activismo gordo le permitió reconciliarse con su cuerpo y le dio un proyecto de vida: desestigmatizar los prejuicios que hay alrededor de las personas que se ven como ella. Y de hecho ha dado pasos sustanciales hacia ese camino. En 2019, Argentina, donde nació y donde vive, aprobó la Ley de Talles que impulsó junto con otras organizaciones. Esta normativa sui generis le exigió al Estado involucrarse en las tablas de medición corporal de la ropa, con el fin de garantizar que las prendas cumplan con la antropometría de la ciudadanía en su diversidad.
Mato, que también es modelo y estudiante de Sociología en la Universidad de Buenos Aires, estuvo en Medellín en el evento de Voces que la Rompen, hablando de su activismo, del reconocimiento que buscan las personas gordas, de la necesidad de reafirmar la diversidad de cuerpos, de las violencias a las que son sometidos, de la relación con el feminismo y otros temas que aborda en entrevista con EL TIEMPO.
¿Cómo llegó al activismo gordo?
Tiene mucho que ver con mi propia historia, de nacer, crecer y vivir siendo una persona gorda. Mi primera dieta me la mandaron a los nueve meses. A partir de ahí, de manera inconsciente, rompes tu relación con tu cuerpo y te empiezan a decir que hay algo mal con él, que hay que cambiarlo. Nos convertimos en cuerpos en transición a una corporalidad delgada. Desde siempre sentí que le había fallado al sistema y permanentemente estaba tratando de compensar esa falla: haber nacido gorda, que ni siquiera es algo que se escoge. Y por el solo hecho de ser así, la sociedad constantemente te dice que vales menos y te hace sentir así todo el tiempo. En mí, siempre estuvo la pregunta de si yo estaba haciendo algo mal y empecé a exteriorizar mis pensamientos en internet y di con otras personas que estaban hablando de lo mismo. No compartía nada con ellas, más allá de una corporalidad y unas vivencias. Entendí que yo no era culpable por ser gorda, y que la gordura no es una cuestión de baja autoestima, sino que hay algo más grande. Para mí el poder romper y demostrar que se puede tener una vida plena en otra corporalidad que no es la esperada me parece que es la idea de este activismo. Es devolverme la paz. Es un proceso de sanación que también busca mejorarle la vida a otras personas que viven lo mismo.
¿A veces no puede ser una cuestión de autoestima?
Yo puedo cuidar mi autoestima y saber cuánto valgo y la buena persona que soy y todo lo que me merezco, sin embargo, cuando voy a comprar ropa y me dicen que no hay mi talla, o alguien que pasa por la calle me insulta por mi corporalidad, o voy al médico y lo primero que me receta es una dieta luego de ver que soy gorda –sin preguntarme nada más, porque cuando baje de peso todo va a mejorar–, ahí no hay autoestima que resista a todas esas formas de violencia.
MAto estudia Sociología en la Universidad de Buenos Aires.

MAto estudia Sociología en la Universidad de Buenos Aires. Foto:Santiago Fernández Pell

Habla de ‘algo más grande’ y de ‘fallarle al sistema’, ¿a qué se refiere?
De cómo la sociedad nos enseña a tratar mal y darles menos valor a las personas que no cumplen con la norma. Anulamos sus problemas y lo único que importa es el esfuerzo que hacen para adaptarse, o sea, para estar delgados. Tratar de encajar o que te digan que no te van a dar postre porque estás gorda o no te dan un trabajo porque no tienes buena presentación personal o no cabes en el uniforme es violento, estructural y sistemático contra nuestras vidas. Esta forma de violencia la denominamos gordofobia o gordo odio. La idea de que hay cuerpos buenos y sanos, malos y enfermos está muy apoyado en la salud.
¿En qué sentido?
Construcciones de que estamos mal o enfermos se tienen porque nos conciben como personas dejadas con nuestro cuerpo y salud, que no nos preocupamos por nosotros, que no hacemos ejercicio, que no comemos bien, que no nos respetamos, que quizá no somos aptos para ciertos trabajos. Todas esas ideas negativas repercuten en la calidad de vida de las personas gordas y generan más violencias.
Desde la perspectiva del activismo gordo, ¿en qué cree que han fallado las ciencias de la salud?
La salud también atraviesa las posibilidades de tener una vida plena, de trabajar, de acceder a derechos, de ir a un médico y que no me diga que estoy enferma porque estoy gorda. En los servicios de salud y en todos lados, por lo general, recibimos un trato de segunda. La salud no es solamente decirme en cuánto está mi glucosa.
Han existido culturas que han exaltado la gordura como sinónimo de belleza, abundancia y buena alimentación, ¿en qué momento de la historia empieza la construcción de que esta corporalidad es sinónimo de enfermedad?
Las construcciones sociales y estereotipos de belleza van cambiando a lo largo de la historia. La formación de los estados nación, la revolución industrial y la creación del capitalismo tienen que ver con las ideas actuales. La idea del Estado implica ejercer control sobre una determinada población, y en ese marco nacen ideas totalizadoras y normalizadoras de la población, no necesariamente son ideas que cuiden la salud de las personas. Y estas hacen pensar que todos los cuerpos son máquinas que deberían funcionar básicamente igual. Pero no se puede tratar de igual forma a un atleta que a una persona que vive en pobreza extrema y solo tiene una comida al día. Bajo esa búsqueda de normalización se crea el famoso índice de masa corporal (IMC), que es el que sirve para diagnosticar la obesidad y el sobrepeso.
¿Cómo concibe el activismo gordo el IMC?
El IMC, que surge a finales del 1800 y principios de 1900, arrancó siendo una cuestión meramente informativa para organizar una sociedad y se terminó transformando en algo que hoy determina que alguien está enfermo porque un número, que combina el peso con la altura y que no tiene nada que ver con la salud, así lo dice. Lo toman como un indicador de salud y como algo definitorio en la vida de las personas.
¿En dónde más se expresa la violencia que viven y que quizá como sociedad no advertimos?
Hay un control estructural sobre cómo se deberían de ver o ser los cuerpos. Vamos a un cine y si no cabes en la silla, que no está diseñada para tu cuerpo, es problema tuyo. Los baños públicos cada vez los hacen más pequeños y para algunos es imposible entrar. Los aviones también tienen asientos pensados para un determinado cuerpo. Si bien en esas decisiones de diseño y espacialidad hay una necesidad de ahorro y de hacer más dinero, en el fondo tienen una carga normalizadora.
Habló de la ‘famosa obesidad’ con un tono que da a entender que está en desacuerdo con su uso…
En el activismo gordo no lo utilizamos y no estamos de acuerdo con su uso porque para nosotros es un término patologizante. Lo mencionamos para explicar los contextos médicos en los que se utiliza, cómo se utiliza y cuál es el peso que tiene. Nosotros nos mencionanos como personas gordas para apropiarnos de ese insulto históricamente negativo. Los términos de obesidad y sobrepeso son netamente médicos, y solamente deberían ser utilizados en consultorios para hablar de una patología específica y en caso de ser necesario, pues la existencia de esta patología es un índice que está prácticamente obsoleto. Incluso la Organización Mundial de la Salud no se pone de acuerdo con respecto a si es una patología en sí misma, o si es un factor de riesgo. No podemos decir que todas las personas gordas están enfermas, eso es más un prejuicio que una realidad. La salud depende de muchas cosas, no solo del peso. Es decir, un diagnóstico no puede partir de si una persona es gorda.
Hay personas en contra del activismo gordo porque consideran que termina romantizando la gordura…
Nadie está romantizando la gordura. Todas las personas que hablan de esta problemática que sigo jamás los he visto deseando que todas las personas sean gordas, que tienen que ser como nosotros. A nadie he escuchado decir “engorden, engorden, engorden”. Lo que pedimos desde nuestro activismo es que nos dejen de decir todo el tiempo y de todas las formas “adelgacen, adelgacen, adelgacen”. Nuestro cuerpo no es un buzón de sugerencias, pero pareciera que ser gordo da pie a abrir una discusión en un ámbito público cuando no la hay.
¿Cómo desestructurar estos prejuicios?
Es muy complejo porque está avalado por la medicina hegemónica, que tiene casi la última palabra y muchísimo poder con respecto al resto de los discursos.
¿Con la estigmatización de los cuerpos se han estigmatizado también ciertos alimentos porque engordan?
Así como hay cuerpos buenos y malos, también hay alimentos buenos y malos. Esto llevado a la exacerbación genera trastornos de la conducta de alimentación. Siempre hay que mirar el contexto. No es lo mismo una cantidad de calorías en una persona que las gasta a una persona que tal vez tiene un trabajo sedentario y no tiene la posibilidad de hacer ejercicio. En Argentina cuando empezó el debate de la ley de etiquetado frontal en el fondo estábamos hablando de educación nutricional. Pero el enfoque se centró en combatir la obesidad y no en que las personas tuvieran a información sobre lo que iban a comer. En ese momento me surgió la pregunta: ¿las personas gordas somos las únicas que comemos mal, que compramos ultraprocesados, o somos todos? ¿Las personas flacas no comen ultraprocesados?
Mato durante la incidencia ciudadana a la Ley de Talles en Argentina.

Mato durante la incidencia ciudadana a la Ley de Talles en Argentina. Foto:Archivo particular

¿Cuál es la relación entre el feminismo y el activismo gordo?
Si bien está bastante ligado, la realidad es que son luchas que caminan de forma paralela y que por momentos se cruzan. El activismo gordo está más ligado a la liberación corporal y de la autonomía corporal, de la que hablan mucho los antirracistas y la comunidad LGBT. Aunque también el feminismo habla de ‘mi cuerpo, mi decisión’, la realidad es que en muchos espacios feministas hay gordofobia. Igualmente, la expansión del feminismo ha sido una gran puerta de entrada para poder hablar de la gordura. Todo lo que tiene que ver con interseccionalidades es un poco más complejo, porque implica revisar los privilegios que tenemos.
¿Los cuerpos gordos en desfiles y campañas de moda terminan siendo una estrategia de la industria para comprometerse con la diversidad corporal de puertas para afuera, pero no de puertas para adentro?
Yo lo llamo gordo washing. Y la realidad es que sí. Hubo un auge entre 2017 y 2018 con el nacimiento de supermodelos con un cuerpo un poco más grande, pero su presencia se ha reducido. Solamente el 4 % de las modelos de pasarelas a nivel mundial de las grandes semanas de la moda eran de talles grandes y medianos. La mayoría son mujeres curvilíneas que no son delgadas y que no representan a la corporalidad gorda. También hay una hegemonía dentro de la gordura en la moda y se venden inclusivos, pero terminan siendo excluyentes. Y aquí también entran los medios de comunicación, donde no se ven a personas gordas. Sin embargo, se están generando espacios diversos y se están creando emprendimientos que nos invitan a pensarnos la moda de una forma diferente.
¿Qué tan bueno es el body positive?
Antes de adentrarme en el activismo gordo, llegué al body positive. Es un movimiento globalizado, de fácil y con un mensaje simple de entender. También se podría decir que es un derivado del activismo gordo y el arte del activismo de liberación corporal en general, sin embargo, siento que a veces se queda corto. Trabajar en nuestra autoestima es importante, pero no es suficiente un cartelito que me diga una frase linda en un momento en el que no me siento bien. Tenemos que abrir y ampliar la lucha por la liberación corporal, colectivizarla.
Cuénteme más sobre la Ley de Talles, ¿cómo va su implementación en Argentina y en otros países?
La Ley de Talles se aprobó en 2019 y se reglamentó en 2021. Sin embargo, todavía no está implementada porque se tuvo que realizar un estudio antropométrico, es decir, una medición de los cuerpos argentinos para conocer las medidas y las formas de los cuerpos de las personas de nuestro país. A partir de ahí, la idea es construir una tabla de talles única que represente a todos los cuerpos argentinos. Esa tabla todavía está en proceso, porque apenas se están analizando los datos. Cuando esté, las marcas deben producir, comercializar y distribuir ropa basadas en esa guía. Argentina es pionera en el tema, Chile y Uruguay están trabajando en ello. También genera un choque que el derecho a vestirnos lo tengamos que exigir a través de legislación. Las tablas de talles las han manejado privados y con esta ley decimos que es una cuestión estatal. Así mismo, esta ley será determinante para analizar el mobiliario urbano, el transporte público o cualquier espacio para que esté adecuado a las personas que habitan el lugar. Siendo muy optimista, espero que la implementación se dé el otro año. También hay que esperar quién gana las elecciones. Y con respecto a otras legislaciones, la verdad es que para nosotros es urgente, por ejemplo, hacer una modificación de la ley que tenemos acá de trastornos de conducta de la alimentación, que habla de los tratamientos y que toma a la gordura como un trastorno de la alimentación.
NATALIA TAMAYO GAVIRIA
REDACCIÓN DOMINGO
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