Para empezar el año, les quiero compartir una historia maravillosa que leí recientemente. En el cuento, un profesor relata que alguna vez invitaron a un monje a dar una conferencia en un colegio.
El monje llega en completo silencio y lo primero que hace es dirigirse a la pizarra. Sin decir una sílaba, escribe en grandes letras: “Todo el mundo quiere salvar al mundo, pero nadie quiere ayudar a su mamá a lavar los platos”. Inmediatamente sale del salón, en el mismo silencio con el que entró. Los estudiantes quedan perplejos, y los profesores, que esperaban un gran sermón, están sorprendidos.
Después de unos minutos el monje regresa al salón, ríe al ver las caras de desconcierto y les explica lo siguiente: “Estadísticamente hablando, es muy improbable que alguno de nosotros se vea obligado a entrar a un edificio sumergido en llamas para salvarle la vida a un bebé. Pero abrirle la puerta a alguien, sonreírle a un extraño o tener cualquier acto de gentileza con otro ser humano es algo que todos tenemos oportunidad de hacer. Precisamente son estos actos de aparente simpleza los que tienen una profundidad inmensurable en el mundo, porque la realidad es que, para cada uno de nosotros, nuestra vida representa nuestro universo”.
Me encantó este relato que parece sencillo, pero cuya esencia es cada día más compleja y tristemente inalcanzable en nuestra sociedad. Hoy, entre muchas otras acciones, reciclamos, no usamos pitillos, ahorramos agua y algunos hasta comemos menos carne porque nos preocupamos cada vez más por el planeta.
Sin embargo, a diario ignoramos a quien pide comida en la esquina. No acompañamos a nuestros padres envejecidos al médico. No ayudamos al vecino con las bolsas de mercado en el ascensor, ni le cedemos el puesto en el transporte a una mujer embarazada.
No estoy diciendo que seamos menos conscientes del impacto del cambio climático o que deberíamos dejar de preocuparnos por las grandes causas mundiales, como la guerra en Ucrania. Estoy diciendo que si cada día tenemos un gesto positivo hacia nuestro prójimo, a través de pequeños actos de amor, compasión o gentileza, le estaremos ‘salvando el mundo’ a esa persona.
Muchos vivimos frustrados por ese escenario terrorífico que es el mundo actual, y sentimos impotencia al no poder generar cambios radicales, ¡pero perdemos de vista lo inmensamente poderosos que nos podemos sentir al ser amables, generosos y amorosos con las personas que tenemos a nuestro lado!
ALEXANDRA PUMAREJO
@DeTuLadoConAlex
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