La semana pasada les recordé lo poderoso que es el efecto placebo, que mejora o desaparece de los síntomas de una enfermedad, siguiendo un tratamiento que en realidad no tiene propiedades curativas reales. Las personas sienten mejoría en sus capacidades físicas y emocionales con la sola creencia de que van a mejorar. Muchos experimentos comprueban los efectos positivos de nuestros pensamientos sobre nuestro organismo.
Hoy quiero llamar la atención sobre el efecto opuesto o ‘efecto nocebo’, que es igualmente poderoso pero menos conocido. Vendría a ser el lado oscuro del placebo porque provoca el empeoramiento de síntomas ante la simple expectativa de las posibles consecuencias negativas. En otras palabras, se da cuando nuestros pensamientos no nos curan ni nos hacen sentir mejor, por el contrario, nos enferman o hacen sentir peor.
Entre las pruebas que se han llevado a cabo, hay una en la cual les aseguran a los pacientes que después de tomar una pastilla (de azúcar) experimentarán efectos secundarios. Las personas se mentalizan de tal manera que sin haber consumido un medicamento real sienten los malestares que les advirtieron.
En los años 70 hubo un caso triste pero revelador. Un médico equivocadamente le dijo a su paciente que tenía cáncer y que tan solo le quedaban unas semanas de vida. Este hombre lo asumió, y le contó a su familia y amigos... En efecto, murió en el transcurso del tiempo pronosticado por el oncólogo. Cuando le hicieron la autopsia se confirmó que el diagnóstico estaba equivocado: jamás había tenido cáncer. El médico afrontó el terrible hecho de que su error había sugestionado al paciente y extinguido su ilusión de vivir.
En el año 2007, un paciente que era parte de un grupo experimental, se tomó 23 pastillas placebo, creyendo que eran antidepresivos... Quería suicidarse. Al llegar al hospital presentaba todos los síntomas físicos de una sobredosis real, cuando en verdad se había ‘envenenado’ de malos pensamientos y deseos.
Infinidad de experimentos comprueban que nuestros pensamientos y palabras tienen un impacto contundente sobre nuestro organismo. Si somos conscientes de esto, podremos transformar completamente nuestras vidas.
Ojalá este conocimiento nos reafirme que somos increíblemente poderosos, pero ante todo nos haga vigilantes de aquello en lo que nos enfocamos, los pensamientos que tenemos y las palabras que pronunciamos.
No hay duda de que aquello a lo que le damos nuestra atención, le damos nuestra energía.
Tengamos la certeza de que nuestra mente puede ser nuestro peor enemigo o mejor amigo... ¡La decisión es únicamente nuestra!
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