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ONU: la población del mundo vive entre el miedo y la ansiedad
Según el Pnud, 6 de cada 7 personas se sienten inseguras. Una situación que la pandemia empeoró.
Caos en parís tras la derrota del PSG en la Liga de Campeones. Foto: AFP
La angustia es un sentimiento que no es extraño para la mayor parte de la humanidad. Así lo demuestra un nuevo informe del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (Pnud) dado a conocer esta semana, que señala que, aun antes del inicio de la pandemia, seis de cada siete personas en el mundo experimentan una creciente sensación de inseguridad, incluso en los países más ricos.
Y los motivos no faltan. En 2021, no obstante alcanzarse el PIB más alto de la historia y de la creciente disponibilidad de vacunas contra el covid-19 en algunos países, la esperanza de vida a nivel mundial se redujo por segundo año consecutivo; alrededor de 1.200 millones de personas viven en zonas afectadas por conflictos —casi la mitad de ellas (560 millones) en países que no son considerados como frágiles—; son amplias y crecientes las diferencias entre los sistemas de salud; es probable que el cambio climático se convierta en una de las principales causas de mortalidad en el mundo, amenazando la vida de 40 millones de personas de aquí a fin de siglo; y la lista sigue y sigue.
Un panorama preocupante que al parecer les gana a los avances de desarrollo acumulados durante años, pues, de acuerdo con los nuevos datos y el análisis que aporta el informe Las nuevas amenazas para la seguridad humana en el Antropoceno del Pnud, la sensación de seguridad de la población se encuentra por debajo del mínimo en casi todos los países, hasta en aquellos con algunos de los niveles más elevados de buena salud, riqueza y educación, que muestran mayor grado de ansiedad incluso que hace diez años.
Heriberto Tapia, asesor de investigación y asociación estratégica de la Oficina del Informe de Desarrollo Humano, y uno de los autores del informe de Pnud. Foto:Pnud
Según explica Heriberto Tapia, asesor de investigación y asociación estratégica de la Oficina del Informe de Desarrollo Humano, y uno de los autores del documento, una de las conclusiones a las que llegaron es que vivimos en un mundo donde predomina el ‘desarrollo con inseguridad’. “De hecho, a veces lo que consideramos progreso puede ‘chorrear’ inseguridad, como cuando causamos daños a los ecosistemas o cuando el ‘progreso’ viene acompañado de desigualdad. Es una alarma que nos mueve a reformular estrategias de desarrollo y a posicionar la necesidad de seguridad humana en la discusión de políticas”, asegura.
Por eso, a pesar de que cuando estalló la pandemia, el estudio señala que el mundo había alcanzado unos niveles sin precedentes en el Índice de Desarrollo Humano (IDH) —en promedio, la población disfrutaba de mayor salud, riqueza y calidad y esperanza de vida que nunca—, bajo la superficie comenzaba a tomar forma una sensación de inseguridad elevada, que el covid-19 empeoró.
El Pnud también reporta que por primera vez los indicadores de desarrollo humano disminuyeron, y de manera drástica, como no se había experimentado en otras crisis mundiales recientes, como la financiera de 2008 y 2009. El IDH, ajustado por el covid-19, perdió unos cinco años de progreso, de acuerdo con nuevas simulaciones de la ONU, un retraso del que el mundo apenas comienza a recuperarse. Sin embargo, aunque es fácil entender por qué la pandemia ha hecho que la población se sienta más insegura, el informe ahonda en la desconexión entre las mejoras logradas en el bienestar y el deterioro de la percepción de seguridad.
De acuerdo con los expertos del Pnud, en el trasfondo está la amenaza de lo que ellos llaman el Antropoceno: la era de los seres humanos que perturban los procesos de la Tierra. “Los enfoques del desarrollo fuertemente centrados en el crecimiento económico y que prestan una atención mucho menor al desarrollo humano equitativo han producido desigualdades marcadas y crecientes, y cambios planetarios desestabilizadores y peligrosos”, dice el informe y añade que el cambio climático y el covid-19 son ejemplos.
Para Andrés Casas, científico comportamental e investigador de la Encuesta Mundial de Valores, nuevas amenazas, como las identificadas en el informe de las Naciones Unidas, mueven la mirada tradicional de securitización, más allá de la seguridad como un problema militar y de policía. “Lo que se plantea también desde la Encuesta Mundial de Valores es que tenemos que cambiar el paradigma de atención, no solo de investigación sino de intervención. Tenemos que tener una mirada integral del impacto que tiene la seguridad en el desarrollo, la seguridad percibida y la experimentada”. Así, las políticas públicas tienen que moverse hacia una mirada psicológica.
Y es que, para garantizar el desarrollo sostenible, la inseguridad genera sentido de urgencia, que debe ser canalizado adecuadamente para no empeorar la situación, en palabras de Tapia. “Hay muchas políticas de seguridad que no son adecuadas en el contexto actual, típicamente las basadas en respuestas parciales desde la perspectiva de autoprotección. Cuando los riesgos son de gran escala y están interconectados, se requieren respuestas sistémicas”, afirma.
Pero el problema para promover estas respuestas es que las personas que se sienten inseguras tienden a perder la confianza en su entorno, haciendo la cooperación más difícil. “Es por eso que el informe hace hincapié en la solidaridad como un pilar esencial de las nuevas políticas por la seguridad humana. Debemos invertir en la seguridad de otros para favorecer la nuestra. Es una de las lecciones de la pandemia”, dice Tapia.
¿Y Colombia?
En nuestro país, la Encuesta de Convivencia y Seguridad Ciudadana (ECSC) del Dane también recoge la Tasa de percepción de inseguridad. Para el 2021 fue del 44 por ciento, cinco puntos porcentuales por encima de la registrada en 2020. Sin embargo, las razones asociadas a estos temores por las que indaga la ECSC son diferentes a los incluidos por el Pnud. Por ejemplo, sobre los motivos que causaron percepción de inseguridad en la ciudad, el 82,9 por ciento de la población encuestada sostuvo: “porque hay delincuencia común, robos, agresiones” y el 68,9 por ciento argumentó: “porque hay poca presencia de la fuerza pública”.
Pese a que el análisis del Pnud no incluye datos desagregados por país, de acuerdo con Tapia, las amenazas a la seguridad humana identificadas —entre las que se incluyeron los inconvenientes de la tecnología digital, los conflictos violentos, las inequidades y los desafíos cambiantes a los que se enfrentan los sistemas de atención de la salud— todas afectan también el contexto colombiano.
“Aunque cada país debe evaluar estrategias hacia riesgos específicos, nos parece importante entender que hay amenazas que nos afectan a todos. Por ejemplo, este informe destaca que los efectos directos del cambio climático serán diferentes en distintas partes del mundo, pero los efectos indirectos de desplazamientos, conflictos o crisis alimentarias pueden ser contagiosos”.