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¿Por qué Dios no le pone fin al mal del mundo? Filósofo responde al eterno dilema
Esta reflexión conlleva toda una serie de conversaciones acerca del hombre y su naturaleza.
La mujer vio que, en vez de pies, el hombre tenía pezuñas. Foto: iStock
¿Por qué Dios no derrota a Satanás? ¿Por qué no evita los desastres naturales? ¿Por qué no acaba con la corrupción? Estas interrogantes han desconcertado a creyentes y pensadores a lo largo de los siglos, llevándolos a indagar en el enigma del mal y su relación con la existencia de Dios.
San Agustín, uno de los grandes pensadores y creyentes de la historia, ha sido guía en esta exploración. Leibniz clasificó el mal en tres categorías: el metafísico, el natural y el moral, correspondiendo cada una de estas preguntas a una de estas formas del mal.
El mal metafísico ha sido personificado en diversas culturas y religiones, con figuras como Satanás, Mefistófeles y el Ángel de las Tinieblas. Esta concepción del mal ha llevado a paradojas, como la planteada por Epicuro, que cuestiona la compatibilidad entre un Dios bueno y un ser maligno.
Los maniqueos presentaron una variante del problema, postulando que el universo está compuesto por dos sustancias eternas y puras: el bien y el mal, que luchan constantemente. Agustín, previamente influido por esta visión, criticó la idea de la pureza de ambos elementos y negó la existencia de un mal puro como entidad.
La Biblia el libro más vendido en la historia. Foto:iStock
En cuanto al mal natural, se manifiesta en la fragilidad y finitud de la naturaleza y el cuerpo humano, evidenciado en desastres naturales, enfermedades y plagas. Filósofos como Leibniz y Voltaire han debatido sobre la bondad de la naturaleza, mientras que Rousseau ha reorientado el enfoque del debate hacia la responsabilidad humana en ciertos desastres, como el calentamiento global.
El mal moral, según Agustín, radica en el corazón del ser humano como producto de su libre albedrío. Si bien la voluntad humana puede estar influenciada por diversos factores, la libertad de elección es considerada un don divino. Agustín plantea que la voluntad es buena y bien hecha, pero el ser humano puede errar en su elección y cometer actos malvados.
El problema del mal y su relación con Dios sigue siendo un desafío intelectual y espiritual que invita a reflexionar sobre la existencia humana y el sentido de la divinidad. En medio de la incertidumbre, algunos proponen que es responsabilidad del ser humano luchar contra la corrupción y el mal, y que en lugar de esperar milagros, es necesario asumir la tarea de mejorar el mundo mediante acciones conscientes y responsables.
*Este contenido fue hecho con la asistencia de una inteligencia artificial, basado en la información de un artículo de nuestro archivo, de autoría de Franklin Ibáñez para El Comercio de Perú (GDA), el cual contó con la revisión de la periodista y un editor