Ante la coyuntura social y política, la Confederación Evangélica de Colombia (Cedecol) ha dado a conocer ante la opinión pública una declaración en la que “ratifica su compromiso con la Iglesia cristiana y con el país”.
El manifiesto consta de cinco puntos propuestos a modo de ‘credo’ –pues inician con la fórmula “creemos...”– y recoge la voz de la “unidad de la Iglesia evangélica en Colombia”, a través de su Mesa de Diálogo Nacional, apelando a consignas inspiradas en la Biblia – “ser sal y luz del mundo”; “el fruto de la justicia es la paz” –, para reafirmar que “Jesucristo es la esperanza de Colombia”.
Cedecol subraya en su declaración las tres ‘P’ que definen su postura frente a las reformas y a la actuación del Gobierno: “la Iglesia evangélica en Colombia es provida, projusticia y prodignidad humana”, se lee en mayúscula sostenida. No es una novedad. Las tres ‘P’ han estado presentes en las banderas que defienden los líderes cristianos en el púlpito como en la arena política.
Al tiempo que defiende la libertad y la igualdad religiosa consagrada en la Constitución, y la educación religiosa “para lograr un intelecto con conciencia moral incorruptible”, la Mesa de Diálogo Nacional de Cedecol denuncia que las ideologías “polarizan” y “distorcionan hasta constituirse en un factor de violencia e iniquidad”, máxime si se trata de la “ideología de género” que, según la declaración, “ha venido afectando el funcionamiento del sistema educativo colombiano y vulnerando de manera ostensible el derecho fundamental y constitucional de los padres de ser en esencia los responsables de la educación y formación en valores de sus hijos”.
En consecuencia, la Iglesia evangélica sostiene, una vez más, que “familia y educación son valores fundamentales para la erradicación de la corrupción en los sectores públicos y privados de nuestra nación”, y eleva (¿a los gobernantes?) una solicitud explícita: “la protección constitucional de la familia monogámica como núcleo esencial de la sociedad y nacionalidad colombiana”.
Las tres ‘P’, por tanto, se nutren de esta perspectiva moral, axiológica y monoparental, ampliamente defendida por las Iglesias evangélicas para alertar que “las reformas legislativas propuestas y en trámite ante el Congreso de la República necesitan de un cambio, tanto en sus letras como en su espíritu, para que estas leyes resulten en una verdadera garantía de vida, seguridad y bienestar nacional, y territorial”, al tiempo que hacen un llamado a los congresistas para que “no permitan la impunidad por la despenalización de delitos comunes, como los delitos contra los sentimientos religiosos de todos los colombianos”. ¿Podrá la bancada evangélica capitanear la defensa de las tres ‘P’ en nombre de su feligresía?
En los tiempos que corren, de corrupción, confusión y carencia ética –tres ‘C’ o pecados capitales de la política–, crece el sentir nacional de que se necesitan más propuestas concretas a favor de la vida, la dignidad y la justicia, ancladas a los valores religiosos, que anatemas y apologías de antaño. El bien común y la democracia no son ajenos al acervo espiritual de la ciudadanía, así como “la justicia y la paz se besan”, según reza el Salmo 84.
Óscar Elizalde Prada
Para El Tiempo | @oscarelizaldep
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