Para algunas religiones, un ‘estigma’ es conocido como una marca o una herida, que se le empieza a manifestar a alguna persona, en honor a las heridas que vivió Cristo cuando estaba atravesando la pasión.
Desde manos con llagas, lágrimas de sangre, dolores insoportables y hasta agujeros del tamaño de clavos son algunas de las heridas que se les han manifestado a santos católicos.
Una persona obsesionada con el fervor religioso y más por esta época puede ligar algunos episodios en su cuerpo con hechos divinos
Del griego ‘stígma’, esta palabra significa ‘marcado a fuego’ y se le ha presentado a varios santos en la historia de la humanidad. Y aunque su veracidad aún no está comprobada por la ciencia, lo cierto es que los científicos ya no se han dedicado a cuestionarlos sino a intentar explicar cómo podría estar ocurriendo este fenómeno de la fe.
De acuerdo con ellos, estos eventos se vinculan al campo emocional. El psiquiatra Rodrigo Córdoba, director del departamento de psiquiatría de la Universidad del Rosario, afirmó con anterioridad para EL TIEMPO que estos casos podrían sustentarse desde la sugestión y la interpretación de fenómenos.
“Una persona obsesionada con el fervor religioso y más por esta época puede ligar algunos episodios de su cuerpo, por ejemplo problemas en la coagulación, heridas presentes, hematomas generados por procesos vasculares o inflamación de los vasos sanguíneos, con hechos divinos o milagrosos, al punto de llegar a creer que es una replicación de la pasión de Cristo”, dijo.
Además, el experto insistió en que son episodios muy raros y nunca ligados con la voluntad. De ahí el impacto emocional de quienes dicen presentar esos estigmas.
Estos son algunos de los santos católicos que han experimentado estas heridas a lo largo de la historia.
San Francisco de Asís
De acuerdo con el Centro de Formación Técnica Santo Tomás, el padre Francisco era hijo de un “comerciante y su madre pertenecía a una familia noble. Tenían una situación económica muy desahogada”.
Además, agregan que, como su padre comerciaba mucho con Francia, “las gentes apodaron al niño ‘sco’ (el francés) aunque este había recibido en su bautismo el nombre de ‘Juan’”.
Sin embargo, durante su vida dejó de lado los negocios y se dedicó a la vida religiosa. Formó un grupo de apóstoles y, junto con ellos, ayudó a la población de “leprosos”-así se les llamaba a quienes padecían lepra, enfermedad infecciosa que genera lesiones en la piel- del sector.
Para 1224, el padre estaba retirado en Toscana, Italia. Según el medio cristiano ‘Aleteia’, “mientras estaba en recogimiento, vio descender del cielo un ángel con forma de hombre crucificado. Cinco rayos de luz salieron del ángel y golpearon al santo al nivel del costado, las manos y los pies”.
Luego de dicha aparición, el santo quedó con marcas de lo que parecían ser clavos en las manos y en los pies. Los huecos, al parecer, eran tan grandes que era posible pasar un dedo por dentro de ellos.
Se dice que el padre Francisco vivió con intensos dolores a causa de esto. Además, que su salud se deterioró tan rápido que murió en octubre de 1226.
Teresa Newmann
Cada viernes Teresa perdía medio litro de sangre y más de tres kilos y medio de peso corporal
Teresa habría sido la primera mujer ‘estigmatizada’ en el siglo XX. De acuerdo con el libro ‘El caso de Teresa Neumann a la luz de la ciencia médica’, ella fue una laica alemana, perteneciente a la Tercera Orden de San Francisco y llamada popularmente ‘Resel de Konnersreuth’.
Nacida en Konnersreuth, Alemania, la mujer era hija de un sastre y una campesina que tenía pocos medios económicos.
Según el libro ‘Teresa Neumann, estigmatizada del siglo XX’, desde niña quería ser religiosa para brindar un apoyo en otros continentes. Se afirma que fue en su primera comunión donde vio a Jesús por primera vez.
Su ‘estigmatización’ se dio luego de haber quedado ciega y sorda, tras un accidente de tránsito. Al igual que el padre Francisco, sus dolores fueron en las manos, ya que tenía llagas y huecos en ellas.
Desde 1926, y por los 35 años siguientes, se alimentó de un vaso de agua y una hostia diaria que tomaba a las 6 de la mañana.
Sus estigmas fueron célebres porque, además de lo ya mencionado, Teresa lloraba lágrimas de sangre y tenía heridas en la cabeza, en representación de la corona de espinas de Jesús.
“Cada viernes Teresa perdía medio litro de sangre y más de tres kilos y medio de peso corporal, pero se recuperaba totalmente el domingo”, asegura el diario ‘El Universal’.
San Pío de Pietrelcina
El padre Pío, como se le conoce comúnmente, era un fraile capuchino y sacerdote católico italiano. Se dice que su alma era tan pura que podía leer los sentimientos de quienes se le acercaban.
“Esa capacidad para penetrar y desnudar el alma humana, que brotaba de la caridad que movía su corazón, lo convirtió en un confesor único. Abundantes testimonios corroboran que quienes acudían a él para confesarse encontraban ese rostro de Dios que acoge al pecador”, aseguran desde ‘La Agencia Católica de Informaciones’.
Fue una mañana de 1918, cuando empezaron a aparecer los estigmas. Según narró el padre a su director espiritual, Cristo se le apareció sangrando. De él emanaba sangre por todas partes y rayos de luz que penetraron al padre en su manos, pies y costados.
En ese momento, se sintió morir y despertó con llagas en dichas zonas. Luego de eso, el sacerdote procedió a rezar, pues había sobrevivido. Desde ‘Aleteia’, aseguran que el padre tapó luego las heridas para no llamar la atención y que, una vez murió, los estigmas desaparecieron de su cuerpo.
Santa Catalina de Siena
Siento en esos lugares y sobre todo en el corazón dolores tan violentos, que me parece que no podría vivir
Esta mujer nació en 1347 en Siena, un municipio de Italia. Desde muy joven se consagró al mundo religioso, pues a los siete años hizo un voto privado en el que consagró su virginidad.
A los quince, luego de convencer a su familia de su voluntad, empezó a asistir generosamente a los pobres, servir a los enfermos y dar consuelo a los afligidos y prisioneros.
Su estigma fue muy particular al de los otros vistos hasta ese momento. Según relatan desde ‘El Universal’, una mañana en la que Catalina estaba orando en la iglesia de Pisa, entró en un éxtasis tan profundo que se elevó varios centímetros por encima del suelo.
Como la santa sabía que esto quería decir que había recibido las heridas de Cristo, le imploró al señor que sus cicatrices no fueran visibles. Así pues, se dice que los rayos que estaban cayendo se hicieron más brillantes y llegaron hasta las mismas zonas de su cuerpo que en las que Jesús había crucificado.
“Siento en esos lugares y sobre todo en el corazón dolores tan violentos, que me parece que no podría vivir en este estado a no ser por un nuevo milagro del Señor”, le dijo ella a su confesor, el Beato Raimundo de Capua.
Adicionalmente, se dice que los estigmas de Catalina solo se hicieron visibles una vez ella falleció.
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