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Lo que debería hacer si no ha comenzado a cumplir sus propósitos de año
Las buenas intenciones y la voluntad no son suficientes. Aquí, una guía para empezar a cumplirse.
No tiene sentido lanzarse a cumplir todos los objetivos al mismo tiempo. Foto: iStock
A estas alturas del 2023 muchos nos estamos preguntando, como ya es costumbre por estas fechas, qué está pasando con aquellos loables propósitos de Año Nuevo que nos planteamos durante las fiestas navideñas.
Empujados por una borrachera de optimismo –o, si se prefiere, por una sobredosis de dopamina–, cuando empezó el nuevo año proyectamos la imagen de la persona que seríamos en adelante. Una más organizada, con más tiempo para disfrutar de la familia, de las aficiones. Una que practica hábitos más saludables, enfocada hacia esas metas a las que aspiramos. Nuestros objetivos de año no son cortoplacistas, sino que encarnan auténticos cambios para dar forma al nuevo y mejorado yo que deseamos.
Sabemos que nos tendremos que enfrentar a muchos obstáculos por el camino, pero ¡nada nos puede parar! Sin embargo, ya concluido enero, algunos hemos abandonado la dieta, no separamos los plásticos y el papel del resto de las basuras, y solo hemos pisado el gimnasio para hacer el pago de la matrícula. En los peores casos, la frustración ante la incapacidad de comprometernos con nuestros propios objetivos nos está haciendo “efecto rebote”.
¿Qué nos lleva a fracasar en el intento año tras año? La respuesta es obvia: naufragamos por culpa de una mala planificación. Las buenas intenciones y la voluntad no son suficientes en ningún caso. No basta con tener claro el qué, también hay que trabajar con ahínco en el “cuándo” el “cómo.
Uno de los principales errores que cometemos es marcarnos una fecha problemática para iniciar el cambio. El momento de vuelta a la rutina, a las obligaciones, al ritmo vertiginoso del día a día, después de un periodo de vacaciones caracterizado por la relajación y el goce, no es quizá el más propicio para introducir novedades, pues constituye un cambio en sí mismo. Esto vale tanto para los que se plantean propósitos de año nuevo como para los que lo hacen al inicio del año escolar, tras las vacaciones.
Nuestros objetivos de año no son cortoplacistas, sino que encarnan auténticos cambios para dar forma al nuevo y mejorado yo que deseamos
Es preferible ir recuperando las agendas poco a poco e introducir pequeñas variaciones paulatinamente. Lo cual nos lleva directamente al cómo: no tiene sentido lanzarse a cumplir todos los objetivos al mismo tiempo. Esto nos puede hacer sentir abrumados. A lo sumo, en el momento en el que fracasemos a la hora de lograr uno de ellos, el globo de la ilusión se explotará, nuestras fuerzas disminuirán y los demás propósitos empezarán a caer uno tras otro como fichas de dominó.
¡Si queremos realizar un gran cambio, es mejor no tener prisa! Los éxitos duraderos se cuecen a fuego lento. Tendremos más garantías si comenzamos por concentrar todas nuestras energías en uno de los propósitos escogidos: por ejemplo, el más asequible.
Cuidados para el dolor de espalda Foto:iStock
Una vez esté delimitado, es importante visualizar distintas vías para alcanzar nuestro objetivo. Sabemos que existen muchas carreteras para llegar a un mismo destino, pero algunas de ellas son traicioneras. Debemos evitar las soluciones que prometen resultados inmediatos. Pienso en las estrictas rutinas de entrenamiento para personas que jamás han hecho deporte o en las dietas relámpago para perder diez kilos por semana.
El exceso de repetición o las demandas desproporcionadas pueden generar una ruptura entre expectativas y resultados. Volviendo a los ejemplos anteriores, los planes de dieta o de entrenamiento para obtener efectos inmediatos son sumamente monótonos y exigentes. Tanto la monotonía como la exigencia en exceso nos harán presas del aburrimiento, la una por escasez de estímulo, la otra por sobreabundancia.
Los pies en la tierra
El aburrimiento nos hará sentir un deseo irrefrenable de abandonar nuestros propósitos para siempre. Para no llegar a estos extremos es preciso proyectar un plan de actuación variado y adaptado a nuestras capacidades y recursos. Está bien plantearse nuevos retos, y nuestro mejor aliado en esta travesía es tener los pies en la tierra.
Seamos realistas. Todos querríamos aprender inglés en un mes con uno de esos cursos intensivos que prometen milagros en cuatro semanas, pero quizá sea más conveniente compaginar durante un periodo de tiempo prolongado una academia un par de veces por semana con actividades de inmersión, viendo series en versión original e intercambios puntuales con nativos.
La clave última para no rendirnos enseguida es tener muy claro por qué queremos cambiar aspectos de nuestra vida o de nosotros mismos. Somos seres en constante transformación que no solo necesitamos estar en movimiento para evitar un estancamiento que detesta la llamada ‘zona de confort’, sino que anhela el perfeccionamiento.
Nuestros pasos han de estar guiados en todo momento por una fuerte motivación intrínseca. Tener presente en el horizonte la razón por la que hemos tomado la decisión de modificar algo en nuestra cotidianidad y no perderla jamás de vista es el truco final. Hemos de potenciarla constantemente celebrando (sobre todo) las pequeñas victorias.
JOSEFA ROS VELASCO (*)
THE CONVERSATION (**)
(*) Investigadora posdoctoral MSCA en Estudios de Aburrimiento, Universidad Complutense de Madrid.
(**) Es una organización sin ánimo de lucro que busca compartir ideas y conocimientos académicos con el público. Este artículo es reproducido aquí bajo licencia de Creative Commons