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La arquitectura del caracol, una apuesta por el ecoturismo en Playa del Carmén
Hoteles Sandos tiene uno de los proyectos de turismo ambiental más ambiciosos de la región.
Fibonacci no fue el único matemático obsesionado con la figura del caracol. Los cálculos que dieron la medida a esta proporción áurea, capaz de realzar la armonía de los objetos, el diseño y la arquitectura, también están presentes en el trazo de las civilizaciones más antiguas del mundo.
De hecho, el diseño en espiral aparece continuamente en las edificaciones precolombinas de la civilización maya como reflejo de la relación que la cultura tenía con el universo. En la actualidad, proyectos ecoturísticos ambiciosos de la península de Yucatán adoptaron estos preceptos para darle espacio al cuidado y la preservación del medioambiente.
Es el caso del Hotel Resort Sandos Caracol en Playa del Carmén, ubicado en una región con amplia biodiversidad y valiosos recursos naturales y culturales como cenotes, bosques, manglares, playa y ruinas arqueológicas. Según Yohana Alonso, relacionista pública del hotel, el plano del resort –en donde se aprecia cómo las pequeñas casas delinean la figura del caracol– se ideó con la única intención de que la naturaleza y la cultura del lugar se conserven y que los huéspedes puedan disfrutar de una experiencia única y distinta.
La selva se extiende en este resort ecológico en Playa del Carmen alrededor de los caminos de piedra que conducen a las habitaciones, los restaurantes y los tesoros escondidos. Es una maraña de vegetación tropical que se adhiere al concepto arquitectónico del espacio y convive en armonía absoluta con todos los huéspedes.
Aunque no es intuitivo que las personas y la frondosidad de la naturaleza convengan en un resort, acciones tan sencillas como caminar junto a los coatíes, ver salir de su escondite a los mapaches o tomar café en el balcón para observar a los monos que descansan en las copas de los árboles, al pie de los recintos, dotan de un toque especial la experiencia de quienes deciden hospedarse en este lugar.
“Sandos Caracol tiene una estricta política de protección animal que beneficia a la fauna nativa que vive dentro del complejo turístico. Además, tenemos un vivero de flora endémica con programas de reproducción para las palmeras chit, guano y nacex, en peligro de extinción”, explica Alonso.
Para quienes son parte de la organización del hotel es clave aportar a los ecosistemas con programas como plantar árboles, la apuesta ecológica de Sandos no se limita solo a la preservación de las especies nativas del lugar.
Desde la creación del programa de reciclaje han evitado la tala de 448 árboles, han realizado compras de productos que cumplen su ciclo de vida para darles un nuevo uso, y aunque todo consumo está incluido dentro del plan, no utilizan botellas de plástico ni vasos desechables bajo ninguna circunstancia.
“Tenemos buenas prácticas ambientales y reducimos las emisiones de gases de efecto invernadero con el mantenimiento preventivo de las instalaciones, que usan energéticos y productos de ósmosis”, dice Alonso, y asegura que el hotel avanza en procesos de reforestación en zonas protegidas, y en programas de conservación de especies como tortugas marinas.
Los cenotes
Quizás una de las apuestas de ecoturismo más ambiciosa del hotel sea la protección de los cenotes. Conocidos como anodina caverna inundada, estos pozos de agua son ecosistemas únicos en el sureste mexicano.
A lo largo de la historia de las civilizaciones en esta región del país, han representado un vínculo espiritual con la tierra y el universo. El florecimiento de la civilización maya en este paisaje solo pudo sostenerse debido a la existencia de estas ventanas al manto acuífero.
“En el auge de la civilización maya, los cenotes se entendían como portales al inframundo. Introducirse en ellos implicaba una conexión espiritual con la tierra, el agua y la fauna local, por lo que nos gusta decir a nuestros huéspedes que la primera actividad al llegar es sumergirse en el cenote”.
En Sandos Caracol hay siete cenotes en el complejo. Los viajeros pueden nadar en tres de ellos (con la intención de preservar la existencia de los demás) y acceder a las aguas de un río que corre entre las raíces de un bosque de manglar para hacer esnórquel.
Caminata guiada a través de la selva y el manglar en la que se narran los secretos de la cultura maya. Foto:Sandos Caracol
Sopa de piedra
La actividad más curiosas y representativa de la cultura mexicana en Sandos Caracol es la preparación de sopa de piedra a orillas del río. En el hotel, este plato de origen prehispánico se elabora en el margen de una enorme cascada de agua color esmeralda, a la vista de muchas personas.
El caldo contiene ingredientes como pescado, cebolla, chile, jitomate, cilantro, epazote y agua. Estos elementos son depositados en una jícara en la que se dejan caer piedras al rojo vivo, provocando una cocción casi instantánea.
En sus orígenes, era necesario buscar o labrar una concavidad en las grandes rocas junto al río que hiciera las veces de una enorme olla. Mientras la sopa va tomando forma y sabor, quien prepara este caldo también narra su historia. La conexión entre la cocina y la literatura –tan presente en la cultura mexicana– sobresale en este escenario tradicional.
La mujer que cocina la sopa revela que, en el pasado, la gran olla era también un gran plato común del que todas las personas comían. Se mantuvo así hasta que se implementó el uso de la jícara para comerlo de manera individual, pero guardaba también un propósito de resolución y armonía en las comunidades.
Para este último fin, se convocaba a dos personas que tenían un conflicto, con el objetivo de que estas hablarán mientras la sopa se cocinaba. La comida se servía una vez que se resolvían los problemas, a manera de celebración.
Una vez el plato está se comparte con aquellos que observaron la preparación y escucharon el relato. Queda la prueba de que no solo la arquitectura de la naturaleza es áurea, también cobran relevancia las estructuras de la preparación y de la narrativa en esta cultura.