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Popayán alista con fervor las procesiones de Semana Santa
Tras dos años sin ellas, la ciudad se prepara para celebrarlas y recibir a miles de visitantes.
Imagen de una de las tradicionales procesiones celebradas en Popayán, antes de la pandemia. Foto: @ingeniomasfotografia
El próximo 10 de abril, Domingo de Ramos, la imagen del patrono de Popayán, el Amo Ecce-Homo, bajará en andas desde la capilla de Belén hasta la Basílica de Nuestra Señora de la Asunción, frente al parque Caldas. Ese día terminarán dos años en los que la pandemia de covid-19 suspendió las procesiones de Semana Santa en la ciudad.
El acontecimiento, que marcará el inicio de la conmemoración de la pasión, la muerte y la resurrección de Jesucristo, ha generado expectativa en la capital del departamento del Cauca, sobre todo en quienes siempre han vivido esta temporada con especial fervor.
Juan Caicedo es el síndico del paso del Amo Ecce-Homo –lo tiene a su cargo–. Él dirige a los ocho cargueros que reparten sobre los hombros el peso de las andas, las carteras, el sitial y otros paramentos, además de la escultura de madera que representa a Cristo, vestido con un manto rojo. Según la cantidad y el tamaño de los objetos que lleve, un paso pesa entre 200 kilos y cerca de media tonelada.
“Mi relación con la Semana Santa viene desde la infancia. Mi papá fue carguero y síndico. Vengo de una familia ‘semanasantera’ ”, comenta Juan Caicedo, quien explica que estos dos años sin procesiones han sido “terribles”. “Está todo el mundo desesperado porque llegue el día de poner las flores en los pasos y cargar”, confiesa.
Él explica cómo ha sido posible tolerar la abstinencia. En la Semana Santa de 2020, cuando el confinamiento forzó a los payaneses a aislarse, se hicieron sesiones de Facebook Live con el presidente de la Junta Pro Semana Santa para conversar sobre la procesión de cada noche. “Se contaban anécdotas y se botaba corriente. Para 2021 tuvimos la esperanza de que volvieran las procesiones, pero un pico de la pandemia lo impidió; entonces se armaron algunos pasos en las iglesias para que la gente los viera antes de volverlos a guardar. Con eso se pudo soportar algo el ayuno”, comenta.
Las sahumadoras, vestidas de ñapanga, portan sahumerios en braseros o pebeteros durante las procesiones. Foto:@ingeniomasfotografia
Las procesiones, declaradas Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la Unesco en 2009, son parte de la identidad de Popayán y para muchos de sus habitantes son tan importantes como la familia.
Andrés Cosme, ingeniero electrónico de 44 años, cultivó el amor por la Semana Santa desde niño gracias a su abuelo, Alberto Cosme. “Él había sido carguero por muchos años y fue síndico. Nos llevaba a armar los pasos en las iglesias, y de verlo agarré el sentido de la tradición”, recuerda.
“Si tu familia está en el entorno ‘semanasantero’ te conectas con el alma de la ciudad. Revisas la historia y ves que esta ha gravitado alrededor de la Semana Santa casi desde su fundación”, dice.
De generación en generación
Se estima que en 1556 se hizo la primera procesión en Popayán, 19 años después de que Sebastián de Belalcázar fundó la ciudad en 1537. La tradición ha pasado de una generación a otra desde entonces.
En el caso de Andrés Cosme, el entusiasmo por la Semana Santa se lo ha transmitido a su hija de 8 años, quien ya fue sahumadora en las ‘procesiones chiquitas’, una suerte de escuela para las procesiones grandes. “La he llevado unas cinco veces a Popayán en Semana Santa, y con frecuencia ve videos en YouTube sobre las procesiones. No se lo he impuesto. Parece que lo lleva en la sangre”, afirma.
Luis Eduardo Ayerbe, un popayanejo raizal que ha tenido relación directa con la Semana Santa desde niño, coincide en la importancia que tiene la forma en que esta tradición fluye entre generaciones. Para él, “el sentir procesional se lleva desde el vientre de la madre”.
“La suspensión de las procesiones ha sido un trauma muy grande porque los payaneses se quedaron sin poder expresarse culturalmente durante dos años debido a la pandemia. El regreso de las procesiones a las calles de Popayán es un gran logro para la ciudadanía y para la familia ‘semanasantera’ ”, asegura Ayerbe, líder del proyecto de recuperación y adecuación de la procesión del lunes santo, que volvió a hacerse en 2017 luego de haber sido suspendida en 1906.
Ayerbe asegura que recuperó esta procesión, ahora llamada ‘del pueblo’, “con el objeto de darles oportunidad a 148 cargueros nuevos, 16 sahumadoras, 16 regidores y 16 síndicos”. Esta procesión –explica– consta de 16 pasos y su tema principal es la institución de la eucaristía en la última cena.
Los pasos se retocan y preparan con mucho tiempo de anticipación, en su mayoría en templos católicos. Foto:@ingeniomasfotografia
Juan Caicedo refuerza la idea de que las celebraciones de la Semana Santa en Popayán han evolucionado. “Se cree que la Semana Santa es muy estática; pero se ha enriquecido con pasos e imágenes nuevos desde que me acuerdo”, relata al mencionar una imagen posterior al siglo XIX: la del Cachorro, un Cristo en agonía que sale de la iglesia de San Francisco el Jueves Santo. “La trajo Guillermo León Valencia antes de ser presidente. La mandó a hacer en Sevilla (España); es una réplica de un paso que está allá”, dice.
Un aspecto particular de la Semana Santa es cómo se obtiene un puesto bajo las andas en las procesiones. Juan Caicedo comenta que cuando un carguero no puede seguir cargando (se jubila a los 60 años), suele tratar de que el barrote –el derecho a cargar– lo herede un hijo o un pariente cercano.
“Los barrotes son limitados. Esa es un razón por la que las procesiones han aumentado. Se crearon unos 10 pasos en la segunda mitad del siglo XX para hacer más solemnes las procesiones y para darles a las personas oportunidad de cargar”, manifiesta.
Juan Caicedo explica que otra opción de ganarse un lugar surge cuando los jóvenes arman los pasos antes de Semana Santa. Esto consiste en sacar imágenes, andas, varillas, jarras y ornamentos de sus baúles para limpiarlos, arreglarlos y poner cada imagen en su sitio. “Los muchachos van a ‘echar trapo’, a limpiar las cosas para que brillen. Luego de muchos años, el síndico se fija en alguno y se presenta la ocasión de cargar”, asegura.
Imagen de una de las tradicionales procesiones celebradas en Popayán, antes de la pandemia. Foto:@ingeniomasfotografia
Carlos Ignacio Mosquera es otro payanés ‘semanasantero’. Fue carguero por 32 años en el paso de El Perdón, y en el del Amo Ecce-Homo durante 35 años. “Mi papá era carguero y fue síndico”, cuenta. Añade que al retirarse le heredó un barrote a un sobrino y otro a su yerno. No obstante, aclara que “hay herederos que no se le miden a cargar”.
Luis Miguel Ramírez es un ejemplo de que para ganarse un espacio en la procesión no es necesario ser parte de una familia en la que los mayores tengan barrotes. Este ingeniero electrónico de 29 años vive hace seis meses en Milán (Italia), donde estudia un máster en ingeniería industrial. Su primera vez bajo las andas fue en 2009.
“Logré el barrote por sorteo”, comenta al recordar que se sometió a que lo midieran, un proceso que consiste en organizar a los cargueros de manera que la distancia entre el suelo y sus hombros sea pareja para que el peso del paso se distribuya por igual. “Nos ponían a limpiar todo el paso, a ‘echar trapo’ desde las arandelas y los falsos hasta armarlo”, recuerda.
El amor por la Semana Santa que heredó de su abuela, con quien iba a ver las procesiones desde los 5 años, le ayudó a cargar por primera vez a los 16 años, cuando terminó adolorido y con el hombro derecho morado desde el cuello. Después de no poder cargar algunos años por no encontrar un barrote, volvió a hacerlo en 2019, en la última Semana Santa en la que hubo procesiones.
Imagen de la Virgen Dolorosa. Foto:@ingeniomasfotografia
Aquel fue el año en que él y sus socios abrieron su hostal, Les Balcons, en el centro histórico de Popayán, después de la Semana Santa de 2018. Así que esa vez no le sacaron provecho a la principal temporada turística de la ciudad.
Tampoco les fue posible hacerlo en 2019 porque ese año, unas semanas antes de Semana Santa, un paro bloqueó la vía entre Popayán y Cali, por lo que muchas personas cancelaron sus viajes. Para completar, en 2020 llegó la pandemia. “Esta Semana Santa será la primera que vamos a poder explotar del todo”, dice Luis Miguel Ramírez al asegurar que la ocupación de Les Balcons ya era cercana al 90 por ciento a finales de febrero pasado.
Esta vez regresará a Popayán como empresario y como carguero. “Después de dos años sin Semana Santa, es mucha más la emoción represada de celebrar nuestra tradición”, afirma. Calcula con esperanza que para su hostal “fácilmente en Semana Santa se llega a ganar lo mismo que se hace en un mes y medio de trabajo”.
Por su parte, Ana Fernanda Muñoz, presidenta ejecutiva de la Cámara de Comercio del Cauca (CCC), no se atreve a pronosticar cifras similares a las de 2018. “Sabemos que la ciudad depende muchísimo de la Semana Santa”, comenta y agrega que la CCC busca ampliar la oferta turística. “Tenemos la ruta de las haciendas y otras actividades con resguardos indígenas en Puracé y Silvia”, dice.
Para tener una idea del impacto económico de la Semana Santa en Popayán basta observar que, según Acodres Capítulo Cauca, las ventas de los restaurantes del centro histórico cayeron entre 30 y 40 por ciento en la Semana Santa de 2019 frente a la de 2018 como consecuencia del paro.
La procesión del Lunes Santo o Procesión del Clero, fue restituida en el 2017 tras 111 años de no celebrarse. Foto:@ingeniomasfotografia
También es diciente el Balance Estadístico de Semana Santa 2019, presentado por la Cámara de Comercio del Cauca, que reveló que el 3 de abril de ese año –cuando la carretera estuvo cerrada– se registró una cancelación de reservas hoteleras del 61 por ciento. Ese día la ocupación de los hoteles fue de 3 por ciento.
María Fernanda Moreno, profesora del programa de Turismo de la Universidad del Cauca, opina que la Semana Santa no se limita a las procesiones. “Es muy importante porque la gente se prepara para dar a conocer elementos característicos de la ciudad y del departamento. Hay exposiciones de orquídeas; está Manos de Oro, en el claustro de Santo Domingo, donde se exhiben artesanías del Cauca y de otras regiones, y se hace el Festival de Música Religiosa”, manifiesta.
“Puedes no ser católico, pero al paso de la procesión guardas silencio, te subes al andén; y si tu casa está en el centro, apagas la luz”.
Ella agrega que en esta temporada vuelven muchas personas que se han ido a vivir a otras partes: “Vienen a Popayán a verse con los amigos y la familia, a comer empanadas de pipián, a recordar historias de la infancia. Es un encuentro con las raíces”, dice.
Monika Anacona, coordinadora de Turismo de la Secretaría de Cultura y Turismo de Popayán, enfatiza el respeto que inspira la Semana Santa. “Puedes no ser católico, pero al paso de la procesión guardas silencio, te subes al andén y si tu casa está en el centro apagas la luz”, cuenta. “Yo agradezco por la salud y por el trabajo”, declara.
Su fervor es similar al de muchas personas del común en la ciudad, como Luz Mila Botero, quien cada año pide lo mismo. “Quiero encontrar a la familia de mi padre fallecido, Hernando Botero Palacio, nacido en Supía (Caldas). Mis hijos me dicen que no sufra más por eso, pero es mi anhelo”. Ella, al igual que Popayán, nunca pierde la fe.