Las arhuacas y sus sueños , en la lente de una fotógrafa inglesa

La artista acompañó a estas mujeres y captó, en imágenes, el proceso creativo de sus tejidos.

La fotógrafa inglesa Natasha Johl presenta, en Minka (Santa Marta), los retratos que les hizo a las mujeres arhuacas. Foto: Natasha Johl

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Entre selva, río, hiladas, chismes, chistes, charlas femeninas y picos nevados se fue tejiendo la serie fotográfica ‘Dream Weaver’ o Tejedora de sueños, en español. El nombre se debe a “la relación de las arhuacas que tejen sus sueños en una mochila, y al mismo tiempo su cotidianidad guiada por lo que sueñan. Yo tomo la inspiración de mis sueños e intuición y pienso que narrar también puede ser como tejer”, describe la fotógrafa inglesa Natasha Johl, quien desde el pasado 15 de abril expone su nueva obra en la sede de la fundación 'SonidoSelva' en Minca, corregimiento de Santa Marta.
Los arhuacos son uno de los cuatro grupos indígenas que residen en la Sierra Nevada de Santa Marta, junto a los Kogui, Wiwa y Kankuamos. Y tejer es para las indígenas arhuacas una actividad vital. El primer tejido que le presentan al mamo es su carta de presentación para entrar a la vida adulta comunitaria. Desde entonces y por todos los días de sus vidas, entrelazan hilos de algodón, fique o lana en sus telares representando su cosmovisión sobre el tiempo, el espacio, la fertilidad y la naturaleza en patrones de líneas, figuras y diseños.
En 2014, una líder de los arhuacos en el Magdalena, Judith Torres, le pidió a la fotógrafa que documentara cómo las mujeres tejían las mochilas de comienzo a fin porque les preocupaba que sus mochilas no fueran valoradas lo suficiente por los dueños de las tiendas que las vendían ni por los compradores finales. Asimismo, querían crear una fundación para que las mismas mujeres pudieran comercializarlos directamente a un precio justo.
Fue así como Natasha emprendió ocho viajes de cuatro y cinco horas en moto, a veces, y camioneta 4x4, otras, avisando su visita con dos días de anticipación, para llegar a las comunidades de la cima de la montaña detrás de Fundación, en la zona de El cincuenta, y documentar su cotidianidad.
“Históricamente no les gusta mucho trabajar con fotógrafos. Así que ha sido un honor que me escogieran para tomarles las fotos a ellas y tener libre a cualquiera de las comunidades sin tener que pedir permisos individuales de los mamos en cada comunidad que visitaba. Me han dado permiso para toda la vida. Mi dedicación a ellas y de ellas hacia mí me dio mucha confianza en mi propio trabajo fotográfico porque han sido comunidades de difícil . La fe en este trabajo, me ayudó a tener fe en mí misma como artista”, dice.
Con el tiempo, fotógrafa y fotografiadas empezaron a construir una relación cercana, y pasó de documentar su día a día a hacer fotos más artísticas encontrando cierto ejercicio de meditación y paciencia en el tejer las mochilas.
“Las fotos de los arhuacos que más se ven son de los hombres, de los mamos, lo cual es muy interesante de retratar, pero no hay mucha fotografía íntima y creativa de las arhuacas”.

Una de las obras que Natasha Johl expone en Minca, Santa Marta. Foto:Natasha Johl

Ella también ha tejido su propia vida. Un día quiso tener una pausa de su exitoso, aunque ajetreado trabajo en publicidad, en el centro de Londres, y salió a hilar un camino diferente. Se enamoró de Cartagena, en donde terminó viviendo y dando clases de literatura inglesa, sociales y arte en un colegio privado en 2011. Pero su fascinación por el bosque y la selva la llevó a visitar muchas veces Minca (a 24 kilómetros de Santa Marta), y finalmente a mudarse allí en 2014.
Natasha Johl participó en varias exposiciones en Londres y se recuerda a sí misma como una apasionada por la imagen desde los diez años, pero es en Minca donde ha logrado cumplir su sueño más íntimo de desarrollar un proyecto eco-artístico en el bosque con mujeres indígenas.
Su mamá era una enfermera inglesa, que se conoció con su papá en la universidad, un ingeniero de la India. De la condición de migrante de su papá, heredó su entusiasmo por viajar. De su abuelo materno inglés, que era pescador, su atracción por el poder del agua, que es sagrada para los Arhuacos, mientras que del lado hindú tiene parientes en Nueva Delhi, así como raíces rurales de la región de Punjab, de donde cree que viene su devoción por la tierra (el campo).
No sabe cómo definir exactamente las conexiones que encuentra entre las culturas de India y Colombia, “es un sentir”, dice, pero visualmente, Fundación y los alrededores de Aracataca, Magdalena, le recuerdan mucho a la India rural, tantas veces visitada por ella, tanto como la emoción de descubrir cada día hierbas y especias hindúes como la cúrcuma, el jengibre y el limoncillo tanto en la selva como en su propio jardín.

Natasha Johl posa al lado de uno de sus retratos. Foto:Natasha Johl

Hoy, es la luz del sol la que le dicta la hora de dormir y de levantarse. Llevará mochila arhuaca y una sosegada vida de campo colombiano, pero todavía se despierta con una taza de té inglés; por la mañana juega con su hijita de cuatro años nacida en Minca y llamada Sierra; trabaja durante el día y por la tarde camina por la montaña, el río o el parque (si no es temporada de lluvia). También medita, lleva un diario, va más despacio, toma aire puro y fotos que ahora comparte.
Por Lucero Rodríguez
Especial para EL TIEMPO

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