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Entrevista
Esta es la entrevista más personal de Gregorio Eljach, el nuevo Procurador General
Gregorio Eljach es el hombre que oye y aconseja a todos los senadores. Es el poder detrás del poder.
Eljach dice que cree en la Constituyente. Foto: Pablo Salgado / Revista BOCAS
El secretario del Senado, Gregorio Eljach Pacheco, es el poder detrás del poder. Por sus manos, en 12 años que lleva en el cargo, han pasado más de 700 leyes. Una sola coma que él cambie puede modificar el sentido del proyecto. Nació en Fusagasugá, pero come chivo y empanadas de pipián –se crio en San Juan del Cesar (La Guajira) y estudió en Popayán (Cauca)–. Fue galanista en su juventud, ingresó a la política gracias a Aurelio Iragorri y lleva 34 años trabajando en el Congreso. Sonó para ser procurador hace cuatro años, pero un amigo lo traicionó. Esta vez espera que la historia sea otra. El 20 de julio fue reelegido para estar dos años más en la Secretaría, uno de los cargos más poderosos del Estado y uno de los que tienen el mejor salario. Esta entrevista se la concedió a la entrevista BOCAS cuando su nombre empezó a sonar para ser procurador.
En el comedor de Gregorio Eljach Pacheco (Fusagasugá, 1959), el secretario general del Senado, se sientan los congresistas más poderosos de Colombia. Y no precisamente para comer. En un día cualquiera, por su oficina pueden pasar congresistas como Efraín Cepeda, Iván Name, María Fernanda Cabal y María José Pizarro, solo por dar unos nombres. Y para que estén más cómodos o puedan estar más personas, no despacha en un escritorio común y corriente, sino en un amplio comedor de madera sólida. Eljach también se habla con los magistrados de las altas Cortes y recibe sus llamadas casi a diario, y durante las sesiones plenarias les habla de tú a tú a los ministros. Además, le habla al oído al presidente del Congreso. Todos necesitan a Eljach: es el hombre que le sirve al reino. Su figura en la política colombiana es tan esencial como la del impasible Tom Hagen en El Padrino o la de Tyrion Lannister en Game of Thrones.
Es, desde el 2012, secretario del Senado y el 20 de julio fue reelegido para dos años más. Por sus manos han pasado más de 700 leyes, y si él cambia una sola coma que modifique el sentido de lo que quiso aprobar la plenaria del Senado se podría desatar una crisis institucional. Él, por su lado, dice que no es una persona poderosa, pero reconoce que tiene “alguna” influencia.
Por azar nació en Fusagasugá. Creció en San Juan del Cesar, La Guajira, y estudió Derecho en Popayán. Es el quinto de siete hijos del matrimonio de una payanesa católica y un ingeniero de pensamiento liberal. En su juventud participó en las huelgas universitarias de la Universidad del Cauca y fue seguidor de Luis Carlos Galán Sarmiento, por quien ingresó al Partido Liberal como militante. Gracias al poderoso cacique liberal Aurelio Iragorri Hormaza –con quien comenzó a trabajar en Popayán y quien le dio la mano para alcanzar sus primeros cargos públicos–, llegó al Congreso en 1990.
Gregorio Eljach nació nació en Fusagasugá. Creció en San Juan del Cesar, La Guajira, y estudió Derecho en Popayán. Es el quinto de siete hijos. Foto:Pablo Salgado / Revista BOCAS
Desde entonces vive y respira por la política, pero detrás del telón. Se convirtió en uno de los guardianes de las leyes y es considerado “el notario del Congreso”. Prácticamente todo lo que él certifique es ley. Una de sus misiones es velar porque no se cometan vicios de procedimiento y así evitar que la Corte Constitucional tumbe las leyes. Pero también aconsejar a los poderosos.
Eljach no ha estado libre de polémicas. El micrófono abierto le ha hecho pasar malos ratos; en el 2015, en un debate de control político se le escuchó decir: “¡marica, levanta!” para acabar con el episodio de marras en el que estaba como protagonista Gina Parody. Primero sufrió con la polémica, pero ahora se ríe a sus anchas y justifica su acción desesperada. Su otro capítulo polémico fue durante el acuerdo de paz del 2016, donde se estableció que en la Cámara de Representantes se adicionarían 16 curules para representantes de los municipios más azotados por el conflicto armado. El proyecto fue aprobado en medio del polémico 'fast track', pero en la conciliación en el Senado la iniciativa no alcanzó las mayorías, según Eljach. Se necesitaban 51 votos a favor, dijo Eljach, y el resultado fue 50 a favor y 7 en contra. El proyecto se hundió ante su veredicto, y en esos días incluso recibió amenazas. Hubo varias demandas para revivirlo y solo hasta el 2021 la Corte Constitucional determinó que los 50 votos eran suficientes para la aprobación de la iniciativa.
En el 2020 aspiró a la Procuraduría, un cargo que elige el Senado gracias a la terna que envían el presidente, el Consejo de Estado y la Corte Suprema, pero no quedó entre los finalistas por la traición de un amigo, al que –dice– no le guarda rencor, pero prefiere no mencionarlo. Y está en la lista para la próxima elección.
Gregorio Eljach es el poder detrás del poder. Lleva 12 años como Secretario del Congreso y por su manos han pasado más de 700 leyes. Foto:Pablo Salgado / Revista BOCAS
Conoció a los dos últimos presidentes de Colombia en el Senado y dice que a Gustavo Petro se le veía el talante. Asegura que todo periodo de transición es “traumático” y que los cambios que busca el jefe de Estado no se pueden hacer en cuatro años. Por eso cree que lo mejor es llegar a consenso y que se debe ceder. No cree en la Constituyente. Y por ahora no piensa en su retiro.
En el 2015, en un fuerte debate que citó Jorge Robledo a la entonces ministra de Educación, Gina Parody, por el mal manejo que le estaba dando al sistema educativo, usted protagonizó una polémica inolvidable. Dejó el micrófono abierto y se le escuchó decir: “no le des más papaya a Robledo... ¡marica, levanta!”. ¿Cómo fue esa escena?
Fue catastrófico (risas). El debate era presidido por Antonio José Correa, quien era segundo vicepresidente. Eran las 11:30 de la noche, todo el mundo estaba cansado y le habían pegado una vapuleada a Gina Parody, que representaba al Partido de la U, el partido al que yo pertenezco desde su fundación. El presidente encargado no sabía qué hacer porque el ambiente estaba muy caliente. El senador Jorge Enrique Robledo había hecho un debate muy apabullante, muy fuerte, muy drástico. Y la señora lloraba por allá atrás. Yo siempre he sido amigo de ella. Entonces, cuando el presidente me preguntó qué hacemos, yo le dije: “No le des más papaya a Robledo que está haciendo un show ahí. Marica, ¡levanta, levanta!”. Pero fue un comentario coloquial entre amigos. Él me preguntó y yo le respondí así. Todo el mundo estaba muy agotado, el debate llevaba más de 6 horas, pero el que no estaba cansado era el micrófono.
¿Qué le dijo Robledo?
Eso resultó muy chistoso. Estábamos en un debate muy fuerte y Robledo es un personaje muy importante en la política colombiana. Después, el mismo senador se sentaba a reírse conmigo. Nos veíamos y nos decíamos: “¡levanta!”.
Usted ha sido un testigo directo de la historia contemporánea del país. ¿Cuál ha sido el debate más duro en estos 12 años en la Secretaría?
Me acuerdo de la época del presidente Petro y el expresidente Uribe. Fue muy duro, el uno le decía guerrillero al otro, y el otro respondía diciéndole ‘paraco’. Fue un debate de extremos.
¿Y qué proyecto fue el más intenso?
Esto me han dicho que no lo comente… pero es la historia: En la época del acuerdo de paz se inventaron un trámite que no ha ocurrido en ningún país, el ‘fast track’, para aprobar que las reformas se hicieran rapidísimo. Esa fue una idea de Roy Barreras con el presidente Juan Manuel Santos. Roy era la cabeza de la Comisión I y lideraba eso en la plenaria. Hubo varias noches en las que amanecimos discutiendo el objetivo de los actos legislativos, incluyendo uno, que fue el de la creación de las 16 curules de paz en la Cámara. Esa noche yo di el resultado de la votación y dije que no alcanzaba para convertirse en acto legislativo, según mi entender, mi conocimiento, mi experiencia y las normas vigentes en ese momento. Se armó una pequeña tormenta. Hubo tutelas. ‘Fincho’ Cepeda era el presidente y tuvo que sacar un comunicado; demandaron. Pero ni en la justicia ordinaria ni contenciosa hubo nada. Solo cuatro años después, la Corte Constitucional estableció una nueva fórmula para hacer esas cuentas porque no había una fórmula infalible, y yo apliqué lo que se había aplicado toda la vida. La Corte, cuatro años después, dijo que las cuentas había que hacerlas de otra manera y si se hacía así y se la aplicamos a ese proyecto, entonces da medio punto más, entonces sí pasaban. Y ahí están las 16 curules.
"Me acuerdo de la época del presidente Petro y el expresidente Uribe. Fue muy duro, el uno le decía guerrillero al otro, y el otro respondía diciéndole ‘paraco’", recuerda Eljach. Foto:Pablo Salgado / Revista BOCAS
¿Y qué pasó?
Me refiero a que, aun así, en un tema tan sensible como la votación, que es la que define qué se aprobó y qué no se aprobó, duró cuatro años de discusión. Y la Corte hizo muchos esfuerzos por tratar de demostrar que sí había alcanzado, pero ya fue por razones políticas, porque la Corte también es política. Es que la Constitución es la Constitución Política, no jurídica. Y ahí están los 16 señores; no sé si ha servido o no para la paz, pero ahí están.
¿Se considera poderoso?
No, más bien soy un gran servidor y tengo alguna influencia, que es diferente a poder. Puedo ejercer influencia con una idea, con un proyecto, con un aporte. Pero poder… yo no tomo decisiones.
Usted es el secretario del Senado. Quienes están metidos en el mundo de la política saben cuál es su función y cuál es su poder, pero ¿cómo describe su cargo?
Es muy importante. Tiene unas responsabilidades grandísimas, no solamente allá adentro, sino frente al país y la comunidad internacional. Tiene asignadas muchas competencias, muchas funciones. Diría que tiene excesivas responsabilidades. Se hace desde llamar a lista en las sesiones hasta responder demandas contra las leyes en la Corte Constitucional, manejar los expedientes de las leyes que se están tramitando, organizar los debates de control político, recibir las proposiciones, organizarlas, contar los votos. Además, toca llevar una buena relación, cordial, respetuosa, con todos los senadores. A veces no es fácil, porque uno también tiene su corazoncito, tiene sus inclinaciones ideológicas. Se trabaja 24 horas todo el año.
Pero también asesora a la Mesa Directiva sobre cómo proceder en ciertas decisiones...
Esa es una tarea que nadie ve. Muchas veces, por ejemplo, se recomienda suspender una votación para salvar el proyecto o incluso se sugiere nombrar una comisión accidental si la discusión está muy enredada. La Corte Constitucional toma como verdadero y cierto lo que yo certifico. Eso es una responsabilidad muy grande.
Una coma que usted cambie puede modificar el sentido de toda una ley, ¿se considera el notario del Congreso?
Una ventaja es que tengo un equipo muy experimentado y formado. He hecho que se formen académicamente porque, al final, todo es responsabilidad del secretario. Eso me da la tranquilidad de que en 12 años nunca nos han tumbado una ley porque haya algún error notorio en una redacción.
¿Algún congresista, empresario o alguien le ha ofrecido dinero para que cambie algo de una ley?
No, jamás. Ni lo permitiría. Sería una equivocación muy grande porque yo sí tengo un carácter fuerte, recio, que a veces lo confunden con que me mantengo bravo. No soy bravo, es que digo las cosas como son.
¿Cómo es lidiar con congresistas y en un espacio donde hay tantos egos reunidos?
Hay una clave y es no olvidar que uno es subalterno, que ellos son los jefes, que son los que lo eligen a uno. No para hacerles reverencia, sino para tener en cuenta que hay una jerarquía. Uno tiene que respetar el desacuerdo. He tenido muchas diferencias con bastantes senadores, incluso con el hoy presidente Gustavo Petro cuando era congresista, y teníamos discusiones respetuosas. Pero quien tiene la ley Quinta en la mano es el secretario y la formación de jurista da una ventaja grande. Pero he aprendido que si tengo una diferencia académica o jurídica con un congresista, espero que la Corte Constitucional diga quién tiene la razón, porque ese es el árbitro final. Según un estudio, entre 2012 y 2023 se aprobaron 726 leyes, y solo 12 sufrieron reparos de la Corte.
"Una ventaja es que tengo un equipo muy experimentado y formado. He hecho que se formen académicamente porque, al final, todo es responsabilidad del secretario", dice Gregorio Eljach. Foto:Pablo Salgado / Revista BOCAS
Hablemos de su infancia. Nació en Fusagasugá, se crio en San Juan del Cesar (La Guajira) y estudió en Popayán.
Mis padres son Alfredo Eljach Sampayo, que ya falleció, y Luisa Pacheco, mi mamá. Fuimos formados a doble carril: por la cultura árabe, que trajo mi abuelo, un inmigrante, y por la cultura cristiana, católica, de mi mamá payanesa. Allá nacieron mis primeras hermanas, las dos mayores, los otros dos nacieron en Bogotá y yo nací en provincia.
¿Por qué en Fusagasugá?
Mi papá trabajaba con el Ministerio de Obras y era el interventor de la megaobra de la época, que era el telégrafo de Bogotá a Ibagué. Le tocaba estar allí. Uno de los campamentos quedaba en Silvania, Cundinamarca, y cuando a mi mamá le llegó la hora del parto, lo más cerca que había era Fusagasugá. Ahí nací, en el Hospital San Rafael, el 12 de marzo de 1959.
Pero todos dicen que usted es guajiro...
La parte guajira es la que me caracteriza, la que adopté. Allá me han declarado varias veces hijo adoptivo, ilustre. Me formé allá. Llegué casi gateando a San Juan del Cesar porque mi papá era el jefe de Obras Públicas del sur de La Guajira y tenía que hacer la carretera que conectaba a Barrancas con Valledupar, en Cesar. En eso se fueron décadas. Mi formación fue allí, mis primeras palabras fueron allí. Las condiciones económicas no eran muy favorables porque nosotros somos siete y un solo salario, por bueno que fuera, no alcanzaba.
¿En la casa se hablaba de política?
Mi mamá es payanesa raizal, de tradición payanesa, católica practicante. Y mi papá era un hombre de un pensamiento muy liberal, de avanzada. Era un librepensador marcado por las ideas liberales clásicas. No practicaba religión alguna.
¿Y cómo terminaron en Popayán, donde finalmente usted ingresó a la universidad y a la política?
Vino una coyuntura de trasladar a mi papá para el sur del país, buscando el retiro y buscando terminar en Popayán, la tierra de mi madre, porque él la adoró, y adoró esa ciudad. Ahí terminé el bachillerato y pasé a la Universidad del Cauca, intenté con Ingeniería, pero a los dos semestres me aburrí y no seguí. Pasé a estudiar Licenciatura en Historia, me gustaba mucho, pero era de noche y me desanimó que a los historiadores les pagaban muy poquito. No creí que fuera un buen panorama, me salí y me metí a Derecho.
Y empezó a estudiar Derecho en la Universidad del Cauca…
Año 80, febrero 11, esa fue mi primera clase de derecho. Tenía 20 años cuando ingresé y ya tenía un hijo y una esposa por responder, no por mantener, porque ella también trabajaba. Fui buen estudiante e hice activismo estudiantil.
¿Qué activismo?
Era un activismo sin militancia. Fue una coyuntura nacional porque había movimientos estudiantiles en las ciudades. Hacíamos mucho mitin y, a veces, marchas. Así conseguíamos las cosas. No era una época de violencia. Ahí entendí y aprendí el deber social de ser abogado, de ser jurista. Se trata de estar al servicio de la gente y que, lo que se haga, repercuta en el bien de la gente. Todo sobre una base muy religiosa: la ley de la compensación. Al fin ley. Yo creo en eso y siempre lo he hecho.
En su juventud fue galanista, ¿cómo fue eso?
Siempre tuve una inclinación por las ideas liberales, las traía desde la cuna. En aquella época el Partido Liberal era el glorioso Partido Liberal. Y ahí había una influencia muy grande, congresistas muy consagrados, muy prominentes. En esa época Luis Carlos Galán era del Partido Liberal y yo estaba en la idea del liberalismo social, pero sobre todo en las ideas de Galán, y le conseguía votos en el departamento. Él fue la bisagra para entrar a un partido como militante, con carné. Todavía lo conservo, todo feíto, pero lo tengo con mucho cariño.
La entrevista con Gregorio Eljach está en la nueva edición de Revista BOCAS. Foto:Archivo particular
Pero su padrino político fue el recordado Aurelio Iragorri Hormaza. ¿Cómo conoció a ese ‘monstruo’ de la política colombiana?
Él tenía una sede de su movimiento, y se la pasaba llena de gente. Había compañeros que tenían parientes que trabajaban con ellos y un día terminé con él allá, en una de las reuniones, y ahí nos fuimos como relacionando, haciéndonos amigos y él fue quien me propuso como personero la primera vez. Era un hombre carismático, como lo es su hijo, que se llama igual, muy alto, corpulento, fornido y de unas maneras de príncipe y un lenguaje absolutamente compuesto, bien organizado. Me llamó la atención que era ingeniero civil, al igual que mi papá; ellos fueron de la misma época y se conocieron y alcanzaron a jugar béisbol en la Universidad del Cauca. No sé por qué razón terminé siendo muy cercano a él.
Y con él llegó a Bogotá en 1990…
Iragorri fue elegido presidente del Congreso. Me invitó a que viniera a ayudarle. En ese momento también era presidente del Partido Liberal, entonces mi trabajo en el 90 no fue directamente en el Congreso sino en el Partido Liberal, en su oficina. Mi jefe era Germán Vargas Lleras, secretario del partido en ese momento. Era un joven muy destacado, muy brillante. Pero vino la coyuntura de la Constituyente y la necesidad hacía que mi trabajo no fuera en la sede sino en el Capitolio, pero como parte de la colectividad. Vino el cierre del Congreso, una turbulencia política, se eligió la Constituyente, se hizo la nueva Constitución y ahí se eligió al nuevo Congreso. El presidente era Carlos Espinosa Faciolince, también liberal de la costa. Ya me iba a devolver, porque Iragorri no era presidente del Congreso ni del Partido y le entregó la presidencia a Alfonso López Michelsen, pero el expresidente no me dejó devolverme, que tenía que quedarme ayudando. Yo llevaba los procesos en el tribunal, no hacía nada legislativo. Me dijo que no me fuera y que me quedará, y 34 años después aquí estoy.
Y luego llega al Congreso...
Cuando Iragorri estaba de presidente nos dejó un contrato de prestación, figura que todavía existe con la misma tragedia que no pagan a tiempo. En la Constituyente se creó una comisión nacional de ordenamiento territorial y el Congreso tenía que tener la paralela, el espejo. Entonces, en una de esas hubo una reunión de los grandes jefes del Congreso y dijeron: “Gregorio, redacte una proposición creando una comisión accidental sobre ordenamiento territorial, porque la ley Quinta no la contempló”. Yo fui quien la redactó. Una vez se aprobó, me dijeron que mi trabajo ahora sería ser secretario de esa comisión, pero de contrato. Y ahí empecé como servidor oficial.
¿Cómo era ese Congreso al que usted llegó?
Tenía un sentimiento de iración, casi de reverencia. Cuando entré por primera vez al Capitolio sentí el peso de la historia, la dignidad de donde se ha hecho la Constitución, las leyes y la gran política. Y no lo digo por retórica, sentí esa energía que está acumulada allí.
Ahí estuvo 20 años. ¿Cómo termina siendo secretario del Senado?
Abrieron la convocatoria y me presenté. Éramos 116 candidatos y fui elegido por mayoría simple. No fui subsecretario. Llegué a aprender.
Lo han amenazado varias veces. ¿Cómo han sido esos episodios?
Han sido momentos difíciles. Recuerdo la época de las 16 curules de paz cuando di el resultado de una votación que no alcanzaba. Hubo muchas amenazas, incluso entrando al Capitolio. Me hacían llamadas intimidantes, me gritaban cosas en la calle. Una vez entrando a Unicentro me pegaron una insultada por algo que yo ni sabía de qué se trataba. Un señor casi me pega. Yo reaccioné, pero mi exesposa me dijo: “cuidado que tú eres el secretario del Congreso; deja que hable”. Entonces aprendí a oír y a no responder. Uno no se puede enganchar con nadie.
"Una vez entrando a Unicentro me pegaron una insultada por algo que yo ni sabía de qué se trataba. Un señor casi me pega. Yo reaccioné, pero mi exesposa me dijo: “cuidado que tú eres el secretario del Congreso; deja que hable”", recuerda Eljach. Foto:Pablo Salgado / Revista BOCAS
¿Qué pasó hace cuatro años cuando se habló de su posible llegada a la Procuraduría?
(Risas) Fue mejor que no pasara nada. Me presenté siendo secretario general por el Consejo de Estado. Quedé en la votación final con otros amigos, esperaba que un amigo muy importante en el poder colombiano me hiciera el gran favor de arrimarme unos votantes. Los votos del amigo nunca aparecieron.
¿Quién es ese amigo?
No, le prometí que no iba a contar eso. Lo quiero mucho, pero son ofrecimientos de campaña que uno puede hacer.
¿Y por qué decidió volver a aspirar a la Procuraduría? ¿No lo volverán a traicionar?
Creo que puedo hacer un gran aporte a la paz política de Colombia si soy elegido Procurador General de la Nación. Aspiro a liderar una gran transformación del Ministerio Público en defensa del ciudadano, del ejercicio pulcro de lo público. Y pondré todo mi conocimiento y mi experiencia al servicio de una tarea institucional para que, con todas las fuerzas vivas de nuestra patria, cese la polarización.
¿A qué congresista del Pacto Histórico ira?
De la izquierda actual iro a Clara López, Isabel Zuleta y iro mucho a Aída Avella. Las tres de un estilo y épocas distintas. Entre los hombres, a Iván Cepeda. Es un histórico, un batallador, silencioso, trabajador, muy entregado a la paz. Y no está ahora, pero Alexander López fue un congresista excepcional. Muy aplicado y estudioso, muy entregado a la gente de abajo.
¿Y cuál es el político que más ira, en general?
Tengo una cercanía y hasta gratitud con Juan Manuel Santos. Me parece que es un señor equilibrado, con una formación académica muy superior y con un talante de buen colombiano, de hombre grande, de proyección planetaria. También Iragorri, mi referente para todo. Me formé a su lado y aquí estamos. Podría hablar de Roy Barreras, que también es un hombre superior, culto. Álvaro Uribe también es un gran hombre. Actualmente creo que hay una persona que se destaca por su antigüedad, por su forma de tratarnos a todos, por su manera de ser respetuoso de los demás y su sentido humanístico, que es el senador Efraín Cepeda. ‘Fincho’ es un componedor. Es un hombre que une.
¿Cuál ha sido el orador que le ha tocado?
El mejor siempre fue Roberto Gerlein, no solamente por su estilo personal, también por su contenido. Era un señor muy ilustrado. Era de los pocos que cuando tomaban la palabra todo el mundo hacía silencio. Nunca perdió su esencia caribe. Era de una cultura elaborada, con buen sentido del humor. Siempre un hombre con un porte elegante. Le daba decoro a donde llegaba. Era imponente y se distinguía por su buen vestir y sus buenas maneras. Ese sí era un orador. No he vuelto a ver a alguien así como Roberto.
¿Pensó en aspirar al Senado?
No; me ofrecieron desde el Concejo de Popayán, la Asamblea del Cauca. El mismo Iragorri me ofreció encabezar la lista, pero no. Nunca me vi en una tarima.
Conoce al presidente Gustavo Petro hace muchos años, ¿pensó que sería presidente?
No así tan categórico, pero sí se le veía el talante. Su desempeño brillante en el Congreso no fue precisamente por legislador sino por control político. Eso pesó más. Si bien hubiera podido hacer las mejores leyes, no hubiera llegado a presidente por ahí.
¿Cómo ha visto la presidencia de Gustavo Petro?
Todo periodo de transición es traumático. Los cambios que él ha abanderado son profundos, que no se hacen en corto tiempo. Uno en cuatro años no puede cambiar una inercia política de casi 200. Pero él tiene esa convicción, propone sus ideas y las lleva al Congreso. Que no todas tienen éxito, claro; es que son intereses contrapuestos entre lo que él quisiera hacer y lo que el resto de los actores de poder quieren permitir o no. Pero todo esto se puede superar llegando a acuerdos, y para llegar a acuerdos todos tienen que ceder.
¿Qué opina de la propuesta de constituyente del Gobierno? ¿Le caminaría?
Antes de definir temas y procedimientos, se debe definir si se necesita una constituyente, porque es una solución muy avanzada, como una cirugía profunda a un paciente que está gravemente enfermo, pero si se puede mejorar mediante otros tratamientos, pues es preferible no llegar al extremo de tener que meter al paciente en UCI, y qué tal que se nos quede. ¿Se necesita o lo podemos resolver de otra manera? ¿Es urgente o tiene tiempo para hacerse? Pero además hay un valor histórico. Cuando estamos bien en la fiesta, siempre somos ¿para dónde nos vamos? Esta Constitución es relativamente joven, de 33 años, que no ha sido desarrollada porque la política colombiana no ha dado para más, entonces hay que entender que las Constituciones son piezas de organización social y política de largo plazo, como las casas de antes, que las hacían para 200 años. Uno no puede poner un país y a una sociedad en esa incertidumbre.
Un viejo conocido volvió al Congreso, el ministro Juan Fernando Cristo, quien también fue senador. ¿Qué opina de su nombramiento?
Tuve a Cristo de presidente del Senado, recién entré. Además de que tenemos ideas, principios comunes, por militancia y formación. Era un hombre muy activo, casi que hiperactivo. Tenía una capacidad increíble de resolver varias cosas y atender varios temas en su pupitre al tiempo, todo lo resolvía y le salía bien. Tiene una gran capacidad ejecutiva, conoce la historia universal. Es un hombre con una cultura sólida. Y es un señor de muy buenos tratos, muy elegante, muy bien puesto. Pero lo que más le resalto es esa capacidad de componedor, de no ser radical, de encontrar la línea del medio para que la institución avance. Cristo es un hombre institucionalista. Ahí está, ¿qué ministro del Interior ha repetido con gobiernos de centro y de izquierda? Nadie.
¿Qué no le gusta del Congreso?
Me gustaría que haya un mecanismo que no permita legislar sobre cualquier cosa. Se pierde mucho tiempo legislando sobre temas locales que deberían estar en las asambleas locales o departamentales. Hay mucho tema que debería dejarse en manos del Ejecutivo. Quisiera más control político y menos desgaste legislando. El control político hace más eficiente el trabajo de los congresistas que legislar, legislar y legislar. Porque además de la ley falta ver si se cumple.
¿Se considera un académico del derecho parlamentario?
Yo lo que soy es aficionado. Pero tengo mis conceptos. Por ejemplo, el Escudo nacional, que es sagrado para nosotros, dice arriba: Libertad y Orden. Ellos lo hicieron en su momento porque eran las dos grandes corrientes. Pero yo digo que si pudiera modificar esa leyenda diría ‘Libertad en orden’. Vamos a vivir en libertad, pero también en orden. Y otro es una cosa que siempre he dicho en mis clases. Cuando uno entra a Derecho lo primero que le enseñan es un aforismo latino que dice ‘dura lex, sed lex’, que traducen un poco mal: dura es la ley, pero es la ley. Pero le da más peso decir: dura es la ley, porque es la ley. Hay que cumplirla porque es la ley, esta es el mandato supremo en cualquier sociedad civilizada, organizada. Me pongo en esas cuando la clase está muy harta.
Hace unas semanas en radio se habló que usted es una de las personas que más dinero ganan en el Estado. ¿Cómo es eso?
(Risas) Hay dos regímenes, los que entraron del 70 en adelante y los que entramos del 95 en adelante. Los que entramos después fuimos de malas y no tenemos ese régimen bondadoso y generoso. Entendía que esa vaina es chistosa y uno qué se va a poner a molestar, porque uno no puede ocultar cuánto se gana como empleado público, así como no puede ocultar un hijo natural que tenga. Eso es una pendejada. El sueldo básico no es tan grande, pero hay bonificaciones que hacen que el ingreso se vea notorio. Es un sueldo importante que refleja la importancia del cargo en el que estoy y la responsabilidad que tengo. Pero hay desajustes porque en la misma institución hay gente que hace menos, pero gana más.