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Entrevista

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Carlos Fernando Galán exige al Gobierno respetar la autonomía de Bogotá / Entrevista con María Isabel Rueda

El alcalde de Bogotá dice que el Gobierno Nacional no ha sido receptivo en su pedido de ayuda para evitar la insuficiencia de servicios públicos en la ciudad.

El alcalde mayor de Bogotá, Carlos Fernando Galán, en el Palacio Liévano, sede de la istración distrital.

El alcalde mayor de Bogotá, Carlos Fernando Galán, en el Palacio Liévano, sede de la istración distrital. Foto: Mauricio Moreno. Archivo EL TIEMPO

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El mandatario distrital dice que el Ejecutivo no ha sido receptivo en su pedido de ayuda para evitar la escasez energética, de agua y de gas que se avecina en la capital. También les pide al presidente Petro y a su ministra de Ambiente, Susana Muhamad, que no se entrometan en las competencias del Distrito, frenando obras vitales.

Alcalde, la gente está aterrada pensando en este escenario: 2025 sin agua, sin gas, sin luz...

Vamos por partes. En lo que tiene que ver con agua, la meta nuestra es que con las medidas que tenemos en marcha hoy, con las obras que se están avanzando en Tibitoc, y ojalá con la ampliación de la concesión para traer más agua del Agregado Norte, superaremos la situación que atravesamos. Estamos, además, mirando alternativas de largo plazo, las obras grandes que hay que hacer en el sistema en Bogotá y sus alrededores, bien sea Chingaza Norte, Sur; también analizar aguas subterráneas y la reutilización de aguas servidas; las que se tratan hoy en la planta de Salitre pueden parcialmente utilizarse en usos no potables, como los industriales, y así le quitamos presión a Chingaza.

Parte del problema del cambio climático es que cada vez resulta más imprevisible…

Sí, y entonces hay que tener eso en las matrices de riesgo contabilizado. El Ideam nos dice que viene el fenómeno de La Niña en dos meses, pero puede pasar que no suceda, como ocurrió este año, en que nos anunciaron que vienen lluvias en marzo, no llegaron; en abril, no llegaron; después nos dijeron que viene el fenómeno de La Niña en julio, no llegó; que en agosto, tampoco llegó, que en septiembre, tampoco. Eso es cambio climático. Puede que vengan años iguales, como puede que vengan años con muchísimas lluvias. La clave es trabajar, con evidencia y con los técnicos, para definir cómo reducir la dependencia en un sistema único, distribuir mejor el abastecimiento de agua en Bogotá, tener deferentes alternativas.

¿Esta crisis lo tomó por sorpresa?

Con la alcaldesa en el empalme no se habló de la coyuntura que ya mostraba una situación difícil, crítica. Cuando llegamos, Chingaza estaba en un 41 por ciento de su nivel, históricamente ha traído el 70 por ciento del agua que consumimos; el 25 por ciento ha sido el Agregado Norte, que es el río Bogotá; y 5 por ciento, el Sur. Eso ya nos pone en una situación difícil y por eso empezamos a cambiar cosas, como imponer el racionamiento.

¿Siente que faltó que le dieran información en el empalme?

Pues no hubo una alerta sobre una situación que en ese momento ya era crítica y que requería medidas que tal vez se han debido tomar antes, es decir, coyunturales, no digo las estructurales; haber iniciado campañas de ahorro de agua antes, concientizar a la gente de que había una situación crítica desde antes. Eso lo empezamos nosotros. Entre las campañas de ahorro de agua, el racionamiento ha sido clave; sé que es impopular, pero es la medida responsable. Tenemos que pensar en cómo vamos a enfrentar la crisis que vivimos y la que viene el año entrante.

El Presidente dice que el alcalde Galán cree que con racionamientos se resuelve el problema del agua y que está equivocado…

Nunca he pensado que el racionamiento sea una solución de fondo, pero es lo responsable, por impopular que sea.

Hablemos de energía, la otra preocupación grande...

Bogotá y la región tienen una capacidad instalada de más o menos 3.500 megavatios; la demanda hoy es de 3.100 megavatios, entonces hay un margen de 400. Eso, según los técnicos, es muy poco; el margen debería ser mucho mayor, por lo menos de 1.000 megavatios.

¿Y por qué no lo es?

No tenemos hoy capacidad instalada ni tampoco capacidad de traer suficiente energía. Y en esa capacidad instalada que tenemos hoy está incluido Termozipa, una termoeléctrica vieja, de los años sesenta tal vez, o antes, que funciona con carbón, que contamina brutalmente. El cálculo que ha hecho el grupo de energía es que para compensar la contaminación que genera Termozipa hoy, tendríamos que decretar día sin carro 15 días al mes en Bogotá. O sea, contamina lo equivalente a los carros de Bogotá durante 15 días. Nos llega a fallar algo del sistema y tendríamos una situación crítica.

¿Y cómo evitar eso, que me suena al borde del abismo del apagón?

Terminar unas redes de transmisión que están en construcción desde el 2013 una, 2015 la otra, que han tenido muchas dificultades en términos ambientales por discusiones con comunidades. Está en un avance entre un 50 y un 70 por ciento su construcción. Le hemos pedido a la Nación que nos apoye, el grupo de energía está listo a sentarse con comunidades para revisar alternativas, que no cambien de fondo los trayectos, pero sí parcialmente si es que se justifica. Pero eso no ha avanzado lo suficiente.

¿Y qué hacemos en esa varada?

Si en los próximos cuatro meses o menos, inclusive, María Isabel, no se reactiva la construcción de esas redes, Bogotá va a tener problemas graves en el 2026 en materia de abastecimiento de energía, graves. El Presidente nos ha dicho: contemplen también alternativas de autogeneración, lo que estamos haciendo; inclusive el grupo de energía tiene 16 proyectos de comunidades energéticas. Pero eso realmente es muy poco comparado con la necesidad que tiene la ciudad. Además, la energía solar, que debemos contemplar como parte de la solución, tiene el problema de su almacenamiento. Puede utilizarse muy bien durante el día cuando hay buena iluminación, pero es costoso almacenar esa energía para la noche.

¿O sea que sí hay esa posibilidad de que, además de sin agua, nos quedemos sin luz?

Tenemos posibilidades, en el mediano plazo, de tener problemas de abastecimiento de energía. Ya hoy, en Bogotá y la región, hay 22 proyectos entre parques industriales y centros comerciales que tienen una garantía de a energía condicionada. Es decir, yo le voy a dar energía a usted cuando termine su proyecto, si terminamos estas redes; sino, no hay cómo darle energía.

Me da miedo pasar al tema del gas…

También problema, obviamente nacional y casi internacional; a finales de este año tendremos que importar más gas. Le he dicho al Gobierno Nacional que estamos totalmente de acuerdo con avanzar en la transición energética, pero hay que saberlo hacer y hacerlo viable. Es fundamental poder traer a Bogotá la energía que se va a generar, por ejemplo, en Colectora en La Guajira, que va a general tal vez más del 10 por ciento de la energía limpia de Colombia, eólica y solar. ¡Magnífico! Pero hay que poder traerla acá, y si no hacemos las redes de transmisión, ¿de qué sirve? Bogotá tiene solo una red para traer energía, la que se llama Primavera-Bacatá. Otras regiones como Antioquia tienen dos o tres redes. Por eso quiero insistirle al Gobierno Nacional en que active esa construcción para que no solo no haya en Bogotá racionamientos de energía, sino también para que le apostemos de verdad a la transición energética. Si no, es un engaño, porque estamos utilizando una termoeléctrica que genera con carbón.

¿Cómo vamos en el tema de salud en Bogotá?

La red pública de Bogotá tiene cuatro subredes que recibimos con graves problemas financieros. Nos hemos puesto en la tarea de poner orden en la casa, eso no es fácil; nos intervinieron la Subred Centro Oriente. Sí nos llamó la atención que después de esa intervención se hiciera la terminación unilateral del contrato del San Juan de Dios. Me he sentado con el Presidente, con el ministro de Salud a decirles: estamos listos a trabajar una fórmula para el San Juan de Dios, pero no han tenido en cuenta esa disposición de diálogo, y en cambio hicieron algo que puede generar situaciones jurídicas a largo plazo, complejas para la ciudad. He manifestado públicamente que ahí hay en cierta forma una intromisión en competencias del Distrito y una puesta en riesgo de los intereses de la ciudad y de la nación con esos eventuales pleitos.

¿Pero bajo su alcaldía qué se está haciendo para modernizar el sistema de salud?

Entregar los hospitales que estaban pendientes, como el de Usme, importantísimo para la red. Trabajamos para resolver problemáticas de Capital Salud, la EPS del Distrito, que tiene más de un millón de afiliados y no ha sido intervenida; tuvo un plan de mejoramiento, pero mantiene retos que estamos resolviendo. Tendrá nueva istración a partir de estos próximos días, Marcela Brun, que va a liderar la nueva etapa de la EPS. Y tenemos otros retos: Bogotá ha invertido más de 100 millones de dólares en la salud de migrantes no regularizados. Pero necesitamos apoyo que la Nación no nos da tampoco en salud.

Sigamos con más problemas locales: las basuras. La ciudad pocas veces ha estado así de sucia…

Sí, y estamos trabajando en eso. Recibimos un esquema de aseo que se contrató hace casi ya seis años, que tiene un modelo con unos operadores en cinco zonas de Bogotá; allí no se incluyeron, por ejemplo, lo que se llama puntos críticos de basura, que debemos pagar aparte y es muy largo dar varios días para que recojan un punto crítico. Eso lo estamos trabajando para cambiarlo, obviamente. Por ahora, el esquema que tenemos es con el que debemos trabajar hasta que sea aprobado el nuevo esquema, que arrancaría, esperamos, en febrero del año 2026.

¿Hasta el 2026?

Sí, porque el contrato que recibimos va hasta allá.

Pero es que no recogen, pasan varios días…

En algunos casos le estamos exigiendo más al operador, pero la gente también saca, por ejemplo, los residuos a la hora que no es. Estamos trabajando para que la gente sea más juiciosa en sacar la basura en el horario que corresponda y que el ciudadano no bote la basura en cualquier lado. Bogotá genera más de 6.000, casi 7.000 toneladas de residuos al día. La meta es reducir lo que se va al relleno sanitario en un 20 por ciento, aprovechando mucho más los residuos orgánicos para generar energía y ya la tecnología existe. Lanzamos un grupo adicional para cazar regueros, con unos vehículos especiales, que entró a operar la semana pasada y ese cambio va a empezar a verse.

¿No ha hecho falta un poco de pedagogía?

Pues parte del esfuerzo que se está haciendo es la campaña Mi Ciudad, mi Casa, que apela a que la gente vuelva sentir la ciudad; a concientizarla de problemáticas frente a las que el ciudadano nos tiene que ayudar. Y uno muy importante es en el tema de las basuras.

Seguimos padeciendo la inseguridad…

Es la preocupación más grande que tienen los bogotanos, no de hoy, sino desde hace rato, y por eso fue la apuesta más grande de la campaña. Encontramos a un grupo encargado de la seguridad dividido. Por un lado, la Fiscalía, por otro, la Policía Nacional, por otro, la Alcaldía; no se hablaban con confianza. Eso ya lo resolvimos y nos ha permitido producir algunos resultados; aún insuficientes, sí, pero ya podemos empezar a cambiar cosas. Por ejemplo, el hurto en TransMilenio se ha reducido en más de un 30 por ciento este año, comparando las cifras oficiales con el año anterior; y el hurto de celulares, en un 39 por ciento. Tenemos cerca de nueve indicadores de seguridad con mejoras.

¿Y qué ha empeorado?

El homicidio, particularmente en los meses de agosto y septiembre. Parcialmente tiene que ver con un enfrentamiento entre bandas criminales en el territorio. Ya identificamos 18 territorios críticos donde estamos logrado bajar esa tendencia ya en octubre. Bogotá tenía muy pocos recursos para seguridad y nosotros aprobamos en el Plan de Desarrollo un aumento cercano al 55 por ciento. Nunca antes Bogotá había tenido tantos recursos para combatir la inseguridad. Fortaleceremos las capacidades de la Policía. Las redes de apoyo con la ciudadanía y la tecnología. Bogotá, por ejemplo, hasta ahora está teniendo cámaras que reconocen placas, para cuando se roben un carro o cuando haya un fletero con moto. Instalaremos 200 cámaras este año, eso viene desde la istración anterior y nosotros vamos a multiplicar eso por 1.000 cámaras. Otro delito que nos ha aumentado es la extorsión. Y me preocupa mucho cuando hay esa extorsión silenciosa en que la víctima no les dice nada a las autoridades y les paga a los criminales. Se genera un miedo permanente, pero no hay denuncia. Necesitamos que todo aquel que sea víctima de extorsión denuncie, que confíe en que la Policía y la Secretaría de Seguridad lo van a apoyar. Por fortuna ha habido un aumento significativo de las denuncias y en más de un 80 por ciento de los casos hemos logrado que no se materialice la extorsión y se capture al responsable. En muchos casos se identifican como peligrosos grupos criminales y no lo son. Hace un mes, por ejemplo, desarticulamos y capturamos a unas personas en un call center de la extorsión, eran nueve personas y tenían libretos, tenían más de cien SIM cards de celular para poder llamar con un libreto preparado. Tenían, inclusive, la distinción del ‘extorsionista del mes’ para reconocer al que más recogiera. Hemos capturado a 178 personas por temas de extorsión en Bogotá este año. La apuesta que tenemos es coordinar bien, invertir en lo que es y persistir.

¿Pero está consciente de que la gente no está satisfecha aún con los resultados?

Sí. Falta mucho, vamos a multiplicar esfuerzos, pero el contexto nacional no nos ayuda, María Isabel.

¿En qué sentido?

Ese tema de la ‘paz total’ y la fortaleza que han tenido esos grupos ilegales a nivel nacional termina afectando a las ciudades, a todas.

Otra cosa que no ayuda es el doble lenguaje del Gobierno Nacional frente a las fuerzas de Policía y de Ejército: sí disparen, no disparen; sí hagan, no hagan… ¿Cómo maneja usted ese tema?

Pues nosotros sí estamos jugados en apoyar a la Fuerza Pública con toda. Ha habido casos específicos donde han intentado atacarla y le menciono el caso de unos disturbios en la Universidad Nacional, cuando unos encapuchados lanzaron bombas molotov a un motociclista y una patrulla de la Dirección Antinarcóticos de la Policía paró a ayudarle: le lanzaron cinco bombas molotov. Y ellos reaccionaron disparando. Entonces, salieron a tratar de acribillarlos ante la opinión pública. Yo salí a defenderlos. O sea, ¿qué puede esperarse cuando a un policía le lanzan una bomba incendiaria para quemarlo? Pues lógicamente un policía sale a defenderse si su vida está en peligro. Y para mí no es protesta un tipo encapuchado que le arroja a los pies o al carro de un policía una bomba molotov. Está cometiendo un delito grave.

¿Cómo estamos participando los bogotanos en la COP16 que precisamente arranca hoy?

Vamos a estar, desde luego, presentes allá. Además de nuestra enorme diversidad, Bogotá está avanzando, como ninguna otra ciudad, tal vez, en cambiar su impacto en el medioambiente. Estamos construyendo el metro. Estamos construyendo troncales de TransMilenio que van a ser eléctricas. Tenemos la flota de buses eléctricos más grande de Latinoamérica, tal vez, excepto Santiago de Chile, que nos gana por un poco, pero le vamos a ganar en los próximos tres años, estoy seguro.

Y usted tiene en la ciudad más de 500 frentes de obra abiertos…

Tengo 700. Buena parte es para construir un sistema de transporte público multimodal que reduzca el impacto en el medioambiente. Todo eso lo vamos a presentar en la COP16: proteger la biodiversidad en el marco del cambio climático, pero hay que decir cómo, concretamente. Me preocupan mucho las discusiones que se dan sobre impedir proyectos que requiere Bogotá, por ejemplo, la avenida Boyacá en el norte. Impedir proyectos dentro de Bogotá va a hacer que se expanda mucho más el impacto de una ciudad, sin tener la garantía de que se hace un buen urbanismo. Lo que estamos haciendo con el agua es parte de lo que vamos a presentar allá. La calidad del aire también, en lo que hemos avanzado. Como nunca antes, estamos haciendo inversiones en la cuenca del río Bogotá. Y presentaremos también la Planta de Aguas Residuales de Canoas, que va a tratar el 70 por ciento de las aguas residuales de Bogotá y el cien por ciento de las de Soacha. Ese es tal vez el proyecto ambiental, en términos de saneamiento, más importante de Latinoamérica.

Estoy oyendo hablar de Canoas desde que se lo robaron…

Desde hace más de treinta años, pero –por fin– se levantó una medida del Tribunal de Cundinamarca que permite avanzar en el proyecto. Esperamos poder dar luz verde a esa licitación en los próximos meses. Eso es de interés nacional porque tendrá un impacto en la cuenca del río Magdalena. Esperamos que la Nación nos dé luz verde.

¿Y al respecto, qué tiene que hacer la Nación, o sea, el Gobierno?

Ayudarnos con la garantía para poder asumir los créditos internacionales que necesitamos para poder financiar esa construcción.

Preguntas de coyuntura política: les han dado muy duro las bodegas petristas, ¿no?

Sí. A veces uno ve que lanzan unas estrategias de ataque coordinado con mentiras. Me he puesto en la tarea de evidenciarlas y de pedir rectificación. He logrado varias rectificaciones muy rápidas.

La ministra de Ambiente, Susana Muhamad, es una de las que le dan durísimo… ¿Será cierto que anda tras la presidencia o tras la Alcaldía de Bogotá?

Las aspiraciones políticas de cualquier fuerza política son válidas. Lo que me parece increíble es que cuando deberíamos estar trabajando coordinadamente entre las distintas instancias del gobierno para solucionar problemas, nos dediquemos a peleas que no los solucionan. Ya hay algunas que se han superado, espero yo, como la del metro de Bogotá, que ya va en 40,76 por ciento de avance en sus obras; la próxima semana se va a ver la primera columna en la avenida Caracas con 26.

¿No es como una derrota muy grande para el presidente Gustavo Petro que usted haya logrado sacar adelante ese metro de Bogotá contra toda su voluntad?

Fue un mandato de la ciudadanía. La gente votó para que, después de 80 años, Bogotá tuviera un proyecto contratado, con financiación y en ejecución. Se lo he dicho al presidente Petro: el metro es decisión de la ciudadanía, respetémosla y miremos para adelante en otros proyectos que se requieren. Espero que el Presidente pase la página.

¿Cuando usted dice que ojalá pase la página quiere decir que sus relaciones con el Gobierno Nacional han sido y siguen siendo difíciles?

Sí, han sido difíciles, por varias razones. He procurado respetar las instancias y las competencias de la Nación, pero he visto que el Gobierno Nacional, en algunos casos, tal vez por haber sido gobierno en Bogotá en el pasado, tiene unas posiciones sobre temas de la ciudad que quiere ahora asumir como Gobierno Nacional, lo que no le corresponde.

¿Por ejemplo?

Una ha sido el metro de Bogotá. Los recursos que le da la Nación a la ciudad para el metro no son un regalo, son un derecho. Otro es el tema de ordenamiento. Yo veo que la ministra de Ambiente habla de unos lineamientos o de unas determinantes ambientales para la sabana de Bogotá, interviniendo indebidamente en el ordenamiento territorial de la ciudad y de la Sabana. Eso no le corresponde a la Nación. Les he planteado que no pueden tomar ninguna decisión antes de que nos sentemos a discutir el tema. Deberían respetar a Bogotá, pero no han sido fáciles. Le dije al presidente Petro la semana pasada cuando nos convocó para la discusión del agua: Presidente, ojalá que en todos los temas tuviéramos un espacio de diálogo, aun cuando no nos pongamos de acuerdo, pero que sea diálogo y no que el Distrito se entere, a través de los medios de comunicación, sobre decisiones que ustedes toman, que nos afectan y que se inmiscuyen muchas veces en nuestras competencias.

¿Y qué le dijo?

No me respondió, siguió hablando del tema del agua, pero creo que le mandé el mensaje. Ojalá el presidente Petro, así como cuando él era alcalde y pedía respeto por la autonomía de la ciudad, ahora como Presidente de la República la respete.
MARÍA ISABEL RUEDA
Especial para EL TIEMPO

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