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Opinión
Columna de opinión: ¿rumba hasta las 5 a. m.? Una decisión que merece algo más que entusiasmo
Surgen preguntas esenciales que no encuentran respuesta en el texto publicado:
Operativos en zonas de rumba. Foto: Policía Metropolitana de Bogotá.
La Alcaldía acaba de publicar para discusión el borrador del decreto que modificaría los horarios de funcionamiento de las actividades económicas relacionadas con el expendio y consumo de bebidas alcohólicas en Bogotá. Según la propuesta, bares y discotecas podrían operar y vender licor hasta las cinco de la mañana (5 a. m.). La medida, sin embargo, no cobijaría a billares, licorerías, cigarrerías, estancos, bolirranas, galleras ni canchas de tejo, cuyos horarios se mantendrían restringidos entre las diez de la mañana (10 a. m.) y las once de la noche (11 p. m.).
La posibilidad de rumbear hasta el amanecer entusiasma a muchos, especialmente a jóvenes y propietarios de establecimientos nocturnos. Y no es para menos: extender los horarios de rumba podría dinamizar la economía nocturna, atraer más turismo e impulsar la idea de una Bogotá 24 horas. Sin embargo, al leer el borrador surgen preguntas esenciales que no encuentran respuesta en el texto publicado:
¿Estamos preparados para asumir las implicaciones de esta decisión? ¿Qué tanto se podría incrementar la violencia o la siniestralidad vial? ¿Cuántos policías adicionales se necesitarán para garantizar la seguridad en la madrugada? ¿Puede aumentar el consumo problemático de alcohol? ¿Están listos los hospitales y servicios de urgencias para soportar una mayor presión? ¿Cómo afectará esta medida a las familias que habitan cerca de las zonas de rumba?...
Bogotá refuerza operativos en zonas de rumba Foto:Policía Metropolitana de Bogotá.
El decreto, más allá de las buenas intenciones, resulta insuficiente. Se equivoca al justificar la medida apoyándose en estadísticas de seguridad y convivencia que supuestamente respaldan la extensión horaria como un mecanismo para prevenir comportamientos delictivos y violentos. Paradójicamente, la evidencia señala que la violencia, los siniestros viales, las riñas y las lesiones personales tienden a aumentar durante la madrugada, precisamente cuando el consumo de alcohol alcanza su punto máximo y disminuye la capacidad de autocontrol.
Si fuéramos una sociedad mediada por la resolución pacífica de conflictos y el consumo responsable de alcohol, quizá la medida tendría mayores probabilidades de éxito. Pero nuestra realidad dista mucho de ese escenario ideal. No es casualidad que istraciones anteriores, como la de Antanas Mockus, hayan impulsado políticas restrictivas como la “hora zanahoria”, orientadas a proteger la vida y la convivencia, aunque resultaran impopulares.
En el fondo, no se trata de limitar la vida nocturna ni de frenar el dinamismo de la ciudad. Se trata de hacerlo bien, con responsabilidad y sin improvisaciones. Una Bogotá nocturna debe construirse sobre bases sólidas: sistemas de transporte seguros y eficientes, control riguroso en la venta de alcohol, reducción de la contaminación acústica, ampliación de la presencia policial y campañas sostenidas de educación para el consumo responsable y la resolución pacífica de conflictos.
Por ello, antes de firmar el decreto, el alcalde debería contemplar la implementación de un plan piloto que permita evaluar el impacto real de la medida. No basta con extender el horario de rumba; hay que preguntarse si estamos listos para que la ciudad despierte con más oportunidades... o con más problemas.