La ciudad se llenó de propaganda política. Por donde usted se desplace, se encontrará avisos, afiches, vallas, pasacalles, muros y hasta carros decorados con publicidad de cuanto candidato quiere posicionarse en la opinión pública.
Mucha de esa publicidad no cumple siempre con las normas, pues lo importante para esos candidatos es aprovechar la ubicación de la fachada de cualquier tipo de predio para poner un cartel o una valla, no importa que sea ilegal o tenga dimensiones desproporcionadas. Ejemplos sobran en casas, edificios y establecimientos comerciales ubicados al lado y lado de las principales vías de la ciudad.
Toda esa propaganda electoral irregular contribuye a generar mayor contaminación visual en la ciudad, fenómeno que no es nuevo y que se desborda para las elecciones locales.
De acuerdo con el artículo 29 de la Ley 130 de 1994 les corresponde a los alcaldes y registradores municipales “regular la forma, característica, lugares y condiciones para la fijación de carteles, pasacalles, afiches y vallas destinadas a difundir propaganda electoral…”. Por lo tanto, los alcaldes son los responsables de regular y controlar ese tipo de propaganda, y están obligados a realizar los respectivos reportes ante al Concejo Nacional Electoral y la Procuraduría General de la Nación.
En el caso de Bogotá, la Secretaría de Ambiente es la entidad responsable de vigilar que se cumplan las normas para publicidad exterior visual en época electoral y, para ello, cuenta con el marco normativo de la Resolución 707 de 2023.
Pero es difícil para esta entidad regular un problema con actos istrativos, pues la contaminación no es por falta de control sino que obedece más a los comportamientos inadecuados de muchos simpatizantes de las campañas políticas y, en algunos casos, hasta de los mismos candidatos.
A la excesiva publicidad exterior visual se suman la contaminación de ruido por el perifoneo, la ocupación indebida del espacio público en plazoleta y andenes, y hasta el acoso permanente de los simpatizantes de los candidatos en la salida de las estaciones de Transmilenio y los centros comerciales. Basta ver la cantidad de propaganda política -volantes, almanaques y papeles en general- que queda en el espacio público una vez se retiran.
Y preparémonos porque esta semana será de mayor intensidad la contaminación visual con los recordatorios de por quién votar y cómo hacerlo.
Resulta paradójico que en materia de publicidad exterior visual se sigan presentando los mismos problemas de hace 30 años, y más hoy cuando se tienen a la mano una infinidad de posibilidades para hacer propaganda política en medios digitales y redes sociales. Esta es más efectiva, se puede focalizar hacia audiencias específicas y hasta puede resultar más económica. Y, por supuesto, contamina menos.
Varios candidatos le apuestan a la publicidad digital; otros prefieren los mecanismos tradicionales, aunque eso implique empapelar la ciudad, incluidos los puentes peatonales. Ellos prefieren omitir su responsabilidad en la contaminación visual de la ciudad pues, al fin y al cabo, saben que los fines justifican los medios, y que en campaña política es mejor pedir perdón que pedir permiso. Mal ejemplo para el electorado.
De cualquier manera, no todos resultarán ganadores y, sea quien sea, sus partidos políticos o movimientos están obligados a retirar la totalidad de los elementos con publicidad política y propaganda electoral dentro de los 10 (diez) días calendario siguientes a la finalización de las elecciones. Esperemos que al menos en eso cumplan.
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