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Opinión
Convertir la franja de 24 kilómetros en el eje de la innovación y el empleo | Opinión
Debate entre urbanistas enfrenta posturas opuestas sobre la alta densidad en las ciudades.
Si hay un debate interminable entre urbanistas, este se refiere a las virtudes de la densificación urbana. De un lado están quienes piensan que la densidad alta es perversa, porque genera congestión, ruido, contaminación y hasta la difusión de enfermedades.
En el ideal de este grupo pervive el modelo de barrios tranquilos, en zonas residenciales de baja densidad, con mucho verde. En su contra, suelen itir que la urbanización dispersa eleva los costos de la infraestructura, a la vez que aumenta las distancias de viaje y el consumo de combustibles, con lo cual se cancelan parte de los beneficios.
Primera línea de Metro desde el patio taller hasta la av. caracas con calle 72. Foto:Milton Diaz / El Tiempo
En el otro extremo del espectro están quienes ven en la alta densidad de las ciudades la razón misma de su existencia. Según esta escuela, la cooperación y la complementación humana son más frecuentes y potentes cuando las personas viven cerca unas de otras.
El profesor Edward Glaeser, de la Universidad de Harvard, es un abanderado de la ciudad hiperdensa, como son Nueva York y Chicago. En su libro El triunfo de la ciudad demuestra que la densificación trae oportunidades, especialización y más y mejores empleos. En estas ciudades, explica, la cercanía entre la gente genera más posibilidades de generar ocupaciones especializadas, como pueden ser, por ejemplo, dictar clases de mandarín o de piano, vender remedios homeopáticos o libros antiguos, atender consultas psicológicas o reparar televisores a domicilio.
Glaeser y su corte iten que la densificación también desata demonios, como la congestión, la contaminación y el ruido, pero todos ellos son derrotables. Primero, mediante el transporte público movido por electricidad, como es un metro, y segundo, con ascensores, ese medio de transporte ignorado que multiplica el área habitable sin contaminar ni crear trancón. Gracias al ascensor, las ciudades pueden crecer en vertical y generar espacios públicos. En resumen, de eso se trata la densificación inteligente de las ciudades: capturar los beneficios sin desatar sus demonios.
Y así llegamos a las oportunidades económicas que trae el metro de Bogotá. Su trazado es de 24 kilómetros. Si consideramos una distancia de 500 metros a cada lado de la línea –lo que típicamente camina una persona para llegar a la estación– resulta un área de 2.400 hectáreas, una delgada cinta que apenas recoge el 4 por ciento del área urbana de la ciudad.
La oportunidad está servida para convertir esta franja en el eje de la innovación y el empleo de la ciudad. El reto es desatar allí la densificación, englobar predios y manzanas completas (respetando los inmuebles de conservación), para generar una hiperdensificación limpia, donde no tengan cabida ni carros ni motos, y sí la tengan las familias y empresas que quieran ser parte de un ecosistema sostenible y productivo a la vez.