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Palo del Ahorcado, rumbo a ser patrimonio de Bogotá
Organizaciones de Ciudad Bolívar buscarán que este emblemático árbol, sea declarado patrimonio.
Una de las tradiciones de Viernes Santo es dejar una cruz en la corteza del árbol. Foto: Óscar Díaz | IDPC
Como si se tratara de un pasaje bíblico, en Ciudad Bolívar se habla del Palo del Ahorcado –un enorme y viejo árbol de eucalipto que se erige en la loma de Cerro Seco– como un ser que estuvo antes que cualquier cosa en esa montaña en el sur de Bogotá. Estuvo antes de que llegaran los primeros pobladores en los años 40 y 50, estuvo para recibir entre los 80 y los 90 a los migrantes internos y desplazados del país y sigue estando allí, intacto, ahora que Ciudad Bolívar tiene, según el Censo 2018 del Dane, 589.185 habitantes.
Pero este eucalipto es mucho más que un solitario árbol en la montaña. A él está atada una leyenda que data de los años 30 y que aún hoy se cuenta entre murmullos en los barrios (lea la leyenda al final de este artículo); a él llegan miles de habitantes de la localidad –y de otros sectores de Bogotá– cada Viernes Santo en uno de los viacrucis más grandes de la capital, que se hace desde los años 80; bajo su sombra se han construido proyectos pedagógicos y deportivos como el del Instituto Cerros del Sur, de él se han hecho documentales y en torno a él se han gestado procesos de resistencia ambiental para la protección de Cerro Seco de la minería.
“Sentimos que es un pedazo de la vida de nosotros, de nuestra identidad cultural”, asegura Blanca Pineda, historiadora popular de Ciudad Bolívar y una de las primeras personas en documentar la leyenda del Palo del Ahorcado y en promover recorridos y visitas al sector. “Para mí es tan importante desde lo espiritual que ya he pedido a mi familia que, cuando yo muera, tiren mis cenizas bajo el Palo del Ahorcado”.
Procesión al Palo del Ahorcado en Viernes Santo Foto:Ana Puentes / EL TIEMPO
Por esto, y por infinidad de razones más, en este momento se está preparando un proceso para que el Palo del Ahorcado y todo lo que se teje a su alrededor pueda ser declarado patrimonio de Bogotá. “Es una iniciativa local, comunitaria y de varias organizaciones del territorio que busca una herramienta para proteger el territorio a partir de un reconocimiento en términos culturales”, dice Darling Molina, una joven integrante del colectivo No le Saque la Piedra a la Montaña, y se descubre el brazo derecho para lucir su tatuaje: en la piel lleva el Palo del Ahorcado y una alondra, dos símbolos de vida en Cerro Seco, escenario que jóvenes como ella llevan años defendiendo. Luego agrega: “El reconocimiento patrimonial pasa por fortalecer esta lucha por lo ambiental, por el territorio y por nuestras relaciones históricas con la montaña”.
Así se vivió, en el Palo del Ahorcado en Ciudad Bolívar, el anhelado regreso del viacrucis el Viernes Santo de este 2022. Foto:Óscar Díaz | IDPC
Aunque la propuesta viene de las comunidades, desde hace año y medio el Instituto Distrital de Patrimonio Cultural (IDPC) ha estado acompañando el proceso. Según Patrick Morales, director del IDPC, ya hay un documento preliminar que sacaron adelante las organizaciones y podría ser el insumo para la postulación a la categoría patrimonial que mejor se ajuste a lo que aspira la comunidad.
“Vamos a declarar un árbol y las dimensiones de sentido a su alrededor. Es un ejemplo claro de lo que llamamos ‘Patrimonios integrados’, pues cruza lo inmaterial –como las prácticas y creencias religiosas–, la memoria y la resistencia del territorio y proyectos de futuro, como la creación del parque Cerro Seco, para su restauración ambiental”, detalla Morales. Y explica que en este caso habría tres posibilidades: declararlo patrimonio inmaterial, paisaje cultural o bien de interés cultural.
“Este es un proceso que me gusta porque es bastante autónomo” destaca Morales y anota que lograr la declaratoria sería un hito: “es un mensaje para Bogotá de que el patrimonio también está en el borde sur y de que el patrimonio puede ser un árbol en un cerro, pero que tiene tantas tantos sentidos tan potentes para la construcción de identidad de un lugar que requiere que lo reconozcan”.
Ese árbol les ha dado la bienvenida a todas las personas que han llegado a poblar Ciudad Bolívar
Procesión al Palo del Ahorcado en Viernes Santo Foto:Ana Puentes / EL TIEMPO
“¿Que por qué me apasiona tanto el Palo del Ahorcado? Porque yo tenía una pelea interna por el miedo que me infundieron de niña. Se hablaba de los ahorcados, de las tres lucecitas que allí se veían y que si las divisábamos nos podía caer una maldición”, cuenta Pineda, y asegura que solo hubo dos formas de alejar ese temor y convertir el árbol en una de las causas de su vida: documentar, a los 15 años, la historia de la leyenda y, además, comenzar a subir la loma en paseos de olla y sentarse bajo el eucalipto.
Entonces lo entendió: “Ese árbol les ha dado la bienvenida a todas las personas que han llegado a poblar Ciudad Bolívar”.
Así, el Palo se convirtió en una suerte de ‘estrella de Belén’ para todos los colombianos que llegaron a Ciudad Bolívar buscando una segunda oportunidad. Pineda y otros líderes empezaron a promover las visitas al árbol: contrataban chivas, contaban la historia, iniciaron allí procesos culturales hasta que, a mediados de los años 80, llegó el evento que masificaría la concurrencia al Palo.
“Ese terreno era de la Fundación Social, que iba a construir unas casas, pero como no se pudo, buscaron enlace con organizaciones para ver qué hacer allí. Y la Iglesia católica, a través del padre Julio Solórzano, propuso hacer un viacrucis. Empezamos en el 86 u 87, y fue tan acogido por la comunidad que cada vez se sumaron más fieles a participar”, relata Héctor Gutiérrez, del Instituto Cerros del Sur, cuyo logo es, precisamente, el Palo del Ahorcado. Según Pineda, el viacrucis ha llegado a convocar hasta a 35.000 personas.
Pero no se trata de cualquier procesión: este es un viacrucis que va ‘loma arriba’ e incluye la carga de una enorme cruz blanca de madera. “La tradición es empezar desde La Candelaria hacia arriba hasta el Palo. Llevamos con esta tradición desde el año 85, y nosotros empezamos la sola comunidad”, explicó José Manuel Burgos, uno de los cargueros de vieja data.
#SemanaSanta 🙏| Uno de los cargueros de la cruz cuenta la historia de esta tradición
La última estación es, precisamente, el Palo. Allí, los fieles dejan una cruz sobre el tronco, bien sea artesanal, industrial o, incluso, hecha con ramitas y cabuyas.
Procesión al Palo del Ahorcado en Viernes Santo Foto:Ana Puentes / EL TIEMPO
Lo único que pudo detener esta tradición fue el covid-19. En 2020 y 2021 no hubo procesión ni apertura del predio que, desde que fue utilizado para explotación minera, quedó cerrado al público y solo abre sus puertas el Viernes Santo.
Este 2022, como si fuera un enorme imán en lo alto de la montaña, el Palo del Ahorcado atrajo a miles de personas. EL TIEMPO estuvo el Viernes Santo en la localidad y vio cómo, pese a que las parroquias no convocaron un único y masivo viacrucis, sino a otros más pequeños que no tenían como destino el Palo, la gente llegó al árbol. Un hombre, de unos 30 años, lo abrazó largamente y luego alzó a una pequeña niña para que hiciera lo mismo. A la par, una familia se turnaba para dejar su cruz en la corteza: primero la abuela, de 85 años, luego sus dos hijas y, finalmente, el nieto. “Esto es de toda la vida. Sagrado”, comentaron.
La rutina la tuvimos hasta que llegó la minería y nos sacó porque ya no podíamos seguir entrenando en el predio
En medio de la romería que comenzó a formarse, integrantes de las organizaciones comunitarias invitaban a dejar el lugar limpio y a recordar que este es un entorno que buscan defender ambientalmente. “Con el Palo se tejen y gestan varias relaciones, tanto pedagógicas como políticas, ambientales y organizacionales. El Palo se convierte en una excusa para defender lo que lo rodea, toda la montaña y el ecosistema. Este ha sido un espacio que ha sido explotado por la minería, y eso ha atentado no solo contra el árbol, sino contra la misma comunidad, los animales, las plantas”, afirma Alejandra Galeano, también de No le Saque La Piedra a la Montaña.
“Para mí, el Palo es un símbolo que resistencia. Así como él resistió toda esa inclemencia de quererlo acabar, nosotros también hemos sido fuertes, para que no le hagan daño”, agrega Gutiérrez, quien cuenta que el árbol y sus alrededores han sido un aula ambiental donde se ha formado a niños y jóvenes en ecología, cultura y actividad física. “La rutina la tuvimos hasta que llegó la minería y nos sacó porque ya no podíamos seguir entrenando en el predio”.
Precisamente, la declaratoria –sumada a otros esfuerzos comunitarios y distritales– podría ser clave para la protección ambiental. Otros sueñan, incluso, con que el predio vuelva a estar abierto para visitar con más frecuencia el árbol, al que algunos ven como el gran abuelo de la localidad.
“Al estar declarado podría tener algunos regímenes de protección importantes y algunos procesos y proyectos asociados a su conservación a lo que puede pasar con el parque Cerro seco. Siempre ha habido muchas tensiones alrededor de este lugar”, reconoció el director del IDPC.
Molina y Galeano anotan que hay otros nombres que se están tejiendo alrededor del árbol y que podrían tomas más fuerza si se logra su protección: el árbol de la vida, el árbol de la fé, el Palo de la Cruz. "Es bueno que lo nombremos de varias formas, al tener esas múltiples voces también se generan relaciones diversas con el territorio", dice Galeano.
¿Por qué le dicen el Palo del Ahorcado?
Según escribe Blanca Pineda en el libro Ciudad Bolívar: Territorio de vida, una de las explicaciones detrás del nombre Palo del Ahorcado se remonta a un relato que le contó Santiago Guzmán, quien llegó a vivir a la finca La Carbonera en 1932 y fue uno de los primeros habitantes del territorio. Guzmán le explicó a Pineda que en 1938 hubo una pareja, Pablo y María. Pablo; sin embargo, él se enamoró de otra mujer llamada Ernestina. María se marchó y se llevó a sus hijos. Aunque Pablo y Ernestina vivieron juntos; un día, dicen, a Pablo “se lo llevó el diablo” y fue encontrado muerto. Ernestina enloqueció y se colgó del árbol. El sector, por años, fue un lugar que generaba temor a los vecinos.