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Si no fuera por ellos... / Voy y vuelvo
Los gestores de convivencia cumplen buscan prevenir que se violen los derechos en manifestaciones.
Ellos saben que deben tener una mente imparcial porque conocen las penurias por las que pasa la gente, el hambre, la tristeza, los problemas económicos. Foto: Archivo particular
Esta semana, a raíz del acto violento contra el Palacio de Justicia y particularmente contra la Corte Suprema, llamó la atención que algunas voces del Gobierno Nacional intentaran minimizar el tema reduciéndolo a unos “pocos radicales” que se salieron del objetivo inicial de las manifestaciones y obstruyeron la salida de magistrados por espacio de cinco horas.
Y aunque los mensajes contradictorios del Gobierno llevaron a sus seguidores a pensar que el asunto era más una protesta contra el fiscal saliente, Francisco Barbosa, lo cierto es que al final de la jornada la consigna parecía ser la de una presión indebida a la Corte Suprema para que eligiera nueva fiscal, saltándose toda normativa y, ahí sí, aupando una desinstitucionalización que nadie desea.
Menos mal que el rechazo generalizado de todos los sectores de la sociedad dejó claro que existen unas instituciones fuertes y una ciudadanía que entiende la diferencia entre protestar pacíficamente, como ocurrió en el resto del país, y violentar a una Corte que en el pasado ya pagó una cuota de sacrificio que hoy seguimos lamentando.
Al margen de lo anterior, hubo otro hecho que tampoco puede pasar desapercibido: el papel que jugaron los gestores de convivencia y paz de la ciudad durante la jornada. Las mismas voces adeptas al Gobierno señalaron públicamente que estos gestores, al igual que la Policía, habían permanecido en una especie de ‘acuartelamiento’ en el Congreso y que solo hicieron presencia cuando las cosas amenazaban con salirse de curso.
de la Undmo, antiguo Esmad en enfrentamientos con manifestantes. Foto:EL TIEMPO
El propio alcalde, Carlos Fernando Galán, me confirmó que eso no fue así. Los gestores de convivencia, hombres y mujeres cuya función esencial es justamente prevenir que durante una trifulca de estas características se violen los derechos de las partes o que el conflicto pueda escalar con consecuencias impredecibles, estuvieron atentos desde el primer momento.
Así lo corroboran las fotografías y los videos que incluyen el momento en el que un ciudadano que se declaró arrepentido por su voto a favor del actual Presidente iba a ser víctima de una encerrona por parte de simpatizantes del mandatario y fueron los gestores de convivencia quienes protegieron su integridad.
De estas confrontaciones, muchos gestores han salido malheridos, con contusiones y traumas que no alcanzamos a imaginar.
Este episodio da pie para reivindicar el trabajo de estas personas. Para quienes de vez en cuando solemos quejarnos por nuestros trabajos, por el tedio que nos produce o porque ya no sentimos la misma pasión por lo que hacemos, bien vale la pena pensar en lo que a ellos les toca. Son, como decíamos, hombres y mujeres, padres de familia o incluso madres cabeza de hogar, las que salen a exponer su propia integridad en aras de proteger la de los demás.
De estas confrontaciones, muchos gestores han salido malheridos, con contusiones y traumas que no alcanzamos a imaginar. Si a veces no toleramos al vecino ruidoso, ¿se imaginan lo que significa enfrentar a una turba enardecida? Basta ver el grado de odio que exhiben algunos manifestantes en sus rostros, los insultos que profieren, las agresiones que llevan a cabo y el menosprecio que muestran hacia un gestor de paz, sin importar, muchas veces, que se trate de otro ser humano que lo único que quiere es evitar que la protesta se convierta en tragedia.
En tiempos en los que la verdadera gobernanza pareciera estar en las redes sociales, las mismas que expelen inconformismo, falsas noticias y provocaciones en cantidades generosas; en tiempos en los que es igual de fácil polarizar que convocar una gresca violenta o convertir una manifestación pacífica en una perturbación contra las instituciones más representativas del país, es cuando hay que hacer la pausa obligada para reflexionar.
Bogotá 08 febrero 2024. Disturbios durante las protestas frente al Palacio de Justicia. Los Manifestantes son desalojados por la policía. Foto:Sergio Acero Yate / El Tiempo
Y ese es otro papel clave de los gestores de convivencia. No hay que ubicarlos en ningún bando, ni reclamarles por su neutralidad ni humillarlos por el papel que cumplen, porque ellos se deben a la comunidad y sus acciones siempre estarán encaminadas a velar por la protección de todos.
Justo es hacerles hoy y siempre un reconocimiento, antes que tildarlos de cómplices de alguna causa política o, como sucedió esta semana, tratar de endilgarles una inoperancia que solo existió en las mentes de aquellos que o promovieron la violencia o que una vez conocidos los resultados finales intentaron encontrar vías de escape a algo que evidentemente salió mal.
Los gestores de paz son, por decirlo de alguna manera, una especie de primera línea, pero no para destruir y sembrar miedo, sino para ejercer la tolerancia y el pacifismo. Bien pueden atender los desmanes de esta semana en la Corte o evitar la vandalización de la ciudad, como sucedió durante el llamado estallido social, en el que la otra mal llamada primera línea acabó con todo.
También pueden estar presentes en un partido de fútbol o en un concierto masivo. Son una especie de ángeles guardianes que garantizan que lleguemos bien a casa.
Emprenderla contra ellos porque evitaron que unos desadaptados intentaran bloquear y cuasi secuestrar a un grupo de magistrados resulta delirante. Los gestores de convivencia deberían ser intocables, alejados del blanco de los ataques y más bien ser irados por lo que hacen y por lo que tan poco se les reconoce.