Son las 11 de la mañana y en el colegio La Medalla Milagrosa, en el norte de Barranquilla, hay una sonora algarabía, retumban tambores y vuelan carcajadas en el ambiente. Los niños de la primaria saltan de un lado para otro porque llegó un personaje que para algunos ya es familiar y para otros es una novedad: Hugo Paco Paco.
Lleva la cara pintada con base blanca y entorno verde escarchado a su alrededor. Viste un sombrero vueltiao de franjas concéntricas, una camisa blanca de manga larga, sembrada de flores y con la imagen de Estercita Forero, la novia de Barranquilla, en el pecho.
En su espalda, el infaltable escudo del
Junior, junto a la imagen de un grillo que sostiene un corazón y, de paso, esconde un símbolo en el cual nadie repara: el rompecabezas de colores, emblema del autismo. E
sa condición que presenta su hijo mayor y que no ensombrece la alegría que debe irradiar su personaje.–¡Un aplauso para Hugo Paco Paco!
Y el animador le entrega la posta a Hugo Diazgranados, el barranquillero de 1,70 de estatura que perdió su apellido para convertirse en saltamontes. Desde hace más de 17 años se ha erigido como insignia del Carnaval de los niños. A mitad de camino entre Estercita y el Junior, late su corazón gigante, henchido de orgullo por su labor humilde pero infaltable.
Cuando Hugo toma el micrófono,
deja atrás sus problemas y se aparta del docente, esposo y padre de dos niños de condiciones especiales (Luis Carlos y Samuel Andrés). Como en una novela de Kafka, su metamorfosis lo transforma en un insecto saltarín, ese al que en la costa
Caribe conocen como Paco Paco.
Brincando para alegrar a los niños, canta como un grillo y transmite los valores del carnaval a los futuros bailarines: no tirarles espuma a los actores del jolgorio, respetar a los demás carnavaleros, disfrutar las fiestas en paz.
Pese a la elevada temperatura, sus capas de maquillaje y su disfraz, no para de bailar y mover sus zapatos gigantescos, al son de la
música autóctona.
Es el mismo calzado sobresaliente que le recuerda sus inicios como payaso.Al terminar su acto, los niños lo buscan para tomarse una foto. Paco Paco, como toda una ‘rock star’, posa orgulloso pero sale a prisa para cumplir con las otras 20 o 25 invitaciones que le hacen a su personaje en la antesala del Carnaval de Barranquilla. La alegría es algo serio.
Ya sea con estudiantes de preescolar, primaria o bachillerato, para él no hay mejor regalo que el cariño y el reconocimiento de su auditorio infantil. Por los niños se formó como maestro bachiller de una escuela normalista y licenciado en psicoorientación. Gracias a ello ha podido acompañar la educación especial de sus dos hijos, su público más difícil.
Cuando el calendario no está en ‘modo
carnaval’, él igual se dedica al teatro, la danza y la música, las asignaturas que enseña en la Escuela Normal Superior La Hacienda, dentro del área de artes, con una clase de nombre singular: Talento.
Y además de ser el coordinador del Carnaval de los niños es recreador, animador de eventos y un sinnúmero de ocupaciones que mantienen su mente alejada de las tristezas. En palabras del poeta Juan de Dios Peza, “el alma llora cuando el rostro ríe”. Pero en sus propios términos, las labores que ejecuta constituyen “un masoquismo sabroso”.
Su hoja de vida podría anotar que su ocupación es la alegría. “Después de Dios y el Junior, está mi amado carnaval”, afirma para describir el efecto terapéutico de los festejos en la ciudad. Mientras se maquilla para una nueva jornada, se despide de su familia, su motor para mantener el ritmo de sus responsabilidades. Gracias a ellos, habrá Paco Paco para rato.
CÉSAR MATEUS
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