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Así fue el cruel ataque paramilitar que dejó 60 muertos en El Salado

Actualizado:
18 del febrero del 2000
Acorrlados en el 'infierno'
El grupo de 'Amaury' continuó siendo atacado y perseguido por las Farc, razón por la cual pidió apoyo de los grupos de 'El Tigre' y 'Cinco Siete' que venían desde Ovejas y Zambrano. La concentración de fuerzas paramilitares, junto con la presencia de un helicóptero artillado, les permitió superar la capacidad bélica de la guerrilla, a la cual obligaron a replegarse.
Estas hostilidades dentro y fuera del casco urbano de El Salado generaron pánico entre sus habitantes, que vacilaban entre correr por las calles o esconderse en sus casas. Luego del repliegue de la guerrilla, el pueblo quedó en manos de las fuerzas paramilitares. En el desarrollo de la incursión paramilitar, el helicóptero artillado que los apoyaba impactó una casa ubicada en la calle principal del pueblo. Allí cayó la primera víctima del poblado: Libardo Trejos Garrido.
Cuando las hostilidades cesaron, los grupos de 'Amaury' y 'El Tigre' entraron al pueblo, mientras el de 'Cinco Siete' cerraba el cerco desde los cerros; entonces empezaron a recorrerlo pateando las puertas de las viviendas y obligando a los pobladores a salir y dirigirse hacia el parque principal, acompañando su accionar con insultos y gritos en los que acusaban a los habitantes de ser guerrilleros.
Mientras esto sucedía, en otra parte del pueblo un hijo de crianza de Dora Torres Rivero, quien venía corriendo por la persecución de los paramilitares, le gritaba a su mamá que le abriera la puerta de su casa. Cuando lo hizo, los paramilitares abrieron fuego y ella recibió los disparos. Moribunda ingresó a su casa y se acostó, seguida de los paramilitares quienes entraron para rematarla. Las personas que se habían escondido en la casa fueron sacadas a la fuerza y conducidas hacia el parque principal. Allí también balearon a Eloy Montes Olivera.
Entretanto otros intentaban huir por los montes, pero se encontraron con el cerco paramilitar y allí fueron asesinados Rogelio Ramos, Víctor Arias Julio, José Irene Urueta y Wilfrido Barrios. Los paramilitares continuaron incursionando en las viviendas para obligar a los habitantes a concentrarse en la cancha de microfútbol dentro del parque principal.
Una vez reunida la población en el parque principal, los paramilitares separaron a las mujeres, los hombres y los niños. Las primeras fueron concentradas en las escaleras de la entrada de la Iglesia, los hombres ubicados en un costado de la cancha de microfútbol frente a ellas, y las mujeres con niños fueron encerradas en la casa de Margoth Fernández Ochoa, ubicada frente a la citada cancha. Entre el grupo de las mujeres seleccionaron a algunas que fueron obligadas a cocinarles durante los dos días en que permanecieron en el pueblo.
Después de eso, el grupo de 'Amaury', apoyado por 'El Tigre', comenzó la orgía de sangre. Ejecutaron a la primera persona y luego se acercaron a los hombres y los interrogaron sobre la presencia de la guerrilla en el pueblo. Luego, les hicieron quitar los zapatos y las camisas, buscando marcas en el cuerpo que sirvieran como indicios de que eran combatientes, así como ausencia de vello en las canillas por el uso permanente de botas. Aún cuestionando la fiabilidad del indicio, ninguna víctima pudo ser identificada de ese modo.
Entonces el énfasis se puso en el señalamiento de los “caratapadas” y en el “sorteo”, diciendo que su objeto era obligar a los hombres a colaborar. Fueron forzados a numerarse y quien tenía el número previamente designado era sacado a la fuerza y asesinado.
Las víctimas fueron Pedro Torres, Desiderio Francisco Lambraño y Ermides Cohen Redondo, el primero baleado, y el segundo torturado con cuerdas que le amarraron en el cuello y el tórax, que luego fueron jaladas desde extremos opuestos por dos paramilitares hasta llevarlo al límite del estrangulamiento: moribundo, fue acribillado a bala y luego le clavaron la bayoneta del fusil en el cuello. El tercero recibió ocho puñaladas entre el cuello y el tórax.
Posteriormente volvieron sobre los hombres y seleccionaron a las nuevas víctimas. Ésta vez el mecanismo no fueron ni el azar ni el estereotipo. Los “caratapadas” entraron en acción. Sacaron a Emiro Cohen Torres, comerciante y exconcejal de El Carmen de Bolívar, que fue sindicado de ser colaborador de la guerrilla por ser dueño de un carro; lo llevaron hasta la calle que separa la cancha y la Iglesia, allí lo amarraron con dos cuerdas y luego dos paramilitares comenzaron a jalar en sentidos opuestos, estrangulándolo. Una vez caído procedieron a dispararle en la cabeza. Luego hicieron lo mismo con Oscar Antonio Meza Torres, a quien además le insertaron la bayoneta del fusil en el cuello.
Minutos después, otros cinco hombres fueron masacrados.
Después de matar a los hombres, los paramilitares se centraron en las mujeres, a quienes ya habían sido asediadas con insultos e interrogatorios sobre sus vínculos afectivos y logísticos con la guerrilla.
Seleccionaron a Neivis Arrieta y comenzaron a interrogar a las otras sobre su vínculo afectivo con el comandante guerrillero, alias “Camacho”. Ante la ausencia de información, acercaron a un encapuchado, uno de los desertores de las Farc, quien afirmó que ella era la novia del comandante guerrillero. Ella fue llevada por los victimarios a un árbol contiguo a la cancha de microfútbol, donde la desnucaron y luego la empalaron, introduciéndole un palo por la vagina. Los sobrevivientes y los victimarios coinciden en que una de las víctimas estaba embarazada, pero no se ponen de acuerdo si era Neivis Arrieta o Nayibe Osorio. Minutos después, otras tres mujeres fueron cruelmente asesinadas.
Mientras la fiesta de sangre seguía en el parque principal, los paramilitares continuaron recorriendo el pueblo desocupando las tiendas y arrasando con los bienes que los habitantes de El Salado tenían en sus casas.
El fin de la masacre el día 18 de febrero sólo sobrevino cuando uno de los victimarios recibió en su radio de comunicaciones la orden de parar la matanza, con el énfasis de que habían asesinado mucha gente inocente. Los paramilitares no les permitieron a los sobrevivientes llorar ni enterrar los cuerpos de sus familiares, vecinos y amigos asesinados.
Mientras los sobrevivientes de El Salado permanecían en estado de zozobra dentro de sus casas, los paramilitares deambularon por el pueblo durante el resto del día, consumiendo licor y poniendo música.
El día del horror acabó con 28 víctimas, 23 hombres y cinco mujeres. 17 fueron asesinadas en la cancha, seis en las casas y cinco en los montes.
Sólo hasta el 18 de febrero el Comando de la Primera Brigada de Marina ordenó el despliegue de acciones para operar en el territorio de la masacre a través de unidades de los Bafims Nºs 5, 31 y 33.
>> Vea aquí lo que pasó en el cuarto día de masacres en El Salado <<
*NACIÓN.
*Relato tomado del Centro Nacional de Memoria Histórica.