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La senadora que salvó a 13 mascotas de un violador
Andrea Padilla cuenta en BOCAS su lucha contra el sufrimiento de los animales en Colombia.
La psicóloga y ambientalista ha luchado por acabar con el sufrimiento de los animales. Foto: Pablo Salgado
Andrea Padilla tiene muchos números que mostrar. 48.803 personas votaron por ella para el Senado de la República, una cifra que alcanzó sin gastar un peso en publicidad, a pulso, a punto de activismo, de salir a manifestaciones en la Plaza de Toros de Bogotá, de repartir volantes y de hablar una y otra vez de la importancia de la esterilización de gatos y perros.
La portera de la Selección Colombia, Catalina Perez, es la portada de la edición #132 de la Revista BOCAS Foto:Revista BOCAS
Ella misma se esterilizó hace un par de años, porque no cree que sea muy diferente de los más de 2.600 gatos y perros que esterilizó en 16 municipios de diez departamentos entre 2021 y 2022, donando diez millones de pesos mensuales desde agosto del 2022 para este fin. Ya había hecho lo propio en el Concejo de Bogotá, cuando donaba cuatro millones de pesos mensuales de su salario y con los que logró alimentar a más de 22.000 animales sin hogar entre marzo del 2020 y diciembre del 2021.
En el Concejo trabajó para desincentivar las corridas de toros y peleas de gallos, prohibir el comercio de animales vivos en plazas de mercado y realizar programas de esterilización. Ahora, como congresista, se ha enfrentado a los ganaderos por los conocidos “barcos de la muerte”, que transportan ganado vivo, en pie, a otros países. También ha luchado contra la experimentación científica con animales, las corridas de toros, las corralejas y ahora está buscando el referendo por los animales, que busca derogar el artículo 7 de la Ley 84 de 1989, “que permite actos de crueldad con animales en las corridas de toros, corralejas, riñas de gallos, novilladas, becerradas, tientas, el rejoneo y coleo, así como en los procedimientos utilizados en estos espectáculos”.
Andrea Padilla nació en Bogotá, creció en la localidad de Suba cuando todavía era muy rural, rodeada de humedales y animales. Hija de un publicista y una mercadotecnista que se dedicó al hogar. Su hermana también es ambientalista y vegana, “de manera religiosa”, dice, porque ella se considera una pecadora en ocasiones cuando está de viaje por Colombia, donde hay pocas opciones y debe comer un poco de queso para no morir de hambre. Es psicóloga de la Pontificia Universidad Javeriana, con un magíster en Criminología de la Universidad Católica de Lovaina, un doctorado en Derecho de la Universidad de los Andes, entre otros estudios. Fue becada tanto en el colegio como en la universidad.
La senadora Andrea Padilla ha entrado a la fuerza a casas donde torturan animales para rescatarlos. Foto:Pablo Salgado
Al preguntarle si con sus estudios pretendía convertirse en el personaje de Jodie Foster en El silencio de los inocentes se ríe con una carcajada muy fuerte –se ríe mucho, en general– como para una persona que dice que es alguien triste. La respuesta es más sencilla que eso: en la universidad le interesó la psicología jurídica y la relación que tiene el maltrato a animales con cometer violencia o actos crueles contra humanos.
El senador Alirio Barrera, por el contrario, piensa que la senadora se parece más a la actriz Juliette Binoche. “Usted tan bonita, se parece a una actriz sa”, confiesa Padilla que así le dijo su colega del Centro Democrático, quien practica y defiende el coleo y quien se atrevió a entrar con un caballo al Capitolio cuando lo declararon como un espacio Pet Friendly. Pero ese tipo de episodios es lo menos fuerte que Padilla ha tenido que presenciar.
¿Qué es lo peor y más degradante que le ha tocado ver en contra de un animal?
He violado la propiedad privada para rescatar animales. Recuerdo un tipo que tenía varias denuncias por violación de animales. Habían pasado dos años de denuncias en su contra hasta que un día colgó a un gato en la ventana, y la policía nunca hacía absolutamente nada. Entonces decidimos tumbar la puerta, éramos como unos quince, entramos a patadas, los vecinos se hicieron los locos, nos agradecieron que entráramos. El portero nos dijo “esperen, muchachos, que tengo que ir allí a orinar y en ese momento ustedes entran”. Estaban hartos, los gritos de los animales por la noche... era terrible. Era un absoluto demente, violaba perros. Entonces tumbamos la puerta y sacamos a los animales. Me acuerdo que sacamos 12 perros y yo estaba desesperada porque en las fotos que se habían publicado se veía un gato y yo estaba desesperada porque no encontrábamos al gato. Solamente encontramos películas pornográficas, mierda por todas partes, y yo estaba desesperada por el gato. Uno de los que me acompañaban movió la nevera y cayó un gato. Era una gata, la jalé de las patas, la metí dentro de una bolsa y me la traje para la casa. Con ella estuvimos tres meses, le pusimos Cocoa de nombre y la recuperamos durante tres meses. La gata veía a un hombre e inmediatamente le daba diarrea. Ella se metió detrás de un mueble del baño y yo tuve que trasladar mi oficina al baño. Estuve con ella muchas horas en el baño, hablándole, hasta que empezó a salir de detrás del mueble. Fue un proceso de recuperación bellísimo.
¿A usted le pusieron algún cargo en contra?
Nada; cuando salimos los policías nos pidieron que nos fuéramos, sencillamente. Es decir, fue una situación en la que todos, la policía, el portero, los vecinos, agradecieron y entendieron la intervención y fueron cómplices.
¿Usted tiene pesadillas?
Yo me ayudo para dormir con unas gotas homeopáticas maravillosas que encontré, y leo. Yo vivo con el corazón muy angustiado y con la mente también, porque la realidad de los animales es muy dura.
Su teléfono debe tener una colección de videos horribles...
Yo no los veo, yo tengo un compañero en la vida que ve mis videos y me narra lo que está ocurriendo y a partir de esa narrativa yo decido qué hacer, a qué entidad ar, qué camino tomar. Pero él me ahorra esa parte del martirio; mi corazón vive muy atormentado. Yo vivo, de hecho, triste, soy una persona triste; me obligo a sacar energía y tengo una extraordinaria capacidad de trabajo y me he obligado un poquito a endurecer el corazón porque o si no la vida me resultaría insoportable y no sería productivo.
Se ha desnudado varias veces en manifestaciones en la calle y se ha echado encima pintura que simula sangre. Foto:Pablo Salgado
¿Cómo lo endurece?
Racionalizando, aceptando que la vida es así, que la vida es injusta y que la vida es cruel y que también los seres humanos la pasamos mal y que hay que hacer lo mejor que podamos.
¿Cuándo fue la última vez que lloró?
Me cuesta trabajo llorar, a veces me obligo un poco a llorar, como por salud. Yo creo que uno tiene que lavar el alma y creo que el llanto hace eso. La última vez que lloré fue en el Jardín Botánico de Barranquilla con los gatos que están ahí. Es un botadero de gatos, de los tantos que tiene Barranquilla, Cartagena, Santa Marta. Uno encuentra bebés de dos meses con los ojos por fuera, muertos en la mitad de la nada, comidos por gusanos, y son muertes que no le importan a nadie; eso me parte el alma.
¿Qué es lo más humano que le ha visto hacer a un animal?
La tristeza, dejarse morir de tristeza. Uno de los perros de mi familia, James, era un perrito que abandonaron en Subachoque y nosotros lo acogimos. Un día, cuando murió Bego, otro perro que teníamos, James dejó de comer, nos tocó obligarlo a comer, y eso me sorprendió mucho. Es decir: cómo un animal puede dejar de comer de tristeza. También me sorprende mucho cuando una hembra de cualquier especie acoge a cachorros de otra especie para criarlos. Conozco casos cercanos, gatos que acogen pollitos, los calientan y los abrazan. A una de las perras que tienen mis papás le encanta acoger gatos. Y me sorprende todavía más cuando son especies distintas, que en principio uno podría ser presa y predador. No pienso que eso sea lo más humano, porque no he visto a una mujer criando a un cachorro de otra especie. De hecho, ni siquiera entre nosotros somos solidarios.
¿Los animales hablan?
Se comunican.
¿Cuál es la idea más compleja que le ha transmitido un animal a usted?
Amor y gratitud, y eso sí lo vivo permanentemente con los gatos que traigo a casa, rescatados. Los gatos y los perros en particular, por su convivencia y cercanía con el ser humano, por su grado de domesticidad, han aprendido a manejar muy bien las comunicaciones con los humanos. De hecho, el maullido en los gatos se desarrolla por la relación con el humano. Un gato que no ha tenido o con el humano raramente maúlla; es porque aprende que el maullido es una herramienta útil para comunicar. Y yo he visto gatos mirándome con ternura, lamiéndome las mejillas, frotándose de pura gratitud.
La anécdota de cómo usted se volvió vegana es muy significativa. Háblenos de esa gata, Mayo.
El nivel de amor que yo sentí por esa gata fue inigualable. Yo estaba en el mesón de la cocina junto a Mayo, ella estaba sentadita junto a mí. Yo estaba preparando un pollo para cocinarlo y le estaba jalando las patas al pollo, y tuve la sensación de estar tocando las patas de mi gata amada, de mi criatura intocable, casi venerada. Y tuve una sensación de profunda contradicción, no había sentido que estuviera preparando a un animal para comer mientras respetaba y quería a otro que se sentía igual al tacto. Así que decidí a partir de ese momento sacar a los animales del plato.
¿Y ese día se comió el pollo?
No me lo comí, lo dejé ahí, lo congelé, porque tampoco lo iba a tirar. Yo en esa época vivía con mi expareja y esa noche le dije: “Tomé una decisión”. Y él me dijo “Yo no lo voy a hacer”. Él siguió comiendo animales un año más y al año me dijo “Te voy a acompañar, me convenciste, hagámoslo juntos”.
¿Y hay algún producto cárnico-lácteo que extrañe?
Realmente no, porque estoy segura de que eso que la gente cree que es el olor de la carne es en realidad el olor de los condimentos de la carne. El olor de un pedazo de carne cruda es horrible, es como una cosa que realmente no provoca, no genera ni salivación; lo que provoca es todos los condimentos que tiene la carne, y eso se puede lograr en la cocina vegana. A veces extraño el queso, me gustaba mucho el queso, me encanta el queso, pero he encontrado unos reemplazos muy sabrosos y es cuestión de deshabituar el paladar, y cuando uno tiene una convicción ética tan profunda, el paladar pasa a segundo plano. El problema de la mayoría de la gente es que entiende las razones de por qué comerse a los animales está mal, pero le da prelación al paladar.
Le voy a hacer la pregunta de Juan Diego Alvira a la senadora Isabel Zuleta. ¿Cuánto cuesta su mercado al mes?
[Risas] Mi mercado mensual vale más o menos 300.000 pesos. Mi veganismo es lo que yo llamo un veganismo popular, es un veganismo de lo que comían antes los abuelos y los indígenas, y yo como lentejas, frijoles, sopa de cuchuco, arrocito integral, cubios, chuguas. Yo creo que en Colombia tenemos que hacer la revolución de los tubérculos. Yo no como nada extraordinario ni costoso, y voy a la plaza de mercado de Paloquemao, que ahora se ha vuelto una plaza muy costosa; hay que ir a buscar más económico. Pero yo hago el mercado en plaza, verduras, frutas, legumbres, cereales.
¿Cómo están sus relaciones con Petro? ¿Cuándo fue la última vez que hablaron?
Hablar, sentados conversando, fue cuando firmamos el Pacto por la Protección Animal, el día de la foto del corazoncito compartido con los dedos. Ese día salí absolutamente feliz, esperanzada en que iba a haber un gran cambio para los animales, y hoy la palabra con la que defino al gobierno es “desencanto”.
¿Último mensaje de WhatsApp con el presidente Petro?
Tengo un mensaje directo por Twitter con el presidente Petro. “Rogándole ayuda para salvar el proyecto de ley de prohibición de las corridas de toros”.
Usted estaba en la coalición de Gobierno. El 25 de abril esperaba el apoyo del presidente Petro en la Comisión Quinta del Congreso, cuando rechazaron su proyecto para prohibir las corridas de toros en Colombia. Luego, al día siguiente, la senadora Esmeralda Hernández y el exministro de Cultura Jorge Zorro radicaron uno nuevo, sin usted ni Juan Carlos Lozada, que han empujado el tema hace años…
En la Comisión Quinta de Cámara varios representantes me estaban diciendo “es que las cosas con el gobierno están muy difíciles”, “Es que no nos atienden”, “Es que estamos pidiendo que venga la ministra de Minas y no viene”, “Es que este gobierno nos está subvalorando”, y yo pidiéndole al presidente que, después de sus pronunciamientos públicos, pidiéndole al Congreso que aprobara el proyecto de ley, porque lo hizo en dos ocasiones. Petro nunca me respondió. La respuesta fue de Alfonso Prada, el exministro, una respuesta de una acción fría. Prada estuvo el día del debate en la Comisión Quinta, pero creo que estaba todo calculado para que el proyecto muriera y ellos, a menos de 24 horas, radicaran el propio.
¿Usted por qué no es coautora? ¿Por qué aparece el exministro de Cultura Jorge Ignacio Zorro ahí y usted no?
Porque fue una canallada lo que hicieron; mi proyecto lo hundieron a la una o dos de la tarde y a las ocho de la mañana estaban radicando uno del Gobierno con la firma del viejo Zorro…
Muy animalista…
Muy animalista [risas] y nunca me avisaron, ni siquiera me invitaron a firmarlo y sentí que el Gobierno quería tener su propio proyecto.
¿Por qué?
Tal vez porque ven que este es un tema que ha tomado mucha fuerza en la opinión pública. Tal vez porque necesitan recobrar el afecto, y si algo ha demostrado la causa de los animales es que mueve los afectos y mueve a las nuevas generaciones, y tal vez ven aquí un potencial interesante para recuperar ese cariño por parte de la ciudadanía y por eso creo que están haciendo todo lo posible por sacar este proyecto antes de las elecciones de octubre.
Sabe con detalle cómo matan y maltratan a los animales en cada localidad de Bogotá. Foto:Pablo Salgado
Usted ha estado tanto en el activismo como en el sector público. ¿Cómo se diferencian ambos mundos? ¿Se puede hablar de activismo extremo? ¿Qué es un activista racional, qué es un activista irracional? Como servidora pública, ¿cómo ve el activismo?
Yo creo que el activismo es muy valioso porque sacude a la sociedad sin límites, no le rinde cuentas a nadie, su único interés es hacer la denuncia y lograr sacudir a la sociedad y a los tomadores de decisiones. Y puede permitirse, y de hecho debe obligarse, a tener un discurso muy elevado en términos de exigencias. Pero cuando se está en el sector público, y sobre todo en la política, que es en el que yo estoy, ese ideal tiene que bajarse al terreno de lo posible y al terreno de las negociaciones y de la concertación. Y tal vez es lo más difícil de hacer, porque hay que hacer renuncias y hablar con los opositores, hablar con los ganaderos, hablar con los galleros, hablar con los corralejeros, hablar con los cabalgateros, que son quienes realizan las prácticas que uno quiere destruir, con todo y la economía y el imaginario cultural que ellos vehiculan. Eso es lo más difícil y esa es tal vez la mayor diferencia: en el activismo no se le debe rendir cuentas a nadie y simplemente se enarbola un ideal, pero en la política se obliga a entender que una sociedad es diversa, es plural y que si queremos lograr avances para los animales, tenemos que estar dispuestos a ceder y a negociar. Hay dos teóricos muy interesantes, Gary Francione y Robert Garner. Garner le dice a Francione: “mientras que usted está teorizando sobre la liberación de las gallinas, las gallinas están sufriendo en unos galpones miserables. Yo prefiero buscar que, aunque sigan siendo explotadas, por lo menos puedan pisar el suelo y abrir las alas”. Esa es mi línea, porque este mundo es inclemente, es doloroso, es injusto, es ruin, mezquino y miserable, entonces creo que es ganancia lo que le podamos ir arrancando a esa mezquindad y a esa maldad.
¿Cuáles son las críticas que le hacen a usted los activistas?
En el mundo del activismo por los derechos de los animales hay dos líneas. A mí me parece realmente que es una separación absurda: el bienestarismo y el abolicionismo. Entonces, el abolicionismo enarbola esa bandera de la jaula vacía, la liberación animal, que como discurso yo también defiendo. Yo sueño con un día en que los animales estén emancipados de todas las formas de opresión, y reivindico de hecho el discurso de los derechos. A mí me gusta autodefinirme como una activista por los derechos de los animales y en mi libro hago toda una defensa de los derechos. Pero para ir teniendo algunas ganancias, pues hay que ir de a poco y eso impide que en un proyecto de ley yo pueda decir “proyecto de ley por el cual se prohíbe el consumo de animales”. Entonces tenemos que buscar un proyecto de ley que busque que por lo menos no se les corten los picos a las gallinas y no se les corten los testículos a los cerdos. Mi visión es absolutamente pragmática: reducir el sufrimiento.
Por ejemplo, su propuesta de un día sin carne.
Sí, exacto, un día sin carne causó muchas cosas, ahí fue cuando yo tuve el enfrentamiento con Lafaurie.
¿Cómo fue eso?
Los galleros, corralejeros y taurinos pueden decir de mí que soy una gran hijueputa, pero no pueden decir que soy una persona grosera. De hecho, Felipe Negret siempre destaca “esa señora será lo que sea, pero es muy decente”. Mi forma de relacionarme con la gente, incluso, con el opositor no es a madrazo, me parece un nivel como muy bajo; el único madrazo que me ha sacado fue Lafaurie.
¿Qué fue lo que rompió su compostura?
Usted tiene que destacar que, aún después de ese madrazo, yo le dije a Lafaurie “usted es un pobre hijo de puta, grosero”, como toda una señora de la alta sociedad y no me despeluqué [risas]. Lo que me sacó la piedra fue lo que me dijo en tono bajito, que no se alcanza a ver en el video: “cómo te ves de linda cuando te pones brava”. Eso me reventó porque me sentí realmente minada, me sentí como cuando uno está emputado y le cogen el culo.