'The Crown' se arriesga a revivir 'el año horrible' de la monarquía británica

Era de esperarse que la quinta temporada de la serie The Crown tuviera una atención especial y que los fanáticos y la crítica enfocaran su atención en los detalles de la vida de la familia real inglesa y del compulsivo momento que se vivió durante el brillo y la tensión por Diana de Gales.

El asunto tuvo más trascendencia con la muerte de la reina Isabel II (ocurrida el pasado 6 de septiembre) y que despertó todo tipo de sentimientos alrededor de ese mundo de la realeza y rescató tanto lo claro como lo oscuro que tuvo que afrontar la carismática reina británica.

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“El espectador la verá con otros ojos”, vaticinaba acerca de la temporada de la producción la nueva protagonista Imelda Staunton, quien se convirtió en Isabel luego del gran trabajo de las actrices Claire Foy y Olivia Colman en las anteriores etapas de una de las joyas de la corona de Netflix.

A Staunton le tocó ser la reina que vive algunas de las fracturas de su círculo familiar con el divorcio de su hijo Andrés y la farsa matrimonial en la que se mantenía el príncipe Carlos y Diana.

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Este último es en realidad uno de los ejes que sostiene la trama, sumado a la química de Felipe de Edimburgo, esposo de Isabel II, con Lady Penny Brabourne, casada con el nieto de Lord Louis Mountbatten –mentor de Felipe– y amiga íntima del Duque durante más de treinta años; un elemento que parece más una licencia dramática para sugerir algo más que una entrañable amistad y potenciar una conversación más allá de la experiencia frente a la pantalla.

Aunque se puede pensar que el alma del conflicto en la serie es la representación de la famosa entrevista de Diana de Gales a la BBC, en la que cuenta el infortunio que fue su matrimonio con Carlos; en realidad es solo una pieza fundamental en un entramado más complejo.

Hay más riesgo en esa idea de retratar lo más humano de una familia que representaba el sello más importante de la identidad del Reino Unido; sus conflictos con el afán de modernizarse y esa batalla para tratar de borrar la desconexión de los Windsor con la realidad de un país y que fue el caballito de batalla de sus detractores; sumado a que los noventa (década en la que se ambienta la serie) fue uno de los conflictivos para la monarquía y sumó a los escándalos y críticas una tragedia para la familia: el incendio del castillo Windsor, el 20 de septiembre de 1992, que sería considerado como el elemento que detonó la descripción que hizo la propia reina de Inglaterra al bautizar ese periodo como un ‘Annus horribilis’ (año horrible).

La quinta temporada de la serie explora además cómo el príncipe Carlos (Dominic West) presiona a su madre para que le permita divorciarse de Diana (Elizabeth Debicki), causa de una crisis constitucional de la monarquía y en la que se evidencia cada vez más que ambos llevan una vida independiente.

Además, las tensiones irán en aumento con la aparición de Mohamed Al Fayed (Salim Daw). Decidido a que lo acepten en los círculos más exclusivos. El empresario y nueva pareja de Diana recurre a la fortuna y el poder que ha amasado con objeto de ganarse un puesto para él y otro para su hijo Dodi (Khalid Abdalla) en el seno de la realeza. Sumado a las tragedias mediáticas y conspiraciones que vienen después en el arco argumental.

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Peter Morgan –el creador de la serie– juega muy bien con la tensión, la nostalgia y la melancolía y encara críticas (no tantas en realidad) por hurgar en situaciones que para muchos solo están puestas para generar polémica, así como discusiones más banales como la elección de algunos actores para papeles principales. Algunos han reaccionado ante el papel de Carlos, en manos del actor Dominic West, que parece más apuesto y carismático que el personaje real que interpreta.En realidad The Crown revive en su trayecto la vulnerabilidad del poder monárquico que ve cómo el mundo cambia y es muy incómodo acoplarse en un estándar de producción impecable en la forma, pero revela el cansancio de los protagonistas en el fondo.

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Es duro ser la reina, la princesa o el príncipe y cada vez se generan nuevos retos y conflictos que ponen a prueba su relevancia. En esa idea se puede analizar el aporte de esta nueva narrativa que sin querer queriendo pone de nuevo en el centro de discusión el futuro de la corona. ¿Qué viene ahora? Posiblemente una reescritura de guion para una sexta temporada que, quizá, tendría en juego el fin de la era de Isabel II o la expectativa ante el reinado de Carlos III de Inglaterra.

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