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Cómo transformar un ofensivo billete falso de 100.000 pesos en una obra de arte

La galería Casa Hoffmann presenta una exposición en la que las obsesiones se convierten en oro.

Dhafne Katherine Cuellar y Camila Martínez fueron estafadas con billetes falsos. Hernán Sansone convirtió los billetes en obras de arte.

Dhafne Katherine Cuellar y Camila Martínez fueron estafadas con billetes falsos. Hernán Sansone convirtió los billetes en obras de arte. Foto: Hernán Sansone

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DIRECTOR DE REVISTA BOCAS Y LECTURAS. EDITOR DE CULTURA DE EL TIEMPOActualizado:

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“Tu hermano es un obsesivo”. La frase quedó atrapada –como una obsesión- en la cabeza de la curadora española Caridad Botella. La tuvo en su cerebro durante 3 años, 1095 días, 26.280 largas horas, hasta que se despertó una idea genial: la exposición Obsesión en la Galería Casa Hoffmann (Carrera 2ª no. 70-25), en la que reúne la obra de 21 obsesivos artistas que, entre otras cosas, son capaces de convertir dinero falso en dinero contante y sonante o llenar de pelo una pared.
“Solo un artista me dijo que no”, dice Caridad, “no quería tener su nombre al lado de la palabra ‘obsesión’”. Porque la obsesión tiene algo negativo. Nadie –en sus cinco sentidos– quiere ser tachado de loco. Pero… en Lausana (Suiza) hay un museo lleno de obras de convictos y pacientes con problemas mentales. El Museo de Art Brut (Arte Bruto) alberga la mayor colección de obras de pacientes psiquiátricos y prisioneros de todo el mundo. En Barcelona hay otro museo de las mismas características, ¿locos?, ¿posibles asesinos?, ¿quién quiere estar en ese grupo? ¿O sí? No todos los obsesivos terminan en el Museo de Art Brut.
La curadora Caridad Botella al lado de la obra de Camila Barreto.

La curadora Caridad Botella al lado de la obra de Camila Barreto. Foto:Archivo particular

Los obsesivos también pueden terminar en el MoMa, en la Tate Modern o en las principales casas de subastas. Una de las artistas más famosas del planeta, la japonesa Yayoi Kusama, con obras que se mueven entre los 7 y los 20 millones de dólares, lleva 40 años en una clínica psiquiátrica para controlar sus trastornos obsesivos y dedicarse tranquilamente a su terapia de sanación: el arte.
Kusama con calabaza, 2010. Yayoi Kusama.

Kusama con calabaza, 2010. Yayoi Kusama. Foto:Cortesía de Ota Fine Arts, Tokyo/Singapore/Shanghai; Victoria Miro, Londres; David Zwirner, Nueva York.

Caridad Botella –con su hermano como el primero en la lista– decidió explorar el concepto de obsesión desde dos puntos de vista: la obsesión en el tema y la obsesión en el oficio. Y sus 21 “pacientes” juntos resultaron geniales. La exposición es una extraña mezcla de talentos de locura, obsesión y virtuosismo puro.
Obra de Ernesto Restrepo, "el papas".

Obra de Ernesto Restrepo, "el papas". Foto:Fernando Gómez

Hablemos de obsesivos. ‘El Papas’, Ernesto Restrepo, lleva más de dos décadas haciendo papas. Y para la muestra trajo un muñeco hecho de papas cojín que –como un muñeco vudú- está atormentado por un centenar del alfileres, ¿quién será el torturado?, ¿una papa víctima de una obsesión amorosa?, ¿un coleccionista que no pagó su bulto de papas? La obsesión del Papas es legendaria; pero otros no se quedan atrás. Bernardo Montoya llevó un conjunto de sus volcanes. Su ‘viaje estático’ lleva varios años. Su computador y sus carpetas físicas están llenas de la actividad volcánica de todo el planeta y buena parte de su obra es la reproducción escultórica del Misti, el Galeras, el Vesubio o los volcanes de Nueva Guinea.
Carlos Blanco, por su lado, recibió una sentencia terrible cuando anunció que iba a ser artista: “¿va a vivir del aire, mijo?” Y el aire se convirtió en su obsesión. Blanco ha explorado docenas de posibilidades con figuras inflables, alguna vez hizo una escultura con el viento de una pista de carreras y, para esta exposición, atrapó a un fantasma contra el techo de la galería con un globo.
La obra de Carlos Blanco en la que atrapa a un fantasma.

La obra de Carlos Blanco en la que atrapa a un fantasma. Foto:Fernando Gómez

Hernán Sansone lleva varios años viviendo en Colombia y, como todos los argentinos, está obsesionado con los vaivenes de la economía. En la época de la hiperinflación trabajó con los billetes que, de un momento a otro, no valían nada, “un poco como lo que pasa ahora con los bolívares”, dice. Su obsesión con los billetes dio un nuevo vuelco con un billete falso en Colombia, de pronto, lo vio como un objeto entrañable y decidió convertirlo en su material de trabajo. El billete de 5000, con José Asunción Silva, el poeta suicida atormentado por las deudas, lo trabajó con una 'culebra'. Abrió una cuenta en Instagram, @todobilleteesfalso, y le pidió a todas las personas que tuvieran uno que se lo enviaran y él lo convertía en una obra de arte; intervenía las obras y se las regalaba. Sansone nunca se ha preocupado por el dinero o el precio de las obras. Sus billetes intervenidos son de las personas que se los dieron y, efectivamente, ahora una mesera que fue estafada con un billete de 100 mil puede recibir parte de los 400 dólares del valor comercial de la obra. 
En la misma línea de ‘recolectores’ obsesivos está Ana María Davis que –desde hace años– crea unos objetos escultóricos únicos con piel de iguana y el pelo de sus amigas. O Lina Botero que, una vez empezó a perder pelo, hizo una composición de bolitas pegadas en un gran lienzo y, a un lado, una serie con un centenar de fotos de mujeres con un pelo endiabladamente frondoso.
La obra de Carolina Rodríguez está hecha con rayones furiosos.

La obra de Carolina Rodríguez está hecha con rayones furiosos. Foto:Fernando Gómez

Y hay otros obsesivos: los obsesivos del oficio como Margaret Mariño que tiene una gigantesca red hecha con hilos y parafina de velas y que –sin duda– le dejaron los dedos llenos de quemaduras. El propio hermano de Caridad, Julio Botella, tiene una obra que parece un cerebro en plena actividad creativa hecho con miles de puntos. O la obra de Lorena Ortiz que, también con una serie de puntos, hace visibles los retratos que hizo en un centro psiquiátrico en Brasil. O la obra de los laberintos de Andrés Moreno Hoffmann. O los lienzos rotos Camila Barreto que se convirtieron en lenguas gigantes. O los retratos de niñas hechas con los rayones furiosos de Carolina Rodríguez. O Nicolás Bonilla que, en un horno, ha hecho miles –tal vez millones– de rocas y monolitos de porcelana que aparentemente son iguales. O Wilmer Useche que, con marcadores y colores, hizo una composición cromática totalmente personal: imaginen un círculo de un metro de diámetro lleno de líneas de diferentes colores, ¿cuántas líneas necesitó?, ¿cuántos líneas sin tocarse una con la otra y sin salirse del círculo? O la obra de Iván Castiblanco que, con los mosaicos de la casa en la que creció, construyó un triciclo.
El triciclo de Iván Castiblanco.

El triciclo de Iván Castiblanco. Foto:Fernando Gómez

Todo obsesivo tiene un motivo para celebrar esta exposición.
FERNANDO GÓMEZ ECHEVERRI
DIRECTOR DE REVISTA BOCAS

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