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¿Adicto a mamá? Especialistas explican la causa de la ‘mamitis’ y cómo evitar que luego afecte la vida adulta
El apego materno es una parte clave del desarrollo de las personas. No obstante, cuando es excesivo y genera dependencia, puede impedir el crecimiento de los niños.
Aunque el origen de la mamitis no siempre es preciso, suele deberse a que no se estableció un vínculo adecuado entre la madre y el bebé. Foto: iStock
El fenómeno conocido como ‘mamitis’ refiere a un apego excesivo hacia la figura materna, que si bien es natural y esencial en las primeras etapas de vida, puede llegar a ser problemático si persiste en exceso durante el crecimiento. Este término, que no se considera un diagnóstico clínico oficial, ha sido motivo de estudio por varios especialistas en psicología.
Antonella Galli, psicóloga de la Clínica Ricardo Palma, señala que "la ‘mamitis’ puede surgir del rol sobreprotector o controlador que algunas madres adoptan desde la niñez del individuo, generando una dependencia que trasciende lo saludable para el desarrollo emocional y social del niño".
Ana Lorena Elguera Pajares, Directora de la Carrera de Psicología de la Universidad San Ignacio de Loyola, resalta la importancia del apego seguro: "Un niño que está en pleno proceso de aprender a autorregularse, que recién está comenzando a conocer el mundo, a saber qué le gusta y qué le atemoriza, necesita todas las estrategias de contención posible. La mejor de ellas es el apego seguro, el amor de mamá y los brazos de papá para sentirse seguro y crecer sano, sabiendo que puede confiar en sus referentes y que, si tiene la necesidad de correr a llorar, mamá o papá están para apoyarlo, escucharlo, abrazarlo y orientarlo".
Por su parte, Ruth Kristal, de SANNA Clínica San Borja, enfatiza en la dependencia excesiva: “Si el niño depende demasiado de la madre, si no logra hacer las actividades correspondientes a su edad por sí mismo, si necesita consultarlo todo con ella, sin poder asumir su responsabilidad, tomar sus decisiones, etc.; siempre de acuerdo con lo esperado para su edad. Estamos hablando de un problema de separación – individuación".
El adulto con mamitis va a tener dificultades de tomar decisiones, de construir su propio hogar, de darle al hogar que construya la centralidad e importancia que merece. Foto:iStock
Los especialistas coinciden en que el proceso de separación e individualización debe comenzar tempranamente. Este proceso es fundamental para que el niño aprenda a confiar en sí mismo y a interactuar con su entorno de manera autónoma.
"El niño necesita volverse cada vez más autónomo a partir de esas edades. Si el niño es incapaz de separarse de la madre, llora, hace pataletas o no funciona sin ella, se considera algo patológico. A medida que crece el niño y sigue con actitudes dependientes, entendemos que este proceso no se ha logrado y puede durar hasta la adolescencia e incluso la edad adulta”, explica Kristal.
Los síntomas de la ‘mamitis’ incluyen dificultad para gestionar emociones de forma independiente, exigencia en lugar de pedir cortésmente, inseguridad ante otros, y una preferencia abrumadora por la compañía de la madre sobre cualquier otro miembro de la familia o amigos. Además, los niños pueden mostrar temor excesivo al interactuar con nuevas personas o situaciones.
“Por lo general, será preocupante cuando sabemos que el niño podría ejecutar las acciones solo, pero llora, se atemoriza o exige la presencia de mamá de todas maneras. En ese momento podremos decir que es algo preocupante. Pensemos también que todos los niños tienen niveles de neurodesarrollo distintos. Por ejemplo, un niño neurotípico y un niño neurodiverso atraviesan distintos procesos de adaptación, por lo que las estrategias y la acción no puede ser las mismas, sino que dependen de su nivel de autonomía emocional y la forma en que se adapta al entorno”, desarrolló Lorena Elguera Pajares, Directora de la Carrera de Psicología de Universidad San Ignacio de Loyola (USIL).
*Este contenido fue reescrito con la asistencia de una inteligencia artificial, basado en información de El Comercio (GDA), y contó con la revisión de un periodista y un editor.