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'Viví el amor más bonito de mi vida con la pareja de un familiar'
En #MensajeDirecto, una simple amistad se convirtió en amor, justo con la persona menos indicada.
Regresó #MensajeDirecto, un formato con el que EL TIEMPO busca darles un espacio a sus lectores para contar aquellas historias de amor o vivencias personales que se consideran poco comunes. Aunque usted no lo crea, alguien se identificará con su relato. No olvide que, en medio de las diferencias, todos reímos y sufrimos en el mismo idioma. Conozca esta nueva historia.
Esta es la versión en audio de Mensaje Directo, hecho a través de inteligencia artificial.
Soy un hombre soltero de 36 años y he tenido varias novias con las cuales, por una u otra razón, las cosas no han funcionado. Entre esto, hace dos años, durante unos doce meses, viví la historia de amor más bonita, pero traumática de toda mi vida.
A esto me gusta llamarlo ‘amor en familia’; aunque no tuve una relación amorosa con un familiar, sí sucedió con la pareja de un primo.
Todo comenzó alrededor de hace 10 años. Mi primo tenía una novia llamada Candelaria, una chica muy tímida. En un principio, yo era indiferente, pero siempre la trataba bien, dado que soy un hombre muy caballeroso. En las reuniones la sacaba a bailar y, dentro de mi simpatía, reíamos y disfrutábamos los momentos de encuentros familiares. Así pasaron unos cinco años.
Luego de este tiempo de conocerla, durante una reunión familiar, la relación con su pareja estaba pasando por una situación compleja, pues él le había sido infiel. De casualidad, me senté junto a ella y, al verla triste, le pregunté qué le pasaba. Con una lágrima disimulada que le bajaba por la mejilla me empezó a contar los detalles. Comprendí la gravedad del asunto y desde ese momento me convertí en su confidente. Fuimos a un parque, allí hubo una conexión desde la amistad, fue muy bonito.
. Foto:iStock
Salimos varias veces, me contaba sus penas y yo, las mías. Hablábamos de miles de historias, de las cuales reíamos y nos apoyábamos. Un tiempo después llegó la pandemia y, luego de varias salidas y conversaciones por teléfono o por WhatsApp, se empezó a despertar una química que teníamos muy dormida. Había una atracción que cada vez era más evidente. Las charlas pasaban de iración a cumplidos y luego a “¿Qué pasaría si tú y yo estuviéramos juntos?”. Esa frase abrió una puerta que en esa época solo se permitía en la virtualidad.
Ella me contaba lo aburrida que seguía en la relación que llevaba con mi primo, pero siempre tenía la esperanza de que él cambiara. Solo la escuchaba, no quería intervenir en la vida de alguien que, aunque era mi amiga, la quería para algo más, como para ‘volarnos’ un fin de semana.
Cuando la pandemia aminoró un poco, en una de nuestras conversaciones candentes, Candelaria no aguantó más y me lanzó una indirecta para pasar un fin de semana conmigo. Por cosas extrañas de la vida, no capté el mensaje. De seguro habría sido una noche volcánica, pero no pasó.
De la amistad al amor
Por algunas semanas, las cosas se enfriaron y de la nada ella apareció. Recuerdo que Candelaria volvió un 16 de noviembre y ‘de sopetón’ me invitó a salir. Volvimos a nuestra bonita amistad, pero un poco más cercanos por la química que teníamos: los abrazos eran más largos y los saludos de beso cada vez se acercaban un poco más a los labios.
Los abrazos eran más largos y los saludos de beso cada vez se acercaban un poco más a los labios
Llegaron las fiestas decembrinas y en las reuniones familiares el acercamiento continuaba. Ambos sabíamos del riesgo que corríamos si algún pariente se enteraba, aunque eso nunca pasó. Luego, algo inexplicable sucedió. Un día la visualicé en mi mente y sentí que ya esa ‘química’ se había transformado en un “me importas” y, de la nada, me empecé a enamorar de ella. Sucedió sin previo aviso, sin meditarlo, solo llegó.
Ese mismo mes, no aguanté más y le expresé lo que sentía. Pero Candelaria solo me dijo que no quería destruir lo construido dentro de la relación que tenía con mi pariente. Yo, muy aburrido, pero en paz por expresarme, le dije que lo aceptaba.
Ella propuso que siguiéramos de amigos y, a regañadientes, acepté. Quedamos en darle un mejor manejo a la amistad, pero es más fácil lanzarle un pedazo de carne a un perro callejero y decirle que no se lo coma que evitar el amor que estaba naciendo. Empezando el año, en una de nuestras salidas, le confesé que para mí era muy difícil verla como amiga. Ella me correspondió, dijo que se estaba enamorando profundamente de mí, pero aun así la relación no avanzó más.
Un día, me pidió que la acompañara a tomar unas fotos. Dentro de mi vulnerabilidad, acepté. Estuvimos prevenidos de que nadie nos viera en las visitas a las fincas donde ella iba a sacar las fotografías, muy alejados de donde vivíamos. Después de terminar la actividad, sentados en un restaurante, le dije que sentía que nuestra conexión ya no estaba. Candelaria, en un desespero extraño, tomó mi mano y me dijo que nuestra conexión estaba intacta, pero que la fachada en la que vivía la tenía amarrada. Ese momento fue especial.
De ahí, salimos de nuevo a la ciudad y, en un momento de locura, me propuso ir a otro pueblo cercano a comer postre. Acepté sin pensarlo y terminando el día salimos por un dulce que nunca comimos, pues al llegar al lugar entramos a un café donde, entre abrazos y capuchinos, pasamos un momento genial. Luego, al salir a caminar por el parque, el frío estremecedor de aquel lugar nos llevó a entrar a una discoteca, donde bailamos hasta más no poder.
Al salir de la disco, en la madrugada, le propuse buscar un hotel con la disculpa que conducir en la noche era peligroso, pero que confiara en mí, que yo solo quería sentir cómo era dormir con ella y que la respetaba. Aceptó sin dudarlo. En el hotel paso de todo y no pasó nada; sexo no hubo. La relación endeble que aún tenía no dejó que nuestros cuerpos se unieran; ella solo durmió en mis brazos. Para mí fue una noche maravillosa; dejando atrás el ego masculino, sentí que nos tocamos el alma.
Días después, le dije que más bien nos alejáramos, en un intento por evitar que la situación se saliera de control. Esta vez, ella aceptó a regañadientes.
Pasaron un par de meses, Candelaria buscó la manera de acercarse. Pasé por su casa y ahí, debajo de un árbol, me dijo que tenía un sentimiento muy fuerte por mí. Bajo la sombra y los pocos rayos de sol que se filtraban entre las hojas, me besó. Fue nuestro primer beso, ese que tanto soñé y añoré. Después, la miré a los ojos y la abracé. En el abrazo pasó algo inexplicable, nuestros corazones entraron en sintonía, nos miramos extrañados porque literalmente podíamos sentir nuestros latidos.
Quedamos en que ella iba a solucionar su situación. Le pidió un tiempo a su pareja, pero él sabía cómo manipularla. Él aceptó, pero se seguía acercando. En ese momento, en una visita inesperada, nuestros labios se volvieron a unir. Con la disculpa de una meditación pendiente, la llevé a mi casa y, entre los pétalos de rosas y las velas alrededor nuestro, hicimos el amor. Fue un momento único e irrepetible en el cual, a través de sus ojos bonitos, acaricié su corazón y su alma.
La pareja seguía insistiendo, usaba cualquier argumento a su favor: el tiempo que llevaban juntos, lo que habían construido, que las familias estaban de acuerdo, que él era la persona ideal para ella, en fin, muchas cosas que al final le funcionaron. Al darme cuenta de esto, la enfrenté y le dije que más bien quedara libre, yo no me iba a oponer a lo que ella decidiera.
Se lo dije en ese momento y lo repito ahora, lo mejor era siempre decidir desde el amor, desde la felicidad, que escuchara a su corazón, incluso sin importar la opinión de los demás. El caso es que trató de intentarlo de nuevo con la pareja, pero muy despacio. Por obvias razones, no funcionó y volvió a mí.
. Foto:iStock
Los dos cumplíamos años en fechas cercanas, primero ella y luego yo. Para su cumpleaños, la sorprendí con un paseo a un lugar que ella siempre quiso visitar. Entre las flores y la cena romántica pasamos una velada única. Luego cumplí yo, ella me preparó otra sorpresa en un sitio hermoso, donde vivimos un momento muy lindo.
Aseguró que, aunque me amaba, sentía una culpa inmensa, que no sabía de dónde venía, que ella no era capaz de vibrar como yo en el amor. Acepté y la dejé ir
A pesar de esto, infortunadamente empezó a tambalear con respecto a su pareja, mi primo. En un arranque de amor propio la dejé. A los pocos días, con una fuerza interna inexplicable, terminó su relación y al poco tiempo volvió a mí, era libre. Yo la recibí con los brazos abiertos.
Poco tiempo después empezó a comportarse de una manera extraña, algo alejada. Un día, mientras yo entrenaba, me esperó a la salida del gimnasio y me dijo que no podía seguir conmigo. Aseguró que, aunque me amaba, sentía una culpa inmensa, que no sabía de dónde venía, que ella no era capaz de vibrar como yo en el amor. Acepté y la dejé ir.
Luego de un mes, no aguanté y me fui para su casa con una cajita en la que había una carta, una rosa y sus chocolates favoritos. Después de esperarla durante unas 4 horas, ella llegó y, dentro de mis nervios y con mis manos temblorosas, la entregué el presente y salí lo más rápido posible de allí.
Y al final, me quedé solo y con el corazón roto
Su respuesta llegó por correo electrónico y fue contundentemente negativa. Desde la rabia y desilusión, le respondí que nunca me amó, que solo fui una confusión bonita para ella
Los días después, sintiéndome más calmado, fui y hablé con Candelaria. Le pedí que lo intentáramos de nuevo, que ya estaba sola y que no había por qué esconder nada. Yo quería que lo iniciáramos a su ritmo. Ante mi propuesta, ella me pidió una semana para pensarlo. Su respuesta llegó por correo electrónico y fue contundentemente negativa. Desde la rabia y desilusión, le respondí que nunca me amó, que solo fui una confusión bonita para ella. A la semana, ella llegó a mi casa y me regaló flores, me dijo que sí me amaba. Volvimos a sentir esa conexión bonita de nuevo.
Lo que no sabía es que mi primo se había acercado a ella con la disculpa de ser solo amigos, pero ella insistía en que quería intentarlo conmigo. De un momento a otro, sin conocer la razón, se perdió. Yo no la busqué pensando que necesitaba tiempo y espacio.
En una ocasión, conduciendo en la calle, la vi con mi familiar. Sentí una punzada en el corazón. Casi me estrello, me tocó detenerme para tomar agua y relajarme. Un día después, le escribí un correo diciéndole que la había visto con él y le pregunté si estaba pasando algo entre ellos. No me respondió. A los pocos días, el ego me ganó y le envié otro mensaje, terminando la relación con la esperanza que, ante el ultimátum, ella regresara. Reconozco que fue un grave error, ya que nunca contestó. Finalmente, me enteré que sí habían regresado.
Así como lo señalé al comienzo de esta historia, esto fue lo más lindo que me pasó con una mujer en la vida, aunque el final es lo más ‘maluco’. Desde mi espiritualidad y mi conciencia he manejado y aceptado lo que está pasando, pero no ha sido fácil. Por un tiempo dejé de compartir con mi familia, ya que ella estaba ahí con mi primo. Mis amigos me decían que enfrentara la situación, pero yo me sentía como un jugador de fútbol lesionado, no podía entrar a la cancha sin haberme recuperado.
. Foto:iStock
Hasta que hace una semana, de casualidad, iba a visitar a un familiar y un espía que tengo ahí infiltrado me avisó que ella estaba en ese lugar. Sentí que el día se me había dañado, pero algo inexplicable me decía que ya era hora de enfrentar las cosas, así que me dispuse a ir a la casa de mi familiar. Respiré profundo -ella no sabía que yo llegaría- y entré con valentía en mi corazón. Menos mal, nadie de la familia conocía la historia.
Mis amigos me decían que enfrentara la situación, pero yo me sentía como un jugador de fútbol lesionado, no podía entrar a la cancha sin haberme recuperado
En fin, cuando Candelaria me vio, agachó su cabeza. Entré con la frente en alto, pero muy nervioso. Saludé a todos y me senté. A medida que el tiempo pasaba, me fui sintiendo más calmado. Ella, con una disculpa, se retiró del comedor -donde estábamos todos compartiendo- hacia la sala. Allí se quedó un tiempo. Luego, le dijo a su novio que se tenía que ir. Fue al baño y al salir me dijo adiós a lo lejos, con la mirada perdida. Un familiar despistado le dijo que se despidiera de abrazo y beso en la mejilla, tanto de él como de mí. Ella lo ignoró y se fue lo más rápido posible.
No sé si ella volvió con su mi primo por la fachada, porque es lo que el mundo cree que es mejor para ella -o al menos eso es lo que quiero pensar-, o que recordó lo que sentía por él y de verdad lo ama. Yo me quedo con lo primero, porque éramos amigos, toqué su alma y sentí que conmigo vivió un sentimiento lindo. Sea lo que sea, le deseo lo mejor: que sea muy feliz y que logre todos sus sueños.
Aunque ese amor bonito se vaya, quedará en mi corazón para siempre. Ella fue el amor soñado que nunca esperé que llegara a mi vida. Me quedo con la tranquilidad de haber amado sinceramente.
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