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Irene ‘Mambaco’ Pacheco: el campeón colombiano que tuvo que pelear sin su puño derecho

'Mambaco' Pacheco es una leyenda del deporte colombiano. Entrevista de BOCAS.

Mambaco Pacheco fue un tremendo campeón mundial de boxeo

Mambaco Pacheco fue un tremendo campeón mundial de boxeo Foto: Vanexa Romero

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A Irene 'Mambaco' Pacheco no lo detuvo el tener su principal herramienta averiada, la mano derecha, para hacer realidad sus sueños de llegar a ser alguien en el boxeo, conquistar un campeonato mundial y tener su propia casa. Sueños que comenzaron desde niño en su natal San Juan de Urabá (Antioquia).
La portera de la Selección Colombia, Catalina Perez, es la portada de la edición #132 de la Revista BOCAS

La portera de la Selección Colombia, Catalina Perez, es la portada de la edición #132 de la Revista BOCAS Foto:Revista BOCAS

El mayor de los cuatro hijos de Elías Pacheco e Inocencia Bravo, nacido el 26 de marzo de 1971, tenía 8 años cuando le pronosticaron su futuro. La familia vivía en una finca justo al pie del mar Caribe, fuera del casco urbano del municipio, y a él le tocó salir corriendo una noche a buscar en el pueblo una botella de alcohol para su hermano Rodolfo, que tenía fiebre.
Al regresar encontró a un desconocido, barbudo, sentado en la sala de su casa. Toda su familia, asustada, se había refugiado en un cuarto. Irene descargó el alcohol en la cocina, invitó al intruso a la mesa y le dio de comer unos trozos de yuca y tres cocos. Incluso, le contó de su pasión por el boxeo. El extraño subió al niño a la mesa y le dijo: “Cuando esté arriba del ring, acuérdese de mí... Usted será un gran campeón”. Entonces el forajido desapareció sin dejar rastros. “Estoy convencido de que ese desconocido barbón era un enviado de Dios”, sostiene el último gran campeón mundial duradero del boxeo colombiano, que reinó en el peso mosca (112 libras) de la Federación Internacional de Boxeo (FIB), entre el 10 de abril de 1999 y el 16 de diciembre del 2004. “Yo siempre, durante toda mi carrera, especialmente en las adversidades, me acordé de ese enviado de Dios y salí adelante”.
Tiene 52 años, nació en San Juan de Urabá, siete hijos con cinco mujeres, cuatro nietos, pesa 160 libras, vive en Galapa.

Tiene 52 años, nació en San Juan de Urabá, siete hijos con cinco mujeres, cuatro nietos, pesa 160 libras, vive en Galapa. Foto:Vanexa Romero

Adversidades como el daño de la mano derecha que lo obligó a cambiar su forma de pelear lo excluyeron de la Selección Antioquia y lo motivaron a salir de su casa para llegar a Cartagena y, luego, a Barranquilla, ambas ciudades llenas de dificultades. Pero que él superó, con constancia y disciplina, para con el paso del tiempo derrotar a incrédulos y convertirse en campeón mundial.
Campeón de tal recorrido que el más grande atleta colombiano de todos los tiempos, el legendario Antonio Cervantes ‘Kid Pambelé’, calificó como el boxeador nacional más parecido a él en su estilo. ‘Mambaco’ dejó su marca profesional en 33 triunfos contra 2 derrotas, con 24 nocauts, y realizó seis defensas mundiales exitosas.
“Todo fue por la pasión que tuve en el boxeo”, dice. Pasión que nació con él, herencia de su padre, Elías, el entrenador del pueblo que había sido púgil del peso mediano junior (154 libras) y jamás perdió una pelea, tanto que le decían “Pantera Negra”. Él le enseñó de manera oficial los primeros secretos del boxeo en un solar de propiedad del municipio, donde preparaba a sus pupilos. Pero ya antes, en el patio de su propia casa, le había inculcado ese deporte de manera recreativa.
Hoy tiene 52 años, siete hijos y cuatro nietos. Pesa 160 libras y vive en Galapa, Área Metropolitana de Barranquilla. Tras retirarse validó bachillerato, pero no quedó en la universidad. Quería estudiar licenciatura en Educación Física para enseñar boxeo. Hoy lo hace de forma personalizada en Barranquilla. Esta es la historia de otro gran campeón que ha tenido Colombia.

¿Quiénes conforman hoy su familia?

Mi madre, Inocencia. Elías, mi padre, murió. Tengo dos de los tres hermanos: Rodolfo y Nálcida; ‘Lisbo’ (Lisban), también murió. Tuve siete hijos con cinco mujeres diferentes. Tengo cuatro hermosos nietos: Briceida, Macnelly, Humberto Elías y Nicolás Elías. Vivo solo en Galapa, cerca a Barranquilla, tranquilo y feliz.

Vamos al inicio de todo. ¿Fue fácil entrar al boxeo?

Sí, todo lo encontré en casa: desde que tengo uso de razón recuerdo que había guantes y mi papá ponía un saco en una rama del palo de mango en el patio. Y no solo con mi papá, hasta mi mamá me respaldó. Ella casi ni iba a verme pelear, pero cuando iba, era para ganar. Con ella hay conexión. Ella percibía el momento justo que yo peleaba en la calle, me buscaba y me encontraba peleando. Cuando ya era campeón, me confesaba que me daba instrucciones viendo la pelea por TV y yo seguía sus recomendaciones.

¿Cómo era su vida en el pueblo?

Como cualquiera. Estudiaba y ayudaba a mi padre, que, además de enseñar boxeo, era pescador en el mar. Yo tejía las redes y ayudaba a sacar pescados. Después mi papá dejó de pescar y viajaba a Montería para buscar bocachicos y vender. Yo salía con mi ponchera, a veces sin camisa y a ‘pata pelá’, a vender. Era el mejor porque le ponía sabor con mis retahílas, que también heredé de mi papá: “Oiga, el bocachico, largo de cola y corto de pico; llévatelo barato que es nutritivo y este es sabor... ¡Ave María!, ¿qué pasó? Que le salió un loco por favor... Aquí está la culebra mapaná, la que mató a mi mamá; señoras y señores, ¿cuánto le vale uno? Uno le vale cinco mil, se lo regalo en tres mil”.
Irene ‘Mambaco’ Pacheco reinó en el peso mosca (112 libras) entre el 10 de abril de 1999 y el 16 de diciembre del 2004.

Irene ‘Mambaco’ Pacheco reinó en el peso mosca (112 libras) entre el 10 de abril de 1999 y el 16 de diciembre del 2004. Foto:Vanexa Romero

¿Y con el boxeo?

Entrenaba y peleaba. Me iba bien y iraba a Ray ‘Sugar’ Leonard. No había perdido nunca, ni en la calle. Hasta que una vez fui en juvenil a un torneo departamental en Arboletes, cerca a mi pueblo. Y perdí con el más malo rival que enfrenté en mi vida. Me deprimí, lloraba solo y nadie me podía decir nada. Pero me dije que no me podía quedar con esa. Se vino el torneo departamental de mayores y me inscribí hasta llegar a la final. Mi rival era Luis Fermín Palacios, un hombre musculoso. Yo le tenía miedo. Fue la única vez que sentí miedo por un rival. No sabía cómo ganarle. Pero llegó mi mamá en un camión y me dijo: “Nada de mamita mía. Vamos a orar que vine por el oro”. Y gané.

¿Cómo fue el cambio por lesión de derecho a zurdo?

En el próximo departamental, ya en 1988, me lesioné la mano derecha, la de poder. Yo era derecho y no podía golpear porque me dolía. Los médicos me dijeron tiempo después que no podía seguir peleando. Entonces me retiré. Ya había dejado de estudiar hasta tercer año de bachillerato por dedicarme al boxeo. Me fui al monte a tirar machete y a hacer zanjas para cultivos. Pero eso no me gustaba: las avispas me atacaban. Entonces mi papá me cambió de guardia y me enseñó a pelear a lo zurdo con estas recomendaciones: no golpear a la cabeza, tirar al cuerpo, así las manos no dolerán. Y fue la estrategia de ahí en adelante: golpeando en las zonas blandas vulnerables del rival.

¿Por qué la decisión de salir del pueblo?

Peleando a lo zurdo, en Antioquia no me querían. Así representé al departamento en el Torneo Nacional de Mayores de Turbo, en 1989, y después de eso, unas semanas más tarde, decidí buscar mi futuro. Quería ser como el campeón Fidel Bassa. Una tarde tenía dos mil pesos y mi mamá me dio cinco mil. Me despedí de la casa de mis padres, que era en el centro de San Juan de Urabá. Luego fui a la finca, donde vivía con Petrona Morelos, y le dije que me iba. Salí corriendo, con un bolso, y ella, pobrecita, corría detrás de mí. La dejé tirada y llegué al pueblo, donde me monté en el platón de un carro con cargamento de plátano con mi amigo boxeador que me esperaba, Edilberto Cardales. Y salimos a Cartagena.

¿Cómo fue la estadía en Cartagena?

Llegamos a la casa de la señora Rosa, hermana de Edilberto, en el barrio Líbano. Entrenaba con la Liga Distrital en el Gimnasio Chico de Hierro, bajo la dirección de José ‘Panamericano’ Vásquez. Como a los 15 días de llegar, siendo peso mosca (112 libras) peleé en gallo (118) y gané a todos. Solo me derrotó en decisión localista Óscar León. Casi me retiro. Pero seguí porque quería ser alguien. Yo tiraba trompá, compa, tanto que me llamaban 'Trinity', como los de las películas (Bud Spencer y Terence Hill)... Pero como a los seis meses salí de esa casa: era lógico, no aportaba nada en lo económico. Me fui a la casa de una prima, Concepción Pacheco, y estuve como un año. Pero un día se me partió una silla del comedor y tuve que irme de allí... Me fui a casa de una señora, Lourdes, hermana del boxeador Jesús Julio. Además de boxear, lavaba platos, cocinaba, cuidaba niños y vendía cualquier cosa en el mercado de Bazurto, ¡hasta pájaros! Si me ganaba cinco mil pesos, le daba a Lourdes tres mil y me quedaba con dos mil. Recuerdo que por ese tiempo se murió Tito, el esposo de la señora Rosa, y me regalaron su ropa y unos zapatos negros marca BK. Eran talla 38 y yo soy 39, pero no me importaba, si estaba ‘llevao’.

El pasar al profesionalismo fue una bendición...

Toda una bendición. Yo no vivía con Petrona, pero tenía dos hijos con ella, que estaban en casa de mi mamá. Inocencia se preocupaba porque se enteró que yo la pasaba mal. Una vez puse al entrenador Amado Guerra que le llamara y le dijera que me iba bien. No quería dolores de cabeza para mi mamá. Al poco tiempo, el propio Guerra me ofreció una pelea profesional. Tenía récord de 30-5 como aficionado y nada que perder en el profesionalismo. Por esos días corría todas las mañanas en el estadio de fútbol Pedro de Heredia con el excampeón mundial Rodrigo Valdés, que me aconsejaba diciendo que para llegar tenía que tener disciplina. Acepté la pelea y el 19 de noviembre de 1993 debuté noqueando a Wilmer ‘Chicanerito’ Jinete. Me gané 35.000 pesos de bolsa. Nunca había visto tanta plata junta. Cuando me bajé del ring, muchos me ofrecieron contratos, pero no acepté. Julio Carranza, representante de la firma Cuadrilátero (la de los campeones mundiales en Colombia), me ofreció un contrato. Tampoco acepté, pero le dije que pelearía con él.

¿Y cómo se dio la contratación?

A comienzo de 1994, Billy Chams, el presidente de Cuadrilátero, fue a Cartagena y Carranza me recomendó. Él dijo que me uniera a su cuerda, pero en Barranquilla. Me ofreció 800.000 pesos para que firmara, pero le respondí que no: que me diera trabajo. Jamás tuve contrato con él. Todo fue de palabra. Billy le dio 35.000 pesos a Amado Guerra para que me llevara. A los dos días estaba en Barranquilla. Me recibió en su almacén de telas y ropas de la calle 77 con tres camisetas y unos zapatos marca Troop. En ese almacén trabajé. Y me llevó a vivir en el segundo piso del gimnasio Cuadrilátero, donde también entrenaba. Fueron tiempos buenos al principio, con entrenadores como el argentino Amílcar Brusa y el panameño Celso Chávez. Aprendí mucho de los dos, especialmente de Brusa, un maestro para enseñar. Cuando iba a debutar en Barranquilla, el gerente de Cuadrilátero, Alfredo Robles, me dijo que me iba a poner el apodo de 'Mambaco', por el tema musical (en ritmo de chandé) de una persona que se llamaba como yo: Irene (Martínez). Le dije que no me gustaba ese apodo, pero él lo puso y pegó. Hoy la gente me conoce más como ‘Mambaco’ que por Irene.

¿Tiempos buenos solo al principio?

Llegué invicto en ocho peleas en ese 1994, pero Brusa no gustaba de mí y le decía a Billy: “Jefe, está perdiendo la plata con este”. La mano derecha comenzó a dolerme nuevamente. Billy decía que yo era cobarde y estuve 10 meses sin pelear. Me quitó la comida y me dejó en el gimnasio porque sabía que yo era bueno corriendo y eso les marcaba el paso a sus otros pupilos. Para comer, vendía rifas que yo mismo hacía. Él me montó otras peleas entre 1995 y 1996. Y yo seguía ganando. Pero Dios hace bien las cosas. Yo le pedí que me buscara una pelea internacional y en octubre del 96, en un programa de KO a las Drogas de la Asociación Mundial de Boxeo, me llevó a Maracay (Venezuela) para enfrentar al promocionado futuro campeón mundial Emilio Alvarado, un invicto nicaragüense. Y le gané por nocaut. Entonces Billy nuevamente me dio la comida diaria y el trabajo en el almacén de la 77, donde yo, que empacaba telas, me convertí, sin serlo, en el mejor vendedor por la atención con los clientes. Después de vencer a Alvarado me encaminé hacia el título mundial y mi último obstáculo fue Ángel Priolo: tuve fiebre durante siete días y no quería pelear. Priolo estaba invicto en Barranquilla y era el favorito. Me estaba pegando, pero hice mi trabajo por dentro, en la zona media, para pegar sin lastimarme la mano derecha y acabé por nocaut.
Dejó su marca profesional en 33 triunfos (con 24 nocauts), contra 2 derrotas, y realizó seis defensas mundiales exitosas.

Dejó su marca profesional en 33 triunfos (con 24 nocauts), contra 2 derrotas, y realizó seis defensas mundiales exitosas. Foto:Vanexa Romero

Entonces se vino su gran noche, la conquista del título mundial, con el peruano Luis 'Bomboncito' Cox, en Barranquilla...

Yo me sentí solo en la preparación. Álvaro Mercado me motivaba mucho y Daniel 'Ñato' de Ávila llegó faltando poco tiempo. La pelea con Cox, por título mosca vacante (10 de abril de 1999), fue fácil. Yo me cansé en el octavo, pero lo liquidé en el noveno. Escuché la gente decir, con razón, que yo sería un campeón efímero. Esa noche no celebré, me fui al gimnasio a dormir con mis padres y familiares que llegaron del pueblo. Al día siguiente, temprano, me fui a correr hasta el barrio Las Flores. Lo hice durante una hora y 20 minutos y la gente decía que yo estaba loco. Yo no me sentía campeón, ni fui a mi pueblo... Me sentí campeón en octubre de ese mismo año, en la primera defensa. Llegó el entrenador Orlando Pineda y comienzo a mejorar (su apoderado lo sacó del gimnasio a un hotel y también del almacén donde trabajaba). Gané a Ferid Ben Jeddou (Túnez) en solo cuatro asaltos. Allí sí celebré: ya era alguien y campeón mundial: fui a mi pueblo y fue una locura. A la calle de la casa de mi mamá la llaman desde entonces 'La Calle del Campeón'... Me faltaba el sueño de la casa.

¿Cómo la consiguió?

La mano izquierda me seguía doliendo. Billy Chams quería que hiciera otra pelea en Barranquilla, que cogiera experiencia, pero la plata que me ganaba no daba para comprar la casa. Le dije que yo era un boxeador de una mano y cualquiera me ganaba aquí o afuera. Entonces salió la pelea en El Paso (Estados Unidos) con el invicto Pedro Peña. Billy creía que yo iba a perder y no fue: me mandó con su hermano. En el 11 noqueé a Peña (14 de enero de 2000) y con esa plata ganada me compré mi penthouse en el norte de Barranquilla. Billy comenzó a creer en mí. Estaba enfermo, no quería viajar, pero no me dejó más nunca solo. Era un bacán. Solo me quitó el porcentaje que le correspondía en una pelea, en las otras no lo hizo.

Solo hizo una pelea por año en noviembre de 2000, 2001 y 2002 y en septiembre de 2003...

Sí, por el dolor de la mano y porque nadie quería pelear conmigo. No me encontraban nada, hasta que un médico en Cartagena dio con la lesión y me operó después de la pelea con Peña. Gané por puntos a Masibulele Makepula (sudafricano) en Las Vegas, por nocaut a los “chicanos” Mike Trejos en San Antonio y por puntos a Alejandro Montiel en El Paso (todas en EE. UU.) y por nocaut al norirlandés Damean Kelly en Barranquilla. Dos meses antes de esa pelea con Kelly me lesioné la mano izquierda. Callé. Solo se lo dije a usted, cuando lo subí en mi carro en la antesala y le pedí que me guardara el secreto. ¿Lo recuerda? Le dije que no iba a pegar mucho en el primero, segundo ni tercero asaltos, pero que del cuarto en adelante me lo tendrían que quitar. Con ganchos y uppers, con las manos inflamadas, lo tiré tres veces.

Sí, lo recuerdo. Y luego de esa defensa vino el final, en diciembre del 2004, ante el armenio Vic Darchinyan...

Esa pelea primero la aplazaron por un huracán en Hollywood, Florida (EE. UU.). Estaba bien preparado cuando la reprogramaron. Y la pelea era candela, pero yo lo tenía resentido y cortado al final del octavo, cuando detuvieron las acciones por 12 minutos por fuegos artificiales. Luego me chocó y me ganó bien en el 11. Pedí la revancha, pero nunca me la dio... Reaparecí en el 2006 y en la segunda pelea sufrí una lesión en el ojo derecho en Puerto Rico, pero gané. Luego en una pelea con el guyanés León Moore recuperé el título y después dijeron que no era por título y eso me desmotivó. Ese Moore me pegó como nadie lo hizo. Y finalmente salió una pelea en Tucson (EE. UU.) por título mundial gallo contra Johnny González. No me entrené bien y fui por la plata. Allí decidí retirarme. No me gusta perder. Soy un ganador. Soy un águila. Las águilas nacen en las alturas y mueren en las alturas.
Esta entrevista fue realizada por Estewil Quesada
Fotos de Vanexa Romero
Edición #132 Septiembre - Octubre
2023

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