Cazzu aparece en la pantalla, al iniciar la videollamada, vestida con una sudadera y con su cabeza rapada. Se sienta en el piso y saluda amable. Está en Buenos Aires e interrumpió una sesión de fotos para hablar un rato. A un par de preguntas sobre canciones suyas responde cortico y sin matices.
Entonces se da el giro: le pregunto por el problema del centralismo en Argentina y ahí sí se despacha en reflexiones informadas y críticas sobre la condición de no ser de la capital de su país.
Se llama Julieta Cazzuchelli y nació en Ledesma, en la provincia de Jujuy (Argentina), el 16 de diciembre de 1993. Se hace llamar Cazzu. Hace música desde niña, pero no hizo trap desde el principio. De hecho, en algún momento le apostó a la cumbia villera. “La conexión musical entre Colombia y Argentina es fuerte, entre otras cosas, por la cumbia. Para nosotros la cumbia colombiana es muy importante”, le dice Cazzu a EL TIEMPO.
Su formación académica estuvo en el campo de la creación audiovisual. De allí sacó la sensibilidad que les imprime a sus videoclips y a sus looks, pero no se dedicó a eso de lleno, sino a la música, aunque no la estudiara formalmente.
De hecho, esa es una de las razones por las que el rap, el trap y el reguetón le parecieron atractivos: que eran géneros que no les exigían a sus intérpretes un paso estricto por la academia. Ahora le dicen ‘La reina del trap’.
Su giro hacia esos movimientos, a finales de la década pasada, coincidió con tres eventos importantes: la consolidación de la música urbana como el nuevo pop en español, el surgimiento de una importante oleada de artistas argentinos inscritos en esa onda y el gran impacto que comenzaron a tener las mujeres de la nueva generación en el mundo del reguetón.
Esto último ocupa el interés de Cazzu, que, en su aspecto, su arte y su discurso manifiesta su activismo por la igualdad de género. Su plataforma le permite difundir esas ideas, pues cada vez es más grande: ha colaborado con los artistas más populares del momento, como Bad Bunny, Myke Towers o Rauw Alejandro.
También ha grabado con duras del género, como Farina, María Becerra o Natti Natasha. Ha lanzado dos álbumes, un EP y fue nominada al Grammy Latino en la categoría de mejor nuevo artista.
A finales de junio sacó una canción con Justin Quiles, que fue la razón por la que se agendó esta conversación, pero en más de media hora de charla, los temas se encaminaron hacia otros lugares y Cazzu ni siquiera alcanzó a hablar de Dime dónde, que es como se llama el nuevo tema. Cazzu prefirió hablar de identidad, de racismo, de trap, de feminismo y de moda.
Usted es de Jujuy, lejos de Buenos Aires. ¿Qué significa para usted ser de donde es?
Se supone que en este país somos federales, nos manejamos de una forma en la que todo sucede en Buenos Aires. Y yo nací bastante lejos de la capital. Cuando digo bastante quiero decir mucho: son unos 1.500 kilómetros.
La Argentina es muy grande y muy larga. Buenos Aires está en el centro y yo nací en el norte, bien cerca del límite con Bolivia. Y eso fue algo desafortunado, entre comillas, en el sentido de que tuve que perder más tiempo antes de dedicarme a la música que los chicos que nacieron acá, en la capital.
¿Por qué?
Yo tuve que esperar a ser mayor de edad para irme, y fue poco a poco. Económicamente no es fácil. Tampoco es fácil fundar una vida en un lugar en el que la economía se mueve diferente. Son muchos los eslabones que hay que enlazar para poder llegar hasta acá, y después de lograrlo, también hay que esforzarse por lograr hacer algo mientras se está acá. Si yo hubiera nacido en Buenos Aires, capaz que esto (el éxito artístico) me hubiera pasado muchos años antes.
Pero ¿está orgullosa de ser de Jujuy, o le pesa?
Los géneros musicales que yo hago están despojados de lo académico. Yo me crie rodeada de música, pero no accedí a la educación musical
Yo soy de donde soy. Y por eso soy como soy y escribo lo que escribo. Tengo un contexto, tengo una historia. A mí me da mucho orgullo poder representar al norte argentino. Es un lugar muy vulnerable a los problemas raciales. En el norte de mi país está el foco de las razas aborígenes.
Hay mucha cultura que ha sido discriminada. Así que poder representar a estos lugares es algo que llevo con orgullo y felicidad. De hecho, a veces hasta reniego de mi ascendencia italiana, porque pienso que hubiese sido más lindo representar al lugar donde nací incluso con el color de mi piel. Pero bueno, la Argentina está creada más o menos de eso: de la mezcla entre el aborigen y el europeo.
Así que el comentario que hizo el presidente Fernández el otro día de que “los argentinos bajaron de los barcos” no le cayó nada bien…
El comentario del presidente (de Argentina, Alberto Fernández) fue muy desafortunado. Muy desafortunado. Hace tiempo que hay muchos movimientos antirracismo que se encargan de visibilizar las problemáticas del sector marrón y de distintas comunidades.
Y él, con unas pocas palabras, simplemente silenció todo el trabajo que han hecho tantas personas a través de los años. Invisibilizó. Obviamente, la respuesta que el presidente ha recibido ha sido muy negativa. Hay pueblos nativos de diferentes lugares de Argentina. Y realmente existen.
Hubo migración, pero también había nativos…
Este país no está poblado de gente que vino en barcos. Eso no es real. Nosotros somos mestizos. Y el mestizaje se tuvo que producir entre los que vinieron en los barcos y los que estaban aquí. En Jujuy, tenemos un montón de comunidades y sus costumbres siguen vivas, latentes y visibles.
Además, estamos cerca de países que tienen problemas similares, como Bolivia o Paraguay. Así que obviamente estoy en desacuerdo con lo que dijo el presidente y lamento el contexto en el que lo hizo.
Ahora que menciona su orgullo de representar lo diverso, ¿eso tiene que ver con el hecho de que haga música que antes era marginal, como el trap?
Los géneros musicales que yo hago están despojados de lo académico. Yo me crie rodeada de música, pero no accedí a la educación musical. Entonces los músicos quieren hacernos sentir que nosotros no pertenecemos a eso. Me parece que es coherente, en mi caso, elegir géneros que no tienen ese problema.
Nosotros no estamos preguntándole al otro qué instrumento toca, o dónde estudió canto o si sabe leer una partitura. Simplemente nos dejamos llevar por el discurso, por la vibra, por como suena o lo que dice nuestro colega. Y nos ayudamos mucho con las herramientas tecnológicas. El trap está muy despojado del prejuicio. Eso es lo suficientemente positivo como para que yo quiera estar ahí.
Aquí en Colombia no solo se les critica al reguetón y al trap la calidad musical, sino la estética y el discurso…
A Charly García probablemente nosotros le parecemos una mierda. Pero cuando él apareció, los de la generación anterior pensaban de él lo mismo que él piensa de nosotros
Sí, pero no nos podemos convertir en la policía de la creatividad. Un reguetonero puede ser muy exitoso haciendo música inteligente, o no. ¿Qué es lo inteligente, lo intelectual? ¿Acaso eso le importa a la gente?
El público a veces no espera que los cantantes sean alquimistas de la música, sino que les hagan sentir cosas con sus canciones. Una tema puede repetir mil veces el mismo coro y de repente está bien. Debe haber libertad en la música. Quizás hay personas que se han dedicado a estudiar y hacer cosas inteligentes, pero su proyecto nunca ha resultado.
Habrá alguien que diga ‘che, y yo que estoy lleno de condiciones, que he leído y me he preparado, y nadie oye mi música’. ¿Cómo podemos saber qué le gusta a la masa, a la gente que no hace música? Tampoco podemos someternos a un pequeño sector que crea que nuestra música es boba y que por eso la va a callar.
Además, es algo que ha sucedido siempre con la música popular, ¿no?
La historia nos ha demostrado que la música tonta, entre comillas, es la que se ha convertido en lo más popular. De repente, en su contexto, los Beatles también fueron señalados de hacer música de mierda.
En Argentina, a Charly García probablemente nosotros le parecemos una mierda. Pero cuando él apareció, los de la generación anterior pensaban de él lo mismo que él piensa de nosotros. Es una cuestión que todo el tiempo está dando vueltas. De seguro, cuando aparezca algo nuevo, seremos nosotros los que diremos ‘uy, no, qué música tan tonta’.
¿Y cómo ve las cuestiones de igualdad de género que vienen con nuestra generación?
Lo que a ellos les costó tan poco y les salió tan fácil, a nosotras nos cuesta dolores y esfuerzo
Uno de los géneros que más ha hecho por la deconstrucción masculina, inconscientemente, ha sido el reguetón. Ha habido hombres que, sin saberlo, han estado militando por la liberación sexual de las mujeres. Mostrar a la mujer como un sujeto que desea es un paso importante.
Y es que hay una visión conservadora y misógina que cree que las mujeres deben verse de cierta manera, deben estar en ciertos lugares y deben hablar de cierta forma para poder ser respetadas. Las mujeres no pueden ser respetadas simplemente por existir, sino que tienen que cumplir una serie de normas, que son impuestas por los hombres, para ganarse el respeto. Eso está mal.
¿Y el reguetón cómo contribuye a que eso no pase?
El reguetón, sin saberlo, ha contribuido con el empoderamiento sexual de las mujeres, para que la manifiesten libremente sin temer ser señaladas, acosadas, violadas o asesinadas.
Se habla de que el reguetón cosifica a la mujer y que es machista, pero a veces no se tiene en cuenta que las mujeres, por su propia voluntad, son quienes quieren aparecer en los videos y mostrarse. Y eso es su decisión y deben tener la libertad para escoger si hacerlo o no.
Si bien los hombres, sin intención, han dado el primer paso, ¿cómo han contribuido las mujeres en este movimiento? Porque cada vez hay más y son más potentes...
Bueno, pero hay que aclarar que no es que los hombres hayan dado un primer aporte a propósito. Porque lo último que nos faltaría sería tener que agradecerles a los hombres por la lucha feminista. Cuando un hombre hace algo que de alguna forma inconsciente colabora con nuestro discurso, no hace parte de una lucha. No es tan válido.
Ahora, después de eso, llegamos nosotras con un montón de cosas para decir y con ganas de hacer lo mismo que hacen ellos, pero con nuestro cuerpo que nos representa. Y de repente nos cae encima un mar de críticas. Así que nos ha tocado pelear, gritar. Gritar muy fuerte. Lo que a ellos les costó tan poco y les salió tan fácil, a nosotras nos cuesta dolores y esfuerzo.
Por último, ¿le interesa la moda? Su estilo comunica mucho...
A veces no lo pienso demasiado. Hay cosas que simplemente me gustan, de manera genuina. A mí me gusta no tener pelo, me gustan los tatuajes. Así que no lo percibo como una cosa tan revolucionaria.
Solo lo noto cuando le presto atención y me doy cuenta de que no encajo en los conceptos de belleza típicos. Si eso entusiasma a la gente y le genera valor para sentirse mejor con su estilo, me gusta, me copa. Los conceptos de belleza a veces son muy represivos y terminan haciéndonos sentir tristes porque no encajamos en ellos.
MATEO ARIAS ORTIZ
REDACCIÓN DOMINGO