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El día que un tiburón estuvo a punto de atacar al maestro Fernando Botero
Juan Carlos Botero contó la anécdota que vivió junto a su padre, en Estados Unidos.
Este viernes, el maestro Fernando Botero murió a los 91 años tras algunas complicaciones que venía presentado en su salud. Fuentes cercanas a El TIEMPO dijeron que el artista estuvo internado durante varios días en un centro médico; sin embargo, él mismo pidió ser traslado a su casa en Mónaco, en donde falleció.
Aquí rememoramos la anécdota que su hijo, Juan Carlos Botero, contó para este diario, sobre el día en el que su padre enfrentó las turbias olas del mar para rescatarlo de un tiburón y, por poco, fue atacado.
¿Cuál es el recuerdo de “hecho casual” más querido que tiene con su padre?, le preguntaron a Botero Zea, a lo que contó un hecho bastante particular que, según él, "no estaría contando" si no hubiera tenido tanta suerte.
Recondó que, hacia la década de los 60's, su padre compró una casa en East Hampton, ubicada a las afueras de Nueva York, en Estados Unidos. El lugar lo usaba la familia para vacacionar en verano, por lo que a veces visitaba la playa. Señaló que el maestro Botero tenía por costumbre "emprender una larga caminata solo para pensar en sus asuntos, pero yo era demasiado niño para entender esa actividad y me parecía muy misterioso ese ejercicio, viéndolo caminar solo y cavilante".
Botero (Bogotá, 1960) ha ganado el Premio Juan Rulfo de Cuento (París, 1986). Foto:EFE/ álbum personal del autor
Juan Carlos indicó que a veces el mar "se ponía bravo" y los tiburones nadaban cerca a la orilla. En una de esas ocasiones, sonó el silbato del salvavidas, por lo que salieron del agua pronto, junto con su padre y su hermano menor, y pudieron ver la aleta dorsal de un tiburón blanco.
"De pronto vimos salir del agua una enorme aleta dorsal, cortando la superficie, y quedamos mudos por el tamaño y por su aspecto siniestro. Ahora sé que la aleta era de un tiburón blanco, que abundan en esa costa", afirmó.
Pero esa no fue la experiencia más riesgosa que vivió Botero Zea en ese lugar. Luego contó que, mientras jugaba con el oleaje de la orilla, cuando "de pronto sentí que una fuerza me estaba succionando y no me dejaba salir del agua. No entendía lo que estaba pasando, y ahora sé que era una corriente de resaca, que me estaba jalando hacia el mar adentro".
En ese momento, sus pies dejaron de tocar el fondo y hacía todo el esfuerzo para regresar a la orilla, pero no tuvo éxito. Nadie parecía darse cuenta de lo que sucedía y estaba a punto de ahogarse. Sin embargo, su padre llegó al rescate: "Veo que aparece mi papá, corriendo y dando zancadas en el agua, y se metió en el mar y me sacó en el último minuto. Si él hubiera estado durmiendo una siesta, por ejemplo, o caminando lejos por la playa, él tampoco me habría visto y yo no estaría contando la historia", concluyó.