Comencemos por aclarar por qué esta edición del DLE, Diccionario de la lengua española, se llama, 23.7, que es la forma como se citará en adelante en el mundo académico, jurídico, periodístico, etc.
El número 23 corresponde a la edición, que es la del 2014. Las veintidós anteriores han salido en diversos años desde hace tres siglos, con mayor o menor intervalo. Y el 7 corresponde a la séptima tanda de adiciones. El mundo corre a tal velocidad que ya no hay que esperar quince o veinte años para ver qué palabras nuevas han recibido el visto bueno de la Academia, sino que desde el 2017 se está actualizando cada año.
Colombia
En primer lugar, busqué palabras relacionadas con Colombia, y fue muy poco lo que encontré. Es lógico, en la medida en que la Academia Colombiana de la Lengua (correspondiente de la RAE) es un dinosaurio, según la acepción 3, una de las novedades de la edición 23.7: ‘que se ha quedado anticuada, especialmente en el uso de tecnologías recientes’. Sinónimos (otra novedad de la edición 23.7) de este significado de dinosaurio son carroza, carcamal, reliquia y vejestorio. Con semejante dinosaurio a cargo del cuidado y cultivo del léxico nacional, resulta imposible otro resultado. A duras penas figura swing criollo, como ritmo costarricense derivado de la cumbia (ritmo emblemático colombiano) y perrear y perreo, relativos a la forma habitual de bailar reguetón en las discotecas de nuestro país. Explícitamente con la marca geográfica Colombia, hay apenas tres voces cuyo significado se precisa: banana, ‘dulce pequeño’; corredor vial, ‘vía de tránsito terrestre’, y tunjo, ‘pieza de oro indígena’. Y, sin marca, se adiciona la palabra encantado como fórmula de saludo en las presentaciones. Muy cachaco y muy Disney.
Largueros
Como bien se sabe, la palabra más larga del DLE es electroencefalografista, que tiene 23 letras. Algunas novedades de la edición 23.7 parecen haberse creado para superar ese récord, pero no lo lograron: hormonación (11 letras), biocapacidad (12), sinhogarismo (12), accidentología (14), estreptocócico (14), escriturístico (14), cortometrajista (15), tecnocientífico (15), autodeterminación (17), intervencionismo (17), neoconservadurismo (18), contraprogramación (18). El problema de las palabras largas es que se quedan en el diccionario y en los ensayos científicos y académicos. No llegan a la calle, porque la gente suele hablar con palabras cortas, hormonal, aforo vital, sin hogar, examen de accidentes, sobre las bacterias, de la Biblia, director de cortos...
Porsiacaso
Entre las palabras simpáticas de la lista están machirulo (‘machista’), perrear y perreo (forma de bailar reguetón), porsiacaso (‘cualquier cosa que se tiene en previsión de necesitarla’), VAR y videoarbitraje. Por ahí aparecen también cabeza de chorlito y cabeza loca, chundachunda (‘música muy ruidosa’) y nuevas definiciones de paraíso fiscal y tequila. De la primera para que no sonara a aviso turístico y apología del delito, y de la segunda, para no dar a conocer todos los secretos de su preparación ancestral.
Extranjerismos
Aparecen muchos extranjerismos, que hay que ir adaptando a la morfología propia de nuestro idioma. Por ahora vienen en cursiva, con la advertencia de que son voces latinas, laudatio; italianas, boccia; sas, baguette, au pair, gourmet, parkour, o inglesas, aquaplaning, banner, big data, bobsleigh, bracket, bulldog, cookie, crack, feng shui, macguffin, balconing (¡hola, Charly!).
FERNANDO ÁVILA*
*Experto en redacción y creación literaria
@fernandoav