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Análisis
Crecimiento de la economía colombiana: mejor, pero todavía falta / Análisis de Ricardo Ávila
Las actividades artísticas y de entretenimiento han mostrado un alza de más del 15 por ciento en términos reales.
Los coniertos en Colombia han ayudado a dinamizar la economía. Foto: Sergio Acero / EL TIEMPO
En tiempos más normales, la noticia de que la economía colombiana tuvo su mejor índice de crecimiento en los últimos dos años y medio habría recibido mayor atención. Sin embargo, resulta evidente que el agitado clima político local, por cuenta del hundimiento de la propuesta de consulta popular en el Senado, relegó a un plano secundario lo que puede calificarse como una buena nueva.
Según lo informó el Dane el jueves, la expansión del Producto Interno Bruto (PIB) durante el primer trimestre fue del 2,7 por ciento en comparación con el mismo periodo de 2024. La cifra estuvo ligeramente por encima de las proyecciones de la mayoría de los analistas y confirma que hay una reactivación en marcha, así los resultados todavía sean inferiores al promedio observado en lo que va del siglo (3,6 por ciento).
Sobre el papel, la causa de lo ocurrido tuvo que ver con una demanda interna vigorosa, impulsada tanto por el gasto de las familias como del Gobierno. Esa dinámica positiva sirvió para compensar el mediocre desempeño de la inversión, que sigue de capa caída.
Todo apunta a que la mezcla de un mejor comportamiento del mercado laboral, los flujos de remesas provenientes del exterior, la llegada de turistas y los mayores ingresos recibidos por los cafeteros acabaron siendo determinantes en el caso de los hogares. A su vez, los giros oficiales continúan en aumento, independientemente de que el panorama fiscal sea cada vez más oscuro.
El ramo agropecuario, subió 7 por ciento, impulsado por la cosecha de café. Foto:iStock
Desde el punto de vista de los sectores, llama la atención que las actividades artísticas, de entretenimiento y recreación hayan mostrado un alza de más del 15 por ciento en términos reales, algo atribuible a eventos masivos como los conciertos. Tampoco es menor lo ocurrido con el ramo agropecuario, que subió 7 por ciento, impulsado por la cosecha de café, al igual que por la ganadería y la pesca. Los comerciantes, por su parte, experimentaron una reacción importante en las ventas.
La otra cara de la moneda es la de la minería con una contracción del 5 por ciento, pues la extracción de carbón e hidrocarburos sigue en descenso. En cuanto a la construcción, es preocupante la descolgada del 7 por ciento en el capítulo de edificaciones, mientras las obras en lo que corresponde a carreteras y otras vías van ahora por la vía lenta.
Así las cosas, suena válido el calificativo de “agridulce”, empleado para describir lo sucedido en el arranque de 2025. Junto a unas cuantas luces en verde, en el tablero de control de la economía hay otras que titilan ya sea en amarillo o rojo.
Ganar posiciones a nivel regional es importante. Foto:iStock.
Lo que viene
Dicho lo anterior, la expectativa para lo que queda del año es que las cosas se mantengan en términos similares a lo ya visto. Luis Fernando Mejía, director de Fedesarrollo, afirma que el comportamiento registrado “se alinea con un crecimiento esperado del 2,6 por ciento para el año completo”. De confirmarse esa perspectiva, Colombia estaría por encima del promedio latinoamericano, algo que no le pasaba desde 2022.
Ganar posiciones a nivel regional es importante en la medida en que el contexto global se ha vuelto más desafiante. Hace un mes, el Fondo Monetario Internacional recortó su pronóstico respecto al desempeño del PIB mundial, en respuesta al alza unilateral de aranceles por parte de Estados Unidos.
Si bien hay cierta distensión por cuenta de los acuerdos alcanzados el fin de semana pasado entre Washington y Pekín –que hacen viable una recuperación del intercambio comercial entre las dos grandes potencias– el panorama se mantiene oscuro. Para comenzar, los impuestos a las importaciones que deben pagar los productos que ingresan a la tierra del Tío Sam se mantienen en niveles muy por encima de lo que había sido usual en las décadas pasadas, con cargas cercanas al 20 por ciento.
Como si eso fuera poco, los castigos más grandes –de 50 por ciento o más– se han suspendido de manera solo temporal. Dependiendo del capricho de Donald Trump, estos pueden volver de un momento a otro, pues no existe un parámetro realmente objetivo para determinar quién sale más afectado y cuándo.
De hecho, el mandatario señaló el viernes que “en dos o tres semanas” habría una revisión al alza, entre otras porque a su istración le es imposible adelantar negociaciones unilaterales simultáneas con unas 150 naciones que se encuentran en fila. Hasta la fecha, tan solo el Reino Unido ha alcanzado un acuerdo, que tampoco le sirvió para desmontar el gravamen mínimo del 10 por ciento que se aplica de manera general.
El precio del petróleo cayó alrededor de los 65 dólares por barril en el caso de la variedad Brent. Foto:Jaime Moreno/Archivo EL TIEMPO
Debido a ello, la volatilidad en los mercados y la incertidumbre continuarán a la orden del día. Quienes celebran el repunte reciente de los precios de las acciones que se transan en Wall Street probablemente estén festejando de manera prematura, sobre todo si se tiene en cuenta que la confianza de los consumidores estadounidenses se encuentra por el suelo.
Tarde o temprano, el pesimismo al alza se reflejará en un frenazo económico, con el peligro de que la inflación repunte y las tasas de interés no bajen. El hecho de que otra de las grandes firmas calificadoras de riesgo les haya quitado la nota máxima a los papeles de deuda emitidos por el Gobierno estadounidense confirma la preocupación de los especialistas respecto a la sostenibilidad fiscal y el tamaño de las acreencias.
Eventualmente, esa y otras alteraciones pueden convertirse en vientos en contra para Colombia. Incluso, desde ya hay ceños fruncidos debido a la caída en los precios del petróleo, que se ubican alrededor de los 65 dólares por barril en el caso de la variedad Brent, 21 por ciento abajo del punto alcanzado hace una docena de meses.
Dado que se trata del primer renglón de las exportaciones nacionales y de la fuente más importante de ingresos tributarios, cualquier desfase significativo frente al supuesto de 74,3 dólares por barril contenido en el plan financiero de este año –definido en febrero por el Ministerio de Hacienda– amenaza con traer secuelas indeseadas. Pero ese es apenas uno de los renglones que merece seguimiento especial en momentos en los cuales no se puede bajar la guardia.
Cuentas aquí y allá
Antes de entrar a considerar perturbaciones que aún no se concretan, vale la pena señalar que es obligatorio prestarle atención a los factores que han estimulado el consumo privado. Para comenzar, están las remesas enviadas por los colombianos que viven en el exterior y que este año se encaminan a otro máximo histórico, el cual podría acercarse a los 13.000 millones de dólares.
Tan solo en el primer trimestre, estos envíos, al monetizarse, habrían sumado 13,1 billones de pesos, según un cálculo hecho por el área de investigaciones económicas del Banco de Bogotá. Dicha suma representa un 23 por ciento más que en igual lapso del año pasado, lo cual se traduce en un poder de compra mucho mayor para cientos de miles de hogares.
También el turismo aporta su grano de arena. La misma fuente afirma que entre enero y marzo llegaron al país 1,2 millones de extranjeros, un incremento del 7 por ciento frente al de 2024. Aquí también, ese mayor flujo de visitantes no solo deja divisas, sino que dinamiza renglones como transporte y hotelería.
Cuando se amplía el foco, aparece el aumento cercano al 5 por ciento en la población ocupada al cierre de marzo. Más gente trabajando es algo clave para garantizar una demanda interna saludable, sobre todo si los empleos adicionales se crean por parte del sector privado.
Lamentablemente, renglones que tradicionalmente han absorbido mucha mano de obra no la están pasando bien. Para citar un caso, el número de proyectos de vivienda en etapa de iniciación muestra una descolgada del 53 por ciento al término del primer trimestre.
Más complejo todavía es la evolución del gasto gubernamental, cuyo aumento le ha servido a la economía para crecer más rápido. El problema es que el saldo en rojo de las finanzas públicas se mantiene en aumento, a pesar de las advertencias de los expertos que aconsejan un recorte presupuestal de más de 40 billones de pesos para mantener la casa medio en orden.
Como es conocido, la Casa de Nariño no es amiga de sacar la tijera y menos ahora que la tensión electoral viene en aumento. No faltan quienes señalan que cualquier intento de austeridad no solo tendría consecuencias políticas, sino que afectaría el ritmo de crecimiento. En respuesta, vale la pena recordar la frase acuñada por Alfonso López Pumarejo en 1928, cuando habló de lo inconveniente de “la prosperidad al debe”, ante una aparente bonanza apoyada en la contratación de créditos externos.
Tanto desbarajuste en las cuentas estatales trae sus consecuencias. Luis Fernando Mejía subraya que “el frente fiscal se constituye en un riesgo importante a la baja en el crecimiento, ante los eventuales impactos de una reducción menos rápida de las tasas de interés relacionada con un déficit que apunta a ser significativo”.
Por tal razón, suena más apropiado apostarles a otras fuentes para que las sorpresas positivas continúen. Laura Clavijo, directora de investigaciones económicas, sectoriales y de mercado de Bancolombia, habla de “la resiliencia de los hogares que vienen adquiriendo de mayor manera bienes durables y semidurables como vehículos o electrodomésticos, lo cual es una buena señal”.
Añade que ha mejorado la salud del sector financiero. “Una banca que empieza a recomponer sus indicadores podría apoyar esa buena evolución a través de un aumento de la cartera de consumo”.
No obstante, existe otra cara de la moneda. Quizás el asunto que más inquieta en el plano internacional es el manejo de la relación con Estados Unidos, que nos volvió a mostrar los dientes en los últimos días tras el acercamiento con China.
Tal como están las cosas, el respaldo de las entidades multilaterales en las cuales Washington tiene poder de veto está menos que garantizado, lo cual afectará el a recursos de préstamo. Pero la mayor incertidumbre radica en la posibilidad de sanciones comerciales derivadas de un enfrentamiento similar al de finales de enero, ya sea por motivos relacionados con el tema migratorio o la lucha contra el narcotráfico.
Aparte de los factores externos, aparecen ahora los de índole local. La idea de una huelga general con la que juegan varios integrantes del alto Gobierno, como método de presión al Congreso para que saque adelante una nueva versión de la consulta popular, entra en la categoría de lo absurdo. Basta mirar los costosos estragos que dejó la parálisis de mayo de 2021 para concluir que volver a abrir esa puerta –y más si recibe la bendición oficial– equivale a jugar con fuego.
Debido a ello, hay que insistir en la necesidad de manejar las cosas con cabeza fría y evitar decisiones que descarrilen la marcha actual. Solo así se podría lograr que la aún tímida reactivación observada gane tracción y eleve su velocidad en los meses por venir.
Enviar las señales adecuadas resulta fundamental para que la inversión en la industria, el agro o los servicios, cuyo ritmo es particularmente lento desde hace un buen tiempo, vuelva a acelerarse. De lo contrario, nuestras posibilidades de crecimiento sólido más allá de 2025 se verán limitadas, en la medida en que el motor que mueve la actividad productiva sea de tamaño reducido.
Entender lo que nos falta lleva a recordar que en las calificaciones estudiantiles que van de cero a cinco, una nota de 2,7 –como la correspondiente al primer trimestre de 2025– no da para aprobar el curso. Por eso, y sin desconocer que estábamos peor hace uno o dos años, es obligatorio enmendar más la plana con el fin de que la economía colombiana no se siga rajando.