Si algo ha caracterizado la presente edición del Foro Económico Mundial, que mañana cierra sus puertas, es que la guerra en Ucrania domina la mayoría de los debates. Tanto los análisis geopolíticos, como económicos o sociales, están influenciados por los escenarios con respecto al conflicto.
Dicha concentración le ha quitado aún más visibilidad a América Latina, que esta vez estuvo fuera del radar de los asistentes a Davos. Sin duda la escasa representación de la región explica en algo lo sucedido.
Y es que aparte de Colombia, que fue de lejos el país con mayor visibilidad en las discusiones -por cuenta de Iván Duque y los ministros de Ambiente y Minas- los presidentes de Costa Rica y República Dominicana tuvieron una participación discreta.
Perú designó a última hora a la vicepresidenta Dina Boluarte, mientras que Brasil envió a Paulo Guedes, ministro de Hacienda y Ecuador hizo lo propio con Simón Cueva. De resto, los funcionarios de alto nivel se contaban con los dedos de una mano.
Tampoco muchos empresarios del área se hicieron presentes, por lo menos en comparación con años previos. En cuanto a pensadores o académicos, solo Moisés Naím, Ricardo Hausmann o Mauricio Cárdenas sacaron la cara por esta parte del globo.
Las evaluaciones sobre el por qué, difieren. “Hay una ausencia total de liderazgo latinoamericano”, señaló la excanciller española Arancha González Laya en una discusión sobre el futuro de la región. Ese vacío, agregó, es todavía más inconveniente en un planeta en donde hay tendencia hacia el unilateralismo, más allá de que la situación en Europa Central haya reactivado una alianza en el hemisferio norte para confrontar el expansionismo ruso.
Parte del problema es la percepción de que el populismo volvió a ser la impronta, por cuenta de mandatarios como Andrés Manuel López Obrador en México o Jair Bolsonaro en Brasil, entre otros. En el libreto usado con mayor o menor intensidad en los países de la zona “hay un intento de socavar la democracia por dentro”, sostuvo Moisés Naím.
La mezcla de turbulencias políticas y económicas no da la impresión de hacer a América Latina particularmente atractiva y menos en momentos en que las tasas de interés en las naciones desarrolladas tienden a subir y el apetito por mayor riesgo baja debido a la incertidumbre. Si a eso se le agrega que los presidentes actuales tratan de no mirar más allá de sus fronteras, cambiar las percepciones será muy difícil.
Como si lo anterior no fuera suficiente, los niveles de integración son muy bajos, con lo cual se demuestra que realmente no existe un mercado latinoamericano, sino muchos desconectados. “El comercio intrarregional apenas representa el 12 por ciento del total, la proporción más baja en cualquier continente”, señaló Alicia Bárcena exsecretaria general de la Cepal.
No obstante, las cosas pueden cambiar. “Nuestra irrelevancia geopolítica es ahora un activo”, dijo un diplomático brasileño en una charla a puerta cerrada. Según esa visión, la región no tiene conflictos ni mucho menos alberga armas nucleares, algo muy positivo dado el deterioro en el clima de seguridad y las tensiones en otras latitudes.
En cambio, es excedentaria en petróleo y gas, al igual que en alimentos, que escasean en el mundo. “No hemos cerrado las puertas al comercio exterior y recibimos la inversión extranjera”, destacó Paulo Guedes. A lo anterior se suman las posibilidades en materia de energías limpias o de combate al cambio climático.
“Seguimos siendo parte de la solución”, añadió el ministro de Brasil en un desayuno. La pregunta es si estarán dadas las condiciones para que los países de latinoamericanos aprovechen las oportunidades que se les presentan y no se desgasten en controversias políticas internas. Dependiendo de la respuesta, Davos podrá volver a fijarse en la región. Pero eso no sucederá de la noche a la mañana.
Ricardo Ávila
Analista Sénior
Enviado especial de EL TIEMPO a Davos (Suiza)