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Un viaje al infierno de La Modelo: la historia de los horrendos crímenes que se han planeado y ocurrido en las entrañas de la cárcel
La periodista Jineth Bedoya reconstruye la historia del lugar donde fue secuestrada y de la obra que el asesinado director Élmer Fernández apoyaba para resarcir a las víctimas.


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Lo más parecido al infierno, si este existe, puede ser el patio 4 de la cárcel La Modelo de Bogotá.
(Lea también: Autodefensas Gaitanistas también habrían amenazado a Élmer Fernández, director de cárcel La Modelo).
Élmer Fernández junto a la periodista Jineth Bedoya. Foto:EL TIEMPO
El pasado 6 de diciembre, tras autoargumentarme en repetidas ocasiones por qué debía regresar a La Modelo y resignificar lo que allí ocurrió, le pedí al ministro de Justicia Néstor Osuna que me dejara pintar un gran mural de memoria en el corazón de la cárcel. No era fácil, pero él lo autorizó, lo avalamos con el Inpec, y con el apoyo de EL TIEMPO iniciamos el proceso el 17 de enero.
Han sido 120 días de trabajo al lado de la artista Nats Garu -quien ganó la convocatoria hecha por la campaña No Es Hora De Callar-, con la guardia, un grupo de reclusos, el coronel Fernández y el coronel Óscar Alejandro Tovar, el subdirector, quien renunció la mañana del pasado viernes, un día después del asesinato de Fernández.
La rutina de elaboración de la obra se convirtió en un espacio diario para reconstruir la historia nefasta de La Modelo.
Para 1997 La Modelo era incontrolable. El hacinamiento alcanzó un 300 por ciento y su punto máximo de ocupación fue en el 2001, cuando llegaron a estar 8.300 personas en un espacio donde solo cabían 2.200.
Esa crisis separó en norte y sur no solo el área física, sino la frontera de control de paramilitares y guerrilleros. Y en medio de ellos, al mejor estilo de la mafia italiana, se ubicaron los ‘dones’, que controlaban caspetes (restaurantes), alojamientos y pasillos.
Élmer Fernández junto a la periodista Jineth Bedoya. Foto:EL TIEMPO
Carlos Castaño, jefe de las Autodefensas Unidas de Colombia, montó su oficina central urbana allí, en el pabellón de Alta Seguridad. La coordinaban los paramilitares Miguel Arroyave, Ángel Gaitán Mahecha y Juan de Jesús Pimiento. A ellos les servía como secretario, asistente y asesor de operaciones Jhon Jairo Velásquez Vásquez, ‘Popeye’, el lugarteniente de Pablo Escobar.
Fueron ellos, quienes en alianza con agentes del estado, pactaron y ordenaron el asesinato del humorista Jaime Garzón y mi secuestro.
En esa misma oficina se sellaron las decisiones y lineamientos de la creación del temido bloque capital de las autodefensas y el crimen del defensor del pueblo Iván Villamizar Luciani. También se llevaban los libros de contabilidad de las oficinas de cobro de extorsión a comerciantes y empresarios de Bogotá, Cundinamarca, Tolima y Meta.
La artista Nats Garu, autora del mural, en la cárcel La Modelo. Foto:Sergio Cárdenas
Por esa misma época, el 21 de mayo de 1998, un grupo de reclusos protagonizó una fuga cinematográfica tras cavar un túnel desde el patio 2 hasta la alcantarilla principal de la Fiscalía General de la Nación.
Ya en los corredores del patio 4, en el sur, la criminalidad iba a otro nivel: control y justicia propia, con patrullajes dotados de fusiles, conocidos plenamente por la dirección de la cárcel. Ese punto físico era una cloaca. Los excrementos estaban expuestos y solo los caciques (jefes del patio) tenían el privilegio de una celda, donde se negociaban los descuartizamientos, secuestros internos, violaciones sexuales y manejo de estupefacientes.
Todo con la complicidad del Estado que nunca hizo lo suficiente para meter en cintura a las estructuras delincuenciales.
Su respuesta me pareció genuina en ese momento, pero hoy me lleva a un sentimiento de rabia mezclado con impotencia.
“Porque en la Policía siempre nos enseñaron que un lugar relativamente pequeño, con todos los puntos críticos identificados, no puede dar espacio al descontrol o a que la inseguridad pueda superar a la autoridad y yo creo que eso es lo que puedo demostrar aquí…”, me respondió pausado, con la calma que le vi cada día desde el 4 de abril cuando recibió la dirección.
Nats Garu, la artista y autora del mural que se pintó en una pared de la cárcel La Modelo. Foto:Sergio Cárdenas
Élmer Fernández Foto:Juan David Cuevas Camacho / EL TIEMPO
En la fecha exacta, 24 años después de haber asistido a una supuesta entrevista con un jefe paramilitar, quería regresar a entregar una acción y una obra de arte única en el mundo, en una cárcel viva, pero mataron a uno de mis más fervientes colaboradores.
Las víctimas se merecen tener un poco de reivindicación y esperanza. Los coroneles Fernández y Tovar y la guardia del Inpec merecen que el mural que los ha ilusionado por cuatro meses vea la luz y que el país sepa que allí, en el infierno, no solo hay crimen. También hombres que quieren resarcir y reparar.
Editora de Género EL TIEMPO
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