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La lucha de 21 años para recuperar cuerpos de abuelos secuestrados por Farc

Así ha sido el camino para encontrar a Gerardo Angulo y Carmen Castañeda. Reportaje multimedia.

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Un pálpito. Los rayos del sol intentaban verse en medio de la vegetación espesa del lugar. Eran las nueve de la mañana. Había humedad y la temperatura marcaba 18 grados centígrados. “Aquí hay algo”, se escuchó en medio del sonido de las ramas de los árboles movidas por el viento, los aparatos de los antropólogos y las pisadas de las personas en el suelo fangoso. Todo se detuvo.
Helmuth Santiago, uno de los seis hijos de Gerardo Angulo y Carmen Rosa Castañeda, quienes fueron secuestrados y asesinados por las Farc hace 21 años, giró su cabeza y fue hasta ese lugar. Su mirada quedó concentrada en ese único punto donde se veían restos humanos sobre el suelo.
“Es una sensación extraña. Uno no se siente feliz, pero sí hay algo de tranquilidad o de paz, o de incertidumbre, o de rabia”, dice en conversación con EL TIEMPO.
La jornada para recuperar los cuerpos de los esposos Angulo duró 14 días.

La jornada para recuperar los cuerpos de los esposos Angulo duró 14 días. Foto:UBPD

Era miércoles 20 de octubre de 2021. Se trataba de la novena búsqueda en dos años y medio para recuperar los cuerpos de los abuelos Angulo.
El equipo estaba conformado por de Equitas, la Comisión de Búsqueda de excombatientes de las Farc, la Unidad de Búsqueda de personas dadas por Desaparecidas (UPBD), la Comisión Colombiana de Juristas (CCJ), labriegos, Helmuth y uno de sus hijos. Cuatro días antes habían llegado a ese lugar, ubicado a unas tres horas en carro y dos horas a pie desde la cabecera municipal de San Juanito (Meta).
Es una zona entre el piedemonte y el páramo, con quebradas, cascadas, varias cañadas y terrenos quebradizos. No es fácil acceder a este lugar. El follaje alto y la vegetación abundante no permiten la señal continua de internet ni que quienes transiten por allí sean ubicados desde el aire, una ventaja clave para los guerrilleros que se movían por la región.
Para esta prospección —como se le conoce a la exploración en terreno— se habían determinado 22 polígonos en un área de 9.200 metros cuadrados. Según el cronograma y el plan, se debía buscar en cada sitio demarcado en orden de las manecillas del reloj y desde un punto central.
Por las condiciones del lugar, la búsqueda en cada uno de los polígonos se demoraba al menos seis horas. En promedio, se hacían dos por día. En medio de la jornada, un campesino aseguró que había visto un cráneo cerca de la primera zona encerrada. El sitio señalado coincidía con descripciones que habían entregado exguerrilleros que contaron dónde enterraron los cuerpos del matrimonio Angulo.
Eso se convirtió en una alerta para Helmuth. Su corazón le decía que ahí podían estar sus padres. El lugar estaba en el polígono 14. Sabía que serían necesarios varios días para llegar hasta él y temía que las inclemencias del clima o del terreno lo alejaran de la posibilidad que había perseguido junto a su familia desde hace más de dos décadas.
Es una sensación extraña. Uno no se siente feliz, pero sí hay algo de tranquilidad o de paz, o de incertidumbre, o de rabia
Tras un diálogo con la directora encargada del equipo, se decidió seguir con la búsqueda de forma recta y no en círculo, como se había planteado inicialmente. Es decir, trazando líneas imaginarias desde el punto central hacia los extremos, con el fin de llegar más rápido al lugar señalado.
Pasaron un par de días. Era temprano. La noche anterior Helmuth había soñado con Gerardo, su padre. En el sueño, el señor lo regañó por haberse peleado con uno de sus hermanos, Héctor. En total, son seis hijos (dos mujeres y cuatro hombres). La ansiedad y adrenalina se apoderaron de él. “Era una sensación extraña que me decía que ahí estaban”, recuerda Helmuth.
Las pulsaciones se aceleraron el doble cuando un funcionario de la UPBD indicó que habían restos humanos en el sitio indicado. Helmuth y su hijo se acercaron y no se separaron de la escena. Dos personas del equipo de búsqueda se encargaron de recuperar cada parte del cuerpo, que correspondía al de una mujer. “Vi parte de la ropa de mi mamita, había una bota de caucho; una de las cosas que se encontraron también fue uno de los aretes que ella usaba”, cuenta Helmuth.
A las 9:30 de la mañana, les escribió a sus hermanos un mensaje y les envió un video en el grupo de WhatsApp: “Pongan velas porque encontramos algo”. Al instante, Héctor, Patricia, Magnolia, William y Albert respondieron con “Amén” y mensajes de incertidumbre.
Era algo que habían esperado por más de dos décadas. En ocasiones anteriores, se había tratado de intentos fallidos. Esta vez, habían logrado llegar al cuerpo de su madre.
Uno de los hermanos preguntó: “¿Saben algo de mi padre? ¿Está cerca de ahí?” Helmuth le explicó que seguían en la búsqueda. La zona no es fácil. Meses atrás habían cruzado muy cerca de allí, pero no habían podido buscar porque un palo caído y atravesado tapaba parte del suelo.
Helmuth Angulo (derecha) participó en las labores de búsqueda.

Helmuth Angulo (derecha) participó en las labores de búsqueda. Foto:UBPD

Las horas pasaban y el tiempo se prolongaba ante la angustia e incertidumbre de poder encontrar a su padre. Helmuth, junto con su hijo Nicolás —nieto de Gerardo y Carmen Rosa— y otros del equipo buscaron cerca del polígono. Los antropólogos encargados de recuperar el cuerpo de la mujer también excavaron y 'limpiaron' con más profundidad el sitio para verificar. Pero no encontraron más.
El ambiente estaba enrarecido. Habían encontrado el cuerpo que sería de Carmen, pero faltaba el de Gerardo. Al mediodía, Helmuth les escribió a sus hermanos con la noticia. Las mentes, entonces, se inundaron de preguntas: ¿Y si no los mataron juntos? ¿Cómo y dónde fue el asesinato? ¿En dónde enterraron a su papá? ¿Por qué están separados los cuerpos? ¿Cuánto tiempo más hay que esperar para encontrarlo?

La barbarie

El miércoles 19 de abril del 2000, en la mitad de la Semana Santa, Gerardo y Carmen Rosa, de 68 años, se dirigían desde Bogotá a su casa en La Calera (Cundinamarca) tras un día comprando pescado y alimentos.
A las nueve de la noche, luego de pasar el peaje de ese municipio al oriente de Bogotá y muy cerca de su vivienda, los interceptaron tres delincuentes. A la señora la empujaron hacia atrás del Daihatsu Feroza modelo 97. Los encañonaron y se los llevaron.
A las 10:30 p. m., un vecino que se dio cuenta de lo sucedido se ó con Magnolia. Ella les contó a sus hermanos, quienes de inmediato le pidieron ayuda a la Policía. Pero, como eran días festivos, solo hasta el lunes siguiente pudieron poner la denuncia en el Gaula. El carro de los señores Angulo apareció dos días después en una vía cercana.
Se supo que a Carmen la amarraron con una bestia para que la arrastrara y pudiera caminar
Según pudo averiguar Helmuth, ellos llegaron al único restaurante conocido de la época en San Juanito, que servía de conexión entre los secuestradores, las familias de las víctimas y las Farc.
A las dos de la tarde del jueves, un guerrillero llegó con unas bestias y los obligó a caminar hacia la montaña. Después se supo que eran del frente 53 de las Farc, el mismo en el que militó el hoy disidente Henry Castellanos (alias Romaña), que en marzo de 1998 paralizó al país con el primer secuestro masivo.
El horror de este crimen no solo lo vive la víctima, sino la familia. Esa noche de miércoles Santo se convirtió en el comienzo de una condena de sufrimiento en vida de los seis hermanos.
A través de un diario, Héctor escribió los sucesos del plagio de sus padres. En él se lee que en el día 17 después del rapto, Magnolia recibió una llamada de un hombre que se identificó como ‘Richard’, el mismo que apareció seis días después pidiéndole a la familia 800 millones de pesos de la época para la liberación.
Héctor Angulo Castañeda, hijo de Gerardo Angulo y Carmenza Castañeda.

Héctor Angulo Castañeda, hijo de Gerardo Angulo y Carmenza Castañeda. Foto:Marcela Han / EL TIEMPO

Los hermanos Angulo Castañeda les dijeron a los guerrilleros que no tenían todo ese dinero y se lo tuvieron que demostrar con extractos y documentos. Los secuestradores les respondieron, entonces, que debían pagar 250 millones de pesos; pero solo consiguieron 60 millones.
Unos 40 días después del secuestro, se enteraron de que en un operativo de rescate de una mujer en el sur de Bogotá mataron a un hombre: 'Richard'. Los hermanos volvieron a llamar al número que les habían dado y les respondió otro hombre que no les dio mayor razón de lo sucedido ni luces sobre sus padres.
Con el tiempo de rastreo de información que hizo la familia, se conoció que a los abuelos los obligaron a caminar con botas de caucho durante horas y días seguidos. Carmen sufría de vena varice y artritis.
En el libro ‘Los días que se arrastran’, en el que se detalla el secuestro del periodista Guillermo 'la chiva' Cortés —secuestrado ese mismo año y rescatado por el Ejército—, hay fragmentos que narran el día a día de sus compañeros de cautiverio, entre ellos los abuelos Angulo: Gerardo rompía parte de su camiseta para que Carmen tuviera una especie de ‘colchón’ debajo de sus pies ensangrentados por las largas caminatas.
Entre las cosas que también se conocieron años después está que ella solía hacer un rosario a las 6 p. m. todos los días y eso le molestaba a varios guerrilleros. También se supo que a Carmen la amarraron con una bestia para que la arrastrara y pudiera caminar.
Lo que hablé en la Comisión de la Verdad sí tuvo que ver para que se moviera la operación de la búsqueda. Llevábamos tres años y no pasaba nada
Incluso, a los dos adultos mayores los presionaban y amenazaban cuando no podían atravesar partes del Cañón de Guatiquía y los obligaban a pasar gateando. “¿Qué les hicieron mis papás para que los trataran de esa forma?”, se pregunta Helmuth entre lágrimas. Su voz se entrecorta. Es la misma sensación de rabia, tristeza e impotencia que lo ha acompañado a él y a sus hermanos durante dos décadas.
Los señores Angulo, dos personas del común, iban a cumplir 50 años de casados cuatro meses después de que fueron secuestrados, una celebración que no pudieron hacer porque los mataron en cautiverio.
Cuando los separaron del grupo, a los otros secuestrados les dijeron que iban a liberar a los ancianos porque la familia había pagado el dinero, pero era para evitar levantar sospechas. La realidad había sido otra: una orden para matarlos porque no podían caminar. La directriz venía de 'Romaña' y otros altos mandos.
Cautiverio de soldados y policías en poder de las Farc.

Cautiverio de soldados y policías en poder de las Farc. Foto:Archivo.

Hubo otro hecho que se conoció con el tiempo: los guerrilleros no podían asesinarlos con disparos porque se podían enterar los otros retenidos, entonces, decidieron hacerlo de una forma despiadada. Para enterrarlos, les habían dicho que lo hicieran en una zona cerca de las cañadas.
A Gerardo y Carmen Rosa los mataron tres meses después de haberlos secuestrado, pero la verdad no se conoció en ese momento. La última vez que ‘la chiva’ Cortés los vio fue el 9 de junio del 2000. Sin embargo, a la familia la engañaron durante años. Los guerrilleros de las Farc les siguieron pidiendo dinero a cambio de supuestas pruebas de supervivencia que jamás aparecieron. Incluso, la familia Angulo Castañeda se entrevistó con jefes del grupo armado de la época para preguntarles sobre los abuelos. La respuesta: una negación rotunda.

Las búsquedas

La mayor parte de la investigación para encontrar el lugar en el que estaba el cuerpo que sería de Carmen Rosa fue realizada por la familia Angulo y organizaciones no gubernamentales, como el Equipo Colombiano Interdisciplinario de Trabajo Forense y Asistencia Psicosocial (Equitas) y la Comisión de Búsqueda de excombatientes de las Farc.
Durante 21 años, los datos recopilados se lograron porque los hermanos Angulo hablaron con campesinos, exsecuestrados, exguerrilleros y presos que tuvieron relación con el hecho. En marzo de 2004, una mujer desmovilizada confirmó el asesinato. Uno de los hermanos se reunió con ella, y esta mujer le contó que la orden había sido asesinarlos. ¿Por qué los mataron? —le preguntó Héctor—. Ustedes no quisieron pagar —respondió la mujer.
Esta es una de las últimas fotos de la familia Angulo Castañeda.

Esta es una de las últimas fotos de la familia Angulo Castañeda. Foto:Archivo familiar

También se reveló la zona en la que estaba el campamento donde habían estado los abuelos Angulo: era cerca del río Guatiquía, entre Cundinamarca y Meta. Este fue el punto de partida para que en los años siguientes se desarrollaran búsquedas e investigaciones.
Cada dato conocido por la familia fue valioso para llegar al sitio donde se recuperó uno de los cuerpos hace dos semanas. Pero no ha sido un camino fácil. “El caso de mis padres no lo trataron como el de políticos o militares; hemos sido el núcleo familiar intentando encontrarlos”, manifiesta Helmuth.
Hace cinco años, cuando se firmó el acuerdo de paz con las Farc, los hermanos Angulo Castañeda esperaron encontrar una luz de esperanza, pero fue todo lo contrario. “Nos llamaban a reuniones a decir lo mismo, pero muy poco se concretaba. Era frustrante pensar que habían organismos creados que no veíamos que funcionaban”, señala.
Esa frustración —que se revivía cada vez que iban hasta San Juanito y no encontraban ningún resto o cuerpo— fue expuesta por Helmuth ante la Comisión de la Verdad, en un acto de reconocimiento entre víctimas de secuestro y excombatientes de las Farc que tuvo lugar en junio pasado.
Allí reclamó por las demoras de la UBPD en la búsqueda de sus padres. Su voz se sumó a las de cientos de víctimas que han exigido celeridad. Como ha alertado EL TIEMPO, de las 98.820 víctimas de desaparición forzada registradas en el país, menos de 6.000 (el 5,6 por ciento) han sido entregadas a sus parientes: 5.496 por parte de la Fiscalía (de 2006 al 31 de agosto de 2021) y 124 por la UBPD, en llave con el ente investigador, desde 2019 hasta este año.
Helmuth Angulo (derecha) participó en las labores de búsqueda.

Helmuth Angulo (derecha) participó en las labores de búsqueda. Foto:UBPD

Helmuth también recalcó la importancia de que la Jurisdicción Especial para la Paz sancione a los exintegrantes de las Farc. Ese tribunal documentó el caso de los abuelos Angulo en su primera imputación contra los exjefes guerrilleros determinados como máximos responsables de secuestro, quienes serán condenados en los próximos meses. Esta semana, la JEP concluyó que además de la privación de la libertad, los guerrilleros esclavizaron a las personas en cautiverio y las obligaron a hacer trabajos forzados.
Y aunque la operación en la que se hallaron los posibles restos de su Carmen Rosa —conocida como Carmenza— cerró una parte de la herida con la que convive esta familia desde el 2000, su drama sigue teniendo rostro de incertidumbre. Mientras los restos hallados completan el proceso de identificación por parte de Medicina Legal, los hermanos Angulo esperan que la UBPD siga buscando a Gerardo.
Pero la familia es consciente de que hallarlo no es seguro: “Si no encontramos su cuerpo, hemos pensado en regresar los restos de mi mamá al sitio. Eran inseparables”. Esa incertidumbre hace parte de la condena que comenzó hace 21 años. Tienen presente que mientras no sepan sobre su padre las cadenas del horror se mantendrán. Es una herida abierta que buscan cicatrizar con verdad y justicia.
DAVID ALEJANDRO LÓPEZ BERMUDEZ*
Periodista de Reportajes Multimedia
En Twitter: @lopez03david
JULIÁN RÍOS MONROY*
Periodista de Justicia
En Twitter: @julianrios_m

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