En este portal utilizamos datos de navegación / cookies propias y de terceros para gestionar el portal, elaborar información estadística, optimizar la funcionalidad del sitio y mostrar publicidad relacionada con sus preferencias a través del análisis de la navegación. Si continúa navegando, usted estará aceptando esta utilización. Puede conocer cómo deshabilitarlas u obtener más información
aquí
Ya tienes una cuenta vinculada a EL TIEMPO, por favor inicia sesión con ella y no te pierdas de todos los beneficios que tenemos para tí. Iniciar sesión
¡Hola! Parece que has alcanzado tu límite diario de 3 búsquedas en nuestro chat bot como registrado.
¿Quieres seguir disfrutando de este y otros beneficios exclusivos?
Adquiere el plan de suscripción que se adapte a tus preferencias y accede a ¡contenido ilimitado! No te
pierdas la oportunidad de disfrutar todas las funcionalidades que ofrecemos. 🌟
¡Hola! Haz excedido el máximo de peticiones mensuales.
Para más información continua navegando en eltiempo.com
Error 505
Estamos resolviendo el problema, inténtalo nuevamente más tarde.
Procesando tu pregunta... ¡Un momento, por favor!
¿Sabías que registrándote en nuestro portal podrás acceder al chatbot de El Tiempo y obtener información
precisa en tus búsquedas?
Con el envío de tus consultas, aceptas los Términos y Condiciones del Chat disponibles en la parte superior. Recuerda que las respuestas generadas pueden presentar inexactitudes o bloqueos, de acuerdo con las políticas de filtros de contenido o el estado del modelo. Este Chat tiene finalidades únicamente informativas.
De acuerdo con las políticas de la IA que usa EL TIEMPO, no es posible responder a las preguntas relacionadas con los siguientes temas: odio, sexual, violencia y autolesiones
Exclusivo suscriptores
Pasó de ser policía a sacerdote católico, la historia de Edilberto Guerrero
El padre Guerrero casó a su hija y espera bautizar a su nieto. Esta es su historia de vida.
El padre Edilberto Gerrero con sus feligreses. Foto: Cortesia padre Edilberto Guerrero Peña
Edilberto Guerrero Peña nació el 18 de diciembre de 1952, en Saboyá, Boyacá, es el tercero de cuatro hermanos y recuerda con profundo amor a sus padres Juan Clímaco y María Helena.
Se describe como “un hombre sencillo, campesino”, que aprendió en su infancia a cultivar papa, maíz, alverjas, “y así ayudar en los quehaceres en la finca de su papá”, que de hecho, era lo que les daba para vivir.
De su papá recuerda que era un hombre callado y “muy noble”, de quien aprendió la honradez y el trabajo con entrega; de su mamá, la alegría y su vocación, “rezar todas las noches el Santo Rosario y la misa todos los domingos”, que terminó convirtiéndose en el paseo familiar desde la vereda El Molino, donde vivían, hasta la iglesia de Saboyá, lo que hoy le permite asegurar que su vida tiene un valor agregado y es que “siente a Dios en cada paso que da”.
Guerrero afirma que se siente "tocado por Dios" y su historia de vida lo ratifica: de ser un hombre campesino con segundo de bachillerato, llegó a culminar dos carreras, a sobresalir como suboficial de la Policía, a enamorar a su esposa, el gran amor de su vida, por teléfono, y a ordenarse como sacerdote a sus 59 años.
Hoy, el padre Guerrero es el sacerdote de Villavieja, Huila, un municipio vecino del desierto de La Tatacoa, donde conmemoró la Semana Santa con mucha devoción y recorrió sus calles recordando la Pasión de Cristo con temperaturas sobre los 36 grados centígrados.
Este año “conté con el apoyo de un gran amigo, mi general Silverio, quien me acompañó en este recorrido de fe”, aseguró a EL TIEMPO el padre Guerrero en referencia al general Silverio Ernesto Suárez Hernández, el único oficial de la Fuerza Pública que es sacerdote católico y que es además acompañante de la mesa de negociación entre el gobierno de Gustavo Petro y el Eln.
(Izq) padre Silverio Suárez y el padre Edilberto durante la Semana Santa en Villavieja, Huila. Foto:Cortesia padre Edilberto Guerrero Peña
El padre Edilberto, como le dicen con cariño sus feligreses, estudió hasta cuarto de primaria en su vereda y para quinto de primaria sus padres lo enviaron a Chiquinquirá, donde estudió en la escuela General Santander bajo la protección de su padrino.
A los 14 años llegó a Bogotá, a la casa de su hermana mayor que se había casado, desde esa edad empezó a trabajar en el servicio de lavandería; “fueron tres los sitios donde laboré recolectando la ropa y entregándola lavada. Yo me acuerdo que ganaba muy poquito, pero les llevaba mercado a mis papás y en la noche estudié, hice hasta segundo de bachillerato”, recuerda entre nostálgico y orgulloso el padre Guerrero.
A los 17 años se inició como vendedor puerta a puerta de productos químicos y del famoso Arbolito Dispol. “Me fue tan bien que al poco tiempo me mandaron a Villavicencio y tenía 17 personas a mi cargo, pero me pidieron que me fuera a trabajar a Cesar y no acepté por lo que renuncié”.
Ingresó a la Policía
Hice curso de granadero y estuve de servicio en el Valle del Cauca, en Tuluá, Cali, Galicia y fui comandante de Estación en Barragán
Pero Guerrero, que afirma que tenía “vocación de servicio”, vio en la Policía Nacional una opción de vida y una oportunidad de trabajo, por lo que se presentó en 1973 a la Escuela de Carabineros, en Suba, y tras cumplir con los requisitos de incorporación, ingresó y a los seis meses estaba graduándose como agente.
Fue enviado a la Estación Sexta de Policía (Caracas con Sexta), donde recuerda que recién llegado prestó apoyo en inmediaciones del edificio Avianca cuando este se incendió (julio de 1973). “Fue una situación muy lamentable”, puntualizó.
Pero el agente Guerrero quería más de la vida y pidió permiso, en medio de sus labores de vigilancia, para estudiar de noche y terminar la secundaria y así logró también, con el paso del tiempo culminar sus estudios de contaduría.
Paralelo a ello, en 1976 ingresó a la Escuela de suboficiales Gonzalo Jiménez de Quesada, en la que se graduó como cabo segundo y fue enviado al suroeste antioqueño. Estuvo en la estación de Policía de Urrao, fue comandante de la Estación de Caicedo y apoyó en Concordia y Medellín.
“Hice curso de granadero y estuve de servicio en el Valle del Cauca, en Tuluá, Cali, Galicia y fui comandante de Estación en Barragán”, relata con emoción, al recordar que de Tuluá lo mandaron de apoyo a Neiva, a reforzar el cuerpo de uniformados que prestarían seguridad durante los Juegos Nacionales del 80.
María Teresa, el único amor de su vida
El suboficial con su esposa María Teresa, con quien estuvo 25 años casado. Foto:Cortesia padre Edilberto Guerrero Peña
Y allí, la vida del cabo segundo dio un giro de 180 grados porque un día, prestando seguridad en el estadio, “llegó una señorita muy bonita y elegante que estaba buscando a su hermana que era bastonera, yo le colaboré en lo que me pidió y me dijo que volvía a pasar y no lo hizo”.
Con entusiasmo, el hombre de 70 años recuerda que al otro día pasó la joven, de quien pudo conocer que se llamaba María Teresa, a la cual le insistió para que le diera un número telefónico o la dirección de su casa para visitarla.
Casi no la convenzo, eran otras épocas y los papás eras muy delicados. Regrese a Tuluá y la llamaba una o dos veces por semana y hablábamos entre 15 y 20 minutos.
“Casi no la convenzo, eran otras épocas y los papás eras muy delicados. Regresé a Tuluá y la llamaba una o dos veces por semana y hablábamos entre 15 y 20 minutos”, relata el entonces suboficial, que entre llamada y llamada logró enamorar a María Teresa.
En esos ires y venires Guerrero hizo curso de Antinarcóticos y lo enviaron para La Guajira, en plena bonanza “marimbera”. Estuvo en varios puntos y por “los designios de mi Dios”, asegura, lo enviaron a Neiva, donde estuvo en la Sijín y se especializó en criminalística y balística.
Estando en Neiva logró que “me dieran puerta, los suegros”, y tras mucho luchar concretó la pedida de mano de María Teresa, “no fue fácil, pero se logró el compromiso”, afirma con alegría, como si estuviera viviendo el momento.
'Fui muy bendecido siempre por Dios'
El suboficial de la Policía junto a su hija mayor. Foto:Cortesia padre Edilberto Guerrero Peña
La pareja se casó el 15 de agosto de 1981, en Neiva, viajaron los papás y hermanos del ya cabo primero, a quien los comandos de Antinarcóticos le hicieron la calle de honor y él, por un permiso especial, se casó uniformado. “Todo fue muy bonito”, puntualiza.
Tras una fugaz luna de miel, la pareja viajó a Barranquilla, donde estuvo por 10 años prestando las labores de vigilancia el cabo primero Guerrero, quien vivió las alegrías más intensas con el nacimiento de sus hijas Lina María y Sandra Patricia, a la vez que crecía en sus labores como uniformado.
“Fui muy bendecido siempre por Dios, tuve casa fiscal en Neiva, y me retiré tras cumplir una labor muy especial y tuvo que ver con las actividades contra los cultivos de amapola y unas facultades especiales que me otorgaron”, afirma con entusiasmo, al añadir que tras 21 años de servicio, logró la asignación de retiro a sus 40 años de edad.
Y como estaba tan joven, Edilberto Guerrero pensó: “manicruzado no me puedo quedar” y estudió derecho en la Universidad Cooperativa de Colombia, en Neiva. En 2002 fue la segunda promoción y además, concretó dos especializaciones en derecho istrativo y constitucional.
“Tuve el honor de recibir clase de Guillermo Reyes González, actual ministro de Transporte; José Gregorio Hernández, exmagistrado de la Corte Constitucional, y Mario Iguaran, exfiscal”, asegura, y tal vez, por esos legados que dan los buenos ejemplos, sus dos hijas, Lina María y Sandra Patricia, se graduaron como abogadas y ejercen sus carreras con mucho profesionalismo.
El llamado de Dios
Mi esposa, una mujer de fe, siempre estuvo a mi lado, desde que nos casamos fuimos el uno para el otro, y yo estuve con ella, a su lado, hasta el día que falleció.
Pero como no todo en la vida es felicidad, su esposa se enfermó.
"Le diagnosticaron un cáncer agresivo que se la llevó muy rápido”, narra Guerrero, y es la única vez que su voz cae; toma aire y afirma con total convencimiento: “mi esposa, una mujer de fe, siempre estuvo a mi lado, desde que nos casamos fuimos el uno para el otro, y yo estuve con ella, a su lado, hasta el día que falleció”.
Ese día lo lleva en su corazón, el 30 de marzo de 2006, tras 25 años de casados quedó solo, “pero por esos designios de Dios, mi esposa y yo estábamos tomando un curso de estudio de La Biblia, yo lo terminé, con el padre Josué González, quien se convirtió en mi amigo y apoyo”, afirma.
Pasaron los meses y en su soledad, como viudo, Guerrero se entregó a la oración, a Dios y al amor de sus hijas, hasta que un día, en medio de una convivencia, el padre González le dijo: “A usted, Edilberto, ¿no le gustaría formarse como sacerdote?”, recuerda el policía en retiro que como anécdota asegura: “Yo quede sentado”, y relata que el sacerdote le dijo: “Usted ya cumplió su deber, ya sirvió a la Patria, fue un hombre de hogar”.
Y así, el hombre recordó un sueño que tuvo hace años, en el que se le apareció un hombre vestido de blanco, con una cara que asemejaba a la de Jesús, barba poblada, quien tomó su hombro y le preguntó: “Edilberto, ¿usted me quiere seguir? ¿quiere ser mi discípulo?”, y que de acuerdo con él mismo, tenía una voz muy dulce, “llena de ternura, pero me desperté”, narra Guerrero.
Semana Santa en Villavieja. Foto:Cortesia padre Edilberto Guerrero Peña
De inmediato, trae a colación otra experiencia, en Barranquilla, cuando estuvo el Papa Juan Pablo II (1986), “estaba en una esquina, prestando seguridad y el Papa Móvil paró, su Santidad me miró y a través de él yo sentí que Cristo me flechó. Yo era creyente, pero ese día todo cambió”, relata el hombre, quien sobre los 50 años de edad comenzó su proceso para ingresar como sacerdote a la iglesia Católica.
Fue un proceso largo, en el que Guerrero tuvo que hablar con obispos, monseñores y dar fe de “los dones” que tenía para lograr acceder a ese llamado de Dios.
Y lo logró, estuvo en el seminario de La Ceja, Antioquia, homologó algunas materias de sus estudios de derecho con teología y filosofía, en su primer año demostró su vocación y afinó lo espiritual con lo intelectual y lo pastoral, y tras el “consentimiento de mis hijas, logré mi formación y pasados seis años de estudios, me ordenaron como sacerdote”, describe con satisfacción.
A sus 59 años de edad, Edilberto Guerrero Peña se convirtió en sacerdote, un 7 de diciembre de 2013, y su primera misa la ofició en su pueblo natal, Saboyá, para orgullo de sus coterráneos, en especial de su familia.
“Llevo la palabra de Dios, la doy a conocer a mis hermanos y la practico, no es solo escuchar, es cumplir con la voluntad de Dios”, afirma, al señalar que casó en Bogotá a su hija Sandra Patricia.
“Fue muy simpático, la entregué en el altar como su padre y rápidamente asumí el papel de sacerdote y la casé con el más infinito amor. Ahora, ella está embarazada y espero bautizar a mi primer nieto”, asegura con mucha emotividad el párroco de Villavieja.
El padre Guerrero lleva 4 años en ese municipio, sus feligreses lo quieren y escuchan, su vida la pasa entre celebrar las misas, cumplir con los sacramentos, leer libros sobre religión y derecho, y practicar el ciclismo, “hago gimnasia 30 minutos”, afirma.
Asegura que siente la alegría más grande cada vez que se siente en comunión con sus feligreses, a quienes llama hermanos en el amor de Cristo. “Hoy mi vida es solo una, dar a conocer la palabra de Dios”, concluyó.