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99 libros con temática gay: celebremos a la comunidad LGBTIQ+
Una selección de 99 libros para recordar que la literatura siempre ha sido diversa por definición.
Encuentre libros desde Marica, de William Burroughs, y Diario, de André Gide, hasta Carol de Patricia Highsmiths y Un apartamento en Urano de Paul B. Preciado Foto: LECTURAS
Esquilo fue el primero que presintió que el glorioso Aquiles y su mejor amigo Patroclo eran en realidad amantes. En la Ilíada, ya el hijo de Zeus había declarado a su fallecido compañero como “el hombre que amaba más que a todos los demás”. Pero en Los mirmidones, esa trilogía desaparecida de Esquilo, este “echaba de menos la belleza de su cuerpo y la ternura de sus besos”.
Óscar Wilde - De profundis (1905) Foto:Óscar Wilde
La anécdota no obliga a nadie a catalogar el canónico libro en una lista de literatura LGBTIQ+. Si la Ilíada estuviera en un escaparate de una librería durante el mes de junio, una turba de padres enardecidos –y con inexplicable rabia– lo cancelarían del plan lector que reciben sus hijos. Pero, en otro caso, perderíamos ese gesto de inquietar a los lectores heterosexuales desprevenidos. O a los que aún no están seguros si lo son.
Lo cierto es que hasta hace muy poco no había muchos referentes claros en la literatura; no había literatura gay y mucho menos autores que lo declararan sin miedo. Uno de los primeros escritores condenados en el canon tradicional fue el irlandés Oscar Wilde. De profundis (1905) es la carta que el autor escribe desde la cárcel a su antiguo amante, el escritor Lord Alfred Douglas, a quien con despecho y afecto le reprocha la culpa de verse aprisionado por sodomía.
Teleny (1893) –a la que se adjudica a este autor sin certeza– fue uno de los primeros ejemplos de erotismo en la lengua inglesa. Se dice que fue inspirada en una obra previa: Los pecados de las ciudades de la llanura, basada en la historia real de una pareja de travestis que fueron juzgados por la sociedad victoriana en 1871.
Buen Criollo (1895) de Adolfo Carminha Foto:Adolfo Carminha
La historia le hizo justicia a Wilde, pero todavía faltan muchos escritores por rescatar. En 1895 se publicó una de las obras más escandalosas para la época y, para colmo, en nuestro continente: Buen criollo, del brasileño Adolfo Caminha, fue silenciada por décadas. Se trata de la historia de Amaro, un esclavo negro que al escapar se embarca en la marina y empieza una serie de relaciones sexuales y pasionales con Alexio, un hombre rubio y blanco. La obra no es solo valiosa por su valentía, sino porque propone un enfoque novedoso de la esclavitud latinoamericana.
Algunos escritores de distintas latitudes exploraron más la homoerótica desde la sutileza introspectiva y el romance: en 1906, Alas –del escritor ruso Mijaíl Kuzmín– cuenta el romance entre un joven y su mentor, un escándalo para la sociedad zarista. En 1912, en Alemania, Thomas Mann escribió Muerte en Venecia, que retrata el amorío de un escritor de edad madura y un adolescente. Más adelante, Yukio Mishima describe la negación de la propia sexualidad debido a la represión de la sociedad japonesa (Confesiones de una máscara, 1949).
Las mujeres escritoras eran escasas y mucho más si los libros retrataban personajes que no encajaran con el rol de género. Desde Sor Juana Inés de la Cruz y sus versos encendidos por la virreina María Luisa en el siglo XVll (“ser mujer, ni estar ausente, no es de amarte impedimento”), el canon recuerda la publicación de Orlando: una biografía (1928) de la escritora inglesa Virginia Woolf. Su obra la convirtió en una de las grandes figuras de la comunidad LGBTIQ+ al contar la historia de un noble inglés que se transfigura en mujer y hombre durante más de 400 años. Fueron las primeras puntadas, al menos tan públicas, de un cuestionamiento sobre las implicaciones sociales de la sexualidad.
Pero la diversidad se repartía en todos los géneros literarios. En 1969, la escritora estadounidense Ursula K. Le Guin marcó un hito en la ciencia ficción: La mano izquierda de la oscuridad es la historia de la llegada de un extraterrestre al planeta Invierno donde los habitantes son hermafroditas capaces de cambiar y elegir su sexo. La novela produjo gran controversia y su mundo ficticio de Terramar y la federación Ekumen se convirtieron en un clásico.
Han existido otros referentes femeninos: El precio de la sal o Carol (1952), de Patricia Highsmith; la novela El color púrpura, de Alice Walker, galardonada con el Premio Pulitzer (1982), o Stone Butch Blues (1993), de la activista transgénero Leslie Feinberg, una de las obras de culto en la comunidad y una de las novelas más importantes en EE. UU.
En Latinoamérica, la uruguaya Cristina Peri Rossi –Premio Cervantes 2021– fue pionera en destacar una mirada ‘cuir’ a través de cualquier tema: la política, su exilio, la creación literaria y hasta el fetichismo. Es la única escritora asociada al boom latinoamericano. Pero ahora cada vez se abren nuevas voces: en el 2020, Camila Sosa Villada se convirtió en la primera mujer travesti en recibir el premio más prestigioso de la literatura femenina, el Sor Juana Inés de la Cruz.
Tengo miedo, torero, de Pedro Lemebel Foto:Lecturas
No hay forma de olvidar a García Lorca en España, a Reinaldo Arenas en Cuba, a Néstor Perlongher –fundador del Frente de Liberación Homosexual– en la Argentina. Pero al inolvidable e irreverente Pedro Lemebel sería un sacrilegio omitirlo con sus tacones, maquillaje y demás sutilezas. Además de emplear la provocación como denuncia política, al chileno se lo considera un autor de culto para el movimiento cuir, pero también para la narrativa latinoamericana.
En lo local, el poeta Porfirio Barba Jacob –Canción de la vida
profunda (1937) – fue el primer referente de literatura homosexual en Colombia. Su vida –descrita en la completa biografía escrita por Fernando Vallejo llamada El mensajero– da cuenta de una vida más extravagante que lo que sus tímidas referencias homoeróticas literarias muestran.
“En los principios como Barba Jacob todo era sutil, había que invocar el escrito, forzar el lenguaje para poder decir el amor que se sentía sin que se notara que era una pasión homoerótica”, explica Claudia Giraldo, profesora universitaria, editora y autora de Más libros, más libres, lecturas y escrituras por la diversidad.
No obstante, la novela que abrió la noción de la homosexualidad en el país fue Un beso de Dick (1992), cuyos lectores debían pelearse por las fotocopias pues la impresión de la novela de Fernando Molano era impensable. Supone la historia del primer amor de Felipe, un joven bogotano que sueña con ser futbolista mientras vive en secreto los delirios de su primer amor con Leonardo, su compañero de clase y de equipo.
Al diablo la maldita primavera de Alonso Sánchez Baute (2002) Foto:Lecturas
Y, por supuesto, escritores como Fernando Vallejo en La Virgen de los sicarios (1994), Alonso Sánchez Baute en Al diablo la maldita primavera (2002), y Giuseppe Caputo con Un mundo huérfano (2017) se han convertido ya en clásicos referentes de una literatura que se pregunta y exige espacios para ser diverso y colombiano en la misma oración: en las comunas de Medellín, en un sauna gay, en las discotecas y hasta cómo convertirse en la mejor drag queen del país.
Para Claudia Giraldo, profesora universitaria, editora y escritora, la literatura queer se puede definir por varias particularidades: la primera, que sus autores sean pertenecientes a sectores LGBTIQ+. “¿Hay que saber la orientación? no, pero no tendría por qué ser un impedimento para que se publique”, señala la escritora. Y agrega: “hay que dejar de esconderse y ocultar, hay que poder decir: entre otras cosas, soy lesbiana, bisexual, o lo que seas”.
También está la literatura cuyos personajes LGBT logran salirse del estereotipo que tradicionalmente retrata a estas figuras. “Ya no es ese personaje secundario, mejor amigo de la protagonista, peluquero del pueblo que todo el mundo se burlaba, sino que ahora son grandes personajes con gran profundidad”, señala la autora.
Pero otra particularidad sucede cuando se escribe para romper deliberadamente una matriz heteronormativa. “Conscientemente estoy rompiendo la obligatoriedad germinada de tener que pensar mi vida de una manera determinada, de tenerme que esconder”, explica. Algunos ejemplos que Giraldo cita son Johan Mijail (Republica Dominicana, 1990) escritor, periodista, activista de la disidencia sexual chileno, Susy Chock, artista trans argentina. Camila Sosa Villada, entre otros.
Hoy definir una literatura queer –o cuir en Latinoamérica– LGBTIQ+, marica, no solo tiene que ver con una postura política para visibilizar escritores que parten de orientaciones e identidades diversas. Para Giuseppe Caputo, escritor colombiano, “cada artista tiene la posibilidad de usar el rayo enrarecedor –o homosexualizador–, sea cual sea su orientación sexual o identidad de género. Para mí, lo interesante es mirar de qué forma una obra refuta o abraza los valores sociales, políticos, económicos dominantes del neoliberalismo: eficacia, consumo rápido y fácil, etcétera”. Y añade, “una novela cuir debe tener una estética cuir o rara, que pase por el deseo, por el cuerpo, también por el tiempo y por el espacio. Un tiempo de vida cuir es un tiempo de vida no normativo”.
“La literatura queer o marica o lgbt o rarita es la litertaura que reivindica el derecho que tenemos a ser como somos, raritos”, define Elizabeth Castillo, hoy subdirectora para asuntos LGBTQ+ en el distrito y una de las voces más reconocidas en la lucha por los derechos de esa comunidad en Colombia.
En Bogotá existe una librería que en palabras de su librero “no se viste de marica en junio ni julio, sino que está ataviada de maricas desde enero a diciembre”. En la Librería Garabato hay dos altares: Cristina Peri Rossi y Virginia Woolf. Hay una sección de estudios de género y sexualidad donde se ubican libros que reflexionan sobre experiencias sexo-afectivas políticas. “Geográficamente, Judith Butler está encima de Platón”, señala Carlos Sosa, el librero. “Como menciona Pedro Adrián Zuluaga, no hay una literatura marica como tal, sino una mirada marica que hace que uno encuentre ciertos gestos en ciertas obras”.
En este mes conmemoramos que los huesos de Aquiles y Patroclo puedan estar juntos en una urna de oro. Es hora de revisitar las lecturas canónicas. La literatura siempre ha sido diversa por definición.
Como lo prometimos, aquí van 99 títulos gays:
Teleny de Oscar Wilde
Buen Criollo de Adolfo Caminha
De profundis de Oscar Wilde
Alas de Mijael Kusmin
La muerte en Venecia de Thomas Mann
Orlando de Virginia Woolf
Alexis o el tratado del inutil combate de Marguerite Yourcenar
Confesiones de una máscara de Yukio Mishima
Carol de Patricia Highsmith
La habitación de Giovanni de James Baldwin
Un hombre soltero, historias de Berlin de Christopher Isherwood
La mano izquierda de la oscuridad de Ursula K. Le Guin
Maurice de E.M. Forster
El beso de la mujer araña de Manuel Puig
El público de Federico García Lorca
El color púrpura de Alice Walker
Los ojos azules pelo negro de Marguerite Duras
Alambes de Néstor Perlonguer
Antes de que anochezca de Reginaldo Arenas
Un beso de Dick de Fernando Molano
El encuentro y otros relatos de Marvel Moreno
Stone Butch Blues de Leslie Feinberg
Evohé de Cristina Peri Rossi
La virgen de los sicarios de Fernando Vallejo
Maricones eminentes de Jaime Manrique
Tengo miedo, torero de Pedro Lemebel
La chica danesa de David Ebershoff
Al diablo la maldita primavera de Alonso Sánchez Baute
Amanecer en el valle del Sina de Raúl Gómez Jattin
Llámame por tu nombre de André Aciman
Sexografías de Gabriela Wiener
El azul es un color cálido de Jul' Maroh
Para acabar con Eddy Belleguele de Édouard Louis
El amor del revés de Luisgé Martín
Las aventuras de la China iron de Gabriela Cabezón
Un mundo huérfano de Giussepe Caputo
En la tierra somos fugazmente grandiosos de Ocean Vuong
Un hombre de verdad, lecciones de un boxeador de Thomas Page Mcbee
Un apartamento en Urano de Paul B. Preciado
Las malas de Camila Sosa Villada
La novia de Sandro de Camila Sosa Villada
Todas las cosas y ninguna de Pedro Adrián Zuluaga
Galápagos de Fátima Vélez
Como la flor, voces de la poesía queer colombiana,, compilación de Alejandra Algorta
Redonda y radical de tatiana de la tierra
Diario de André Gide
Marica de William S. Burroughs
Realidades de Susy Shock
Manifiesto contrasexual de Paul B. Preciado
Poco hombre de Pedro Lemebel
Mi cuerpo es una celda de Andrés Caicedo
El lugar sin límites de José Donoso
Confusión de sentimientos de Stefan Zweig
Un mundo huérfano de Giussepe Caputo
La lesbiana, el oso y el ponque de Andrea Salgado
Carcoma de Layla Martínez
Pordioseros del Caribe de Johan Mijail
No somos etcétera: Veinte años de la historia del movimiento LGBT en Colombia de Elizabeth Castillo
Más libros, más libres. Lecturas y escrituras de la diversidad por Claudia Giraldo
Sonetos del amor oscuro de Federico García lorca
La mala educación de Cameron Post de Emily Danforth
Fun Home de Alison Bechdel
A Virginia le gustaba Vita de Pilar Beliver
JNación marica de Juan Pablo Sutherland
Monte de Venus de Reina Roffe
Memorial de Bryan Washington
Flores particulares de Sarah Waters
Bisutería auténtica de Daniel María
Transformación de Paloma Pedrero
Oculto sendero de Elena Fortún
Middlesex de Jeffrey Eugenides
Señoras que se empotraron hace mucho de Cristina Domenech
Bi mother my friend de Verónica Sanchez
Deshacer el género de Judith Butler
Elisa y Marcela de Narciso de Gabriel
La canción del lobo de TJ Klune
Cuerpos sonoros de Dibbuks
El almanaque de las mujeres de Djuna Barnes
Ariel y los cuerpos de Sebastia Portell
Entre el cielo y el infierno de Ana María Reyes
De colores de Cristina Rojas
Furia travesti de Marlene Wayar
Jardín de Pablo Simonetti
Acción travesti callejera revolucionaria de Varios
Dante y Aristóteles descubren los secretos del universo de Benjamin Alire Sáenz
Rey y rey de Linda de Haan y Stern Nijland
La realidad y el deseo de Luis Cernuda
Nuestra señora de las flores de Jean Genet
Memorias de Adriano de Marguerite Yourcenar
Dancer front the dance de Andrew Holleran
El vampiro de la colonia Roma de Luis Zapata
El enigma de Jan Morris
La línea de la belleza de Alan Hollinghurst
Tengo que morir todas las noches de Henri Donnadiu
Under the Udala Trees de Chívelo Okparanta
Paul takes the form of a mortal girl de Andrew Lawlor
Imre: una memoria intima (1906) de Edward Prime-Stevenson
Canción de la vida profunda, de Porfirio Barba Jacob