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Con victorias en Georgia, los demócratas tendrán el control del Senado

Según proyecciones, Warnock y Ossoff lograron escaños que le dan al partido de Biden 50 sillas.

El candidato demócrata Jon Osoff adelanta su campaña en el estado de Georgia.

El candidato demócrata Jon Osoff adelanta su campaña en el estado de Georgia. Foto: Erik S. Efe

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Los demócratas obtuvieron el control del Senado, y por ende de todo el Congreso estadounidense, tras las disputadas elecciones de este martes en la noche en Georgia, donde los dos representantes de este partido derrotaron a sus rivales republicanos en las elecciones especiales que estaban pendientes para llenar las dos curules que hacían falta para completar la Cámara alta, según las proyecciones de medios de EE. UU.
Escrutado casi el 100 por ciento de la votación, el pastor afroestadounidense Raphael Warnock le sacó más de 70.000 votos a la senadora Kelly Loeffler, mientras que Jon Ossoff, de solo 33 años, superó por más de 32.000 sufragios a David Perdue.
Hasta el momento, los republicanos no habían reconocido ninguna de las dos victorias y se daba por descontado que pedirían un recuento.
Con los resultados, los demócratas alcanzan 50 asientos en el Senado contra los 50 que ya tienen los republicanos. Bajo las normas que rigen esta cámara, cuando hay un empate el voto decisorio lo pone el vicepresidente (en este caso, Kamala Harris). Lo que quiere decir que el control del órgano pasaría a manos de su partido, que ya controla la Cámara de Representantes y que ocupará la Casa Blanca a partir del 20 de enero, cuando se posesione Joe Biden.
En otras palabras, el control absoluto de los demócratas en el Ejecutivo y el Legislativo está garantizado al menos durante los dos primeros años de Biden en la Oficina Oval.
Se trata de un veredicto con enormes repercusiones tanto para la política de EE. UU. como la del mundo, pues les permite poner la agenda –y hacerla aprobar– sin que los republicanos puedan oponerse.
De entrada, algo que se traducirá en una rápida confirmación de los funcionarios que ya Biden nombró para su gabinete y que requieren el visto bueno de la Cámara alta.
Pero también mover muchas de las prioridades que prometió durante la campaña, entre ellas aprobar más fondos para enfrentar la pandemia del coronavirus, la expansión del cubrimiento de salud para la mayoría y quizá una reforma migratoria.
Así mismo, le permite al nuevo presidente nombrar a jueces de orientación más liberal sin que los republicanos puedan torpedearlos durante su proceso de confirmación.
Joe Biden y Kamala Harris en el discurso tras su victoria.

Joe Biden y Kamala Harris en el discurso tras su victoria. Foto:EFE / ANDREW HARNIK / POOL

Al margen de eso, se trata se una victoria de proporciones históricas. Para empezar, es la primera vez desde 1996 que los demócratas ganan una elección para el Senado en este estado sureño, que suele votar por candidatos republicanos.
Warnock, además, se convierte en el primer demócrata afroestadounidense en representar a un estado que hizo parte de la confederación y defendió la esclavitud durante la guerra civil.
“La mujer de 82 años que antes solía recoger algodón para alguien más fue a las urnas y escogió a su hijo menor como senador de EE. UU.”, dijo Warnock haciendo alusión a su propia madre.
Y corrobora, además, que Georgia ya no pueda considerarse como un bastión republicano, sino más bien un estado muy competitivo en términos electorales. Como lo demostró el propio Biden con su estrecha victoria hace dos meses en un estado donde no ganaba un demócrata desde las épocas de Bill Clinton (1992 y 1996).
Para los republicanos, por el contrario, se trata de una derrota casi humillante con efectos telúricos al interior del partido.
Sobre todo en lo que tiene que ver con el presidente Donald Trump y el futuro del ‘trumpismo’ una vez abandone la Casa Blanca.
No hay duda que una buena parte del establecimiento republicano señalará a Trump como el responsable de este descalabro. Por varias razones. A pesar de la derrota del presidente en el estado durante las pasadas elecciones presidenciales, tanto Perdue como Loeffler le apostaron al mismo mensaje de división que utilizó Trump y que terminó por activar el voto demócrata en oposición y deprimir el de muchos republicanos que no comulgan con su estilo y políticas populistas.
Así mismo, las constantes denuncias de Trump sobre un supuesto fraude en los comicios minó la confianza de los votantes de este partido en el sistema electoral.
La mujer de 82 años que antes solía recoger algodón para alguien más fue a las urnas y escogió a su hijo menor como senador de EE. UU.
Un fraude, valga aclarar, que fue desmentido por las propias autoridades republicanas del estado en repetidas ocasiones y desechado por las cortes luego de analizar varias demandas.
El presidente, además, terminó dividiendo al partido con sus permanentes ataques a los funcionarios electorales en este estado (todos republicanos) que se opusieron a sus esfuerzos por tratar de revertir el resultado de manera fraudulenta.
Y sin duda pesó mucho en la mente de los votantes la llamada que le hizo Trump este fin de semana al secretario de Estado de Georgia en la que le pidió “encontrar” donde fuera los votos que le hicieron falta para derrotar a Biden, pese a que se realizaron tres recuentos y los resultados ya habían sido certificados por las autoridades del estado y luego en el Colegio Electoral.
De paso, el resultado cayó como un baldado de agua fría a los reclamos de Trump, que hasta esta semana seguía insistiendo en que había ganado las elecciones en Georgia por “cientos de miles de votos”.
Las dos derrotas en el Senado, de hecho, antes confirman que el triunfo de Biden no fue un accidente y que el presidente, a pesar de su enorme popularidad entre la base del partido, terminó siendo el ancla que los acabó de hundir.
Donald Trump durante el mitin de campaña de los senadores republicanos que disputan las curules en Georgia.

Donald Trump durante el mitin de campaña de los senadores republicanos que disputan las curules en Georgia. Foto:Mandel Ngan. AFP

No solo por que perdieron la Casa Blanca cuando tenían todo para ganarla –son muy pocos los presidentes en la historia de EE. UU. que han perdido una reelección–, sino el control del Senado y la Cámara de Representantes.
Y si bien un grupo de republicanos en el Congreso intentaron este miércoles disputar la elección de Biden durante una sesión conjunta del Legislativo convocada para autenticar su triunfo y que fue interrumpida por el asalto al Capitolio de los seguidores de Trump, el voto de Georgia desinfló muchos de sus argumentos.
Nadie sabe qué tanta influencia seguirá teniendo Trump entre los republicanos de aquí en adelante. Pero lo más probable es que el repudio que se llevó el martes provoque una reflexión al interior de un partido que hasta hace pocas horas se veía subyugado frente al poder del saliente mandatario republicano.
SERGIO GÓMEZ MASERI
Corresponsal de EL TIEMPO
Washington
En twitter @sergom68

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