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El apellido Silva fue durante mucho tiempo fuente de vergüenza y el más común de Brasil; hoy ya es acogido, pese a su pasado sombrío

Silva se encuentra en el apellido del presidente del País, Luiz Inácio Lula da Silva, y de su futbolista más célebre, Neymar da Silva Santos Júnior. También lo comparten unos 5 millones de brasileños más.

El Presidente Luiz Inácio Lula da Silva es uno entre unos 5 millones de brasileños con el apellido Silva. 

El Presidente Luiz Inácio Lula da Silva es uno entre unos 5 millones de brasileños con el apellido Silva. Foto: Victor Moriyama para The New York Times

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RÍO DE JANEIRO — El apellido de Fernando Santos da Silva —compartido por 150 parientes— es una reliquia de un capítulo sombrío de la historia de Brasil. Igual que millones de otros brasileños, lo heredó de sus antepasados que alguna vez fueron esclavos y probablemente recibieron el apellido de sus captores.
Con sus dolorosas raíces, Silva fue durante mucho tiempo fuente de vergüenza, incluso al tiempo que se convertía en el apellido más común de Brasil. Pero hoy es visto de una forma totalmente diferente.
“Silva es un símbolo de resistencia”, dijo Santos da Silva, de 32 años, un vendedor de antigüedades de Río de Janeiro.
Silva se encuentra en el apellido del Presidente del País, Luiz Inácio Lula da Silva, y de su futbolista más célebre, Neymar da Silva Santos Júnior. También lo comparten unos 5 millones de brasileños más.
Marcado por sus raíces coloniales, el apellido fue durante décadas sinónimo de pobreza y opresión en un país de mayoría negra que abolió la esclavitud en 1888, y donde persiste una profunda desigualdad racial y económica.
Sin embargo, mientras Brasil reconsidera cómo su pasado brutal ayudó a dar forma a la identidad del País, cada vez más personas conocidas están destacando el apellido, como el luchador de artes marciales mixtas Anderson Silva y un músico popular que se hace llamar simplemente Silva.
El apellido llegó a Brasil con la colonización y el primer registro data de un colono portugués en 1612. Notarios comenzaron a rastrear apellidos más o menos un siglo después y, desde entonces, casi 32 millones de brasileños han sido registrados como Silva, arrojan datos compilados por la asociación nacional de funcionarios de registro.
Algunos académicos dicen que los esclavos africanos que llegaban a Brasil en barco a veces eran bautizados por sacerdotes que daban el nombre Silva a aquellos destinados a plantaciones en las regiones boscosas y silvestres del País. (El nombre deriva de la palabra latina “selva”).
Los terratenientes ricos llamados Silva también solían dar el apellido a las personas que esclavizaban, a veces incluyendo la preposición “da” (“de” en portugués) para etiquetarlas como propiedad.
Incluso después de que Brasil abolió la esclavitud, el número de Silvas siguió en aumento.
Los esclavos liberados que se registraban para obtener documentos por primera vez a veces tomaban el apellido de los terratenientes que alguna vez los habían esclavizado y que les seguían dando empleo a cambio de alojamiento y comida.
Sin embargo, entre la élite, Silva a menudo cuenta una historia de privilegio. Al menos cuatro políticos y legisladores brasileños, entre ellos un ex Presidente, tenían antepasados con ese apellido que tenían vínculos con la esclavitud, informa Agência Pública, un medio de investigación sin fines de lucro.
Cuando Marcelle da Silva Oliveira, de 36 años, era joven, su padre fue asesinado por narcotraficantes en Río de Janeiro.
Durante años, Da Silva Oliveira, una trabajadora doméstica, se avergonzó de su apellido Silva. Pero con el tiempo, cambió de opinión y ha transmitido el apellido a sus seis hijos.

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