Cuando se estrenó la primera película de “El Planeta de los Simios” en 1968, Renata Adler, crítica de cine de The New York Times, escribió: “No es nada buena, pero por momentos es divertida de ver”. La consideró una “película antiguerra y un tratado liberal de ciencia ficción”, en la que los simios representan “el militarismo, el fascismo y la brutalidad policiaca”. Probablemente, no hubiera esperado que se convirtiera en una de las franquicias de ciencia ficción más longevas en la historia de Hollywood.
Sin embargo, la película de 1968 se ha mantenido extraordinariamente bien. Charlton Heston interpreta al capitán de una tripulación espacial de cuatro personas que se estrella en un planeta donde gobiernan los simios parlantes y los humanos han sido esclavizados.
La franquicia combina una premisa intrigante —¿y si los simios evolucionaran más allá de los hombres?— con otras preocupaciones sociales y políticas. La primera película incluye ideas sobre la Guerra Fría y las armas nucleares, así como sobre la brutalidad policiaca, el militarismo y el fascismo. Hay preguntas sobre la libertad de expresión y el fundamentalismo religioso, la creación de mitos y la libertad, la tecnología y el estudio científico, la raza, las pandemias virales, los derechos de los animales y más, entretejidas a lo largo de las películas.
En la década de 1970, a la primera “Simios” le siguieron cuatro más, además de un programa de televisión de acción real y luego uno animado. En el 2001 llegó una nueva versión dirigida por Tim Burton, y luego se dio serie cinematográfica, que comenzó en el 2011.
Esa trilogía: “El Planeta de los Simios: (R)evolución” (2011), “El Planeta de los Simios: Confrontación” (2014) y “El Planeta de los Simios: La Guerra” (2017), es considerada una de las mejores franquicias cinematográficas en la historia. La trilogía postula que una cura para el Alzheimer desarrollada por humanos tuvo graves consecuencias indeseadas cuando escapó de su laboratorio: convirtió a los simios en superinteligentes, pero mató a vastas cantidades de humanos, y luego mutó para volver muda y menos inteligente a la mayoría de la humanidad. Luego sigue una saga en la que los personajes humanos cambian, pero los simios no; es la historia de los simios.
Parte del éxito de las películas es su arte, liderado por la impresionante actuación en captura de movimiento de Andy Serkis como César, líder de los simios. Serkis habla y exterioriza sentimientos con el tipo de dignidad que asociamos con personas que interpretan a líderes históricos mundiales —que, en cierto sentido, es lo que está haciendo.
Hay una sensación de duelo en cada película de “Simios”, y en la trilogía es casi palpable.
¿Por qué están de duelo estas películas? No tiene que ver con el mundo perdido de los humanos; siempre ha estado claro, incluso desde la conclusión de la película de 1968, que la humanidad sólo tiene a sí misma y a su arrogancia a las cuales culpar de su propia destrucción. El duelo se deriva de los problemas que plantean las películas y el profundo pesimismo de la serie respecto a que alguna vez queden erradicados esos problemas por mucho tiempo.
Las películas apocalípticas están cada vez más obsesionadas con una pregunta que se plantea al espectador: a la luz del trato de la humanidad al planeta y unos a otros, ¿realmente merece la especie sobrevivir?
Las películas de “Simios” dicen que no, en realidad no. Incluso en la entrega más reciente, “El Planeta de los Simios: Nuevo Reino”, los humanos no son presentados como héroes o particularmente dignos defensores de su propia especie.
Sin embargo, como también revela “Nuevo Reino”, las películas de “Simios” no están tan seguras de que cualquier otra especie dotada de sentidos y razonamiento sea mejor. Aunque César enseñó una forma de vida que produciría más armonía y protegería al planeta, en “Nuevo Reino” vemos simios hambrientos de poder que reproducen los pecados de la humanidad, perpetuando la opresión y la represión.
La película de 1968 está ambientada muchos siglos después de la trilogía y de “Nuevo Reino”, por lo que sabemos hacia dónde se dirigen las cosas, y no es bueno. Ésa puede ser en parte la razón por la que las películas de “Simios” han resonado durante tanto tiempo.