Proteger las áreas costeras del océano de la pesca, la minería y otras actividades humanas también puede ayudar a las personas que viven cerca, arroja un nuevo estudio publicado en la revista Nature Sustainability.
Las personas que vivían cerca de estas áreas tenían una mejor seguridad alimentaria y una mayor riqueza familiar, encontró el estudio. La región estudiada es el sistema de arrecifes de coral de Mesoamérica, que se extiende frente a la costa este de América Central unos 970 kilómetros desde México al sur hasta Honduras.
Los autores del estudio analizaron sondeos existentes de más de 80 especies de peces realizados por la iniciativa regional Healthy Reefs for Healthy People del 2005 al 2018. Descubrieron que los peces eran 27 por ciento más abundantes en las áreas totalmente protegidas en comparación con las áreas no protegidas. Las poblaciones de peces permanecieron estables o aumentaron con el tiempo en las zonas protegidas.
“El hallazgo más importante para mí es que las áreas marinas protegidas pueden lograr estos beneficios” tanto para los humanos como para los peces, dijo Steven Canty, biólogo marino del Centro Smithsoniano de Investigación Ambiental y uno de los autores del estudio.
El ecosistema alberga más de 60 especies de corales y 500 especies de peces. Alrededor del arrecife viven animales en peligro crítico de extinción como el cocodrilo de agua salada y la tortuga boba. Alrededor de 2 millones de personas viven en la costa, con economías estrechamente ligadas al arrecife.
Los países a nivel mundial están creando más áreas marinas protegidas. Los científicos, los elaboradores de políticas, las industrias y las comunidades han debatido durante años si estas áreas funcionan según lo previsto para sustentar las poblaciones de peces y si ayudan o perjudican a sus vecinos humanos. El nuevo estudio respalda la idea de que las áreas marinas protegidas, al menos aquellas con estrictas prohibiciones de pesca, también benefician la salud y la riqueza de la población local, incluso en una región donde la gente ha dependido tradicionalmente de la pesca.
“Todavía estamos lidiando con algunas de estas preguntas fundamentales —no solo en esta región, sino en otros lugares— sobre lo que funciona y lo que no funciona en la conservación”, dijo Justin Nowakowski, biólogo conservacionista del Centro Smithsoniano de Investigación Ambiental y autor principal del estudio.
Si bien el cambio climático sigue siendo un reto a largo plazo para los arrecifes, restringir la pesca puede quitarles algo de presión, dijeron los autores. Las áreas protegidas más antiguas del Arrecife Mesoamericano se establecieron en la década de 1970, y más de 40 áreas protegidas hoy cubren la mitad de las aguas costeras de la región. Pero no todos prohíben estrictamente la pesca; algunos simplemente ponen límites a las capturas o prohíben cierto equipo.
Los investigadores analizaron datos socioeconómicos de sondeos en Guatemala y Honduras realizadas por la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional. Hallaron que los niños en comunidades a menos de 10 kilómetros de áreas marinas protegidas tenían aproximadamente 40 por ciento menos probabilidades de sufrir crecimiento atrofiado debido a la desnutrición, en comparación con los niños que vivían más lejos. También encontraron que los hogares cerca de las áreas totalmente protegidas tenían 33 por ciento más riqueza que otros.
Algunos argumentan que una mayor biodiversidad puede ayudar a las comunidades a desarrollar industrias de ecoturismo y fuentes alternativas de ingresos.
Por: DELGER ERDENESANAA
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