KIRKENES, Noruega — En este rincón del extremo norte de Noruega, a 8 kilómetros de Rusia, las señales de tráfico ofrecen instrucciones en noruego y ruso. Los lugareños están acostumbrados a cruzar de un país a otro sin visa.
Hace unos años, esos lazos inspiraron a Terje Jorgensen, director del puerto noruego de Kirkenes, a proponer lazos más estrechos con el puerto ruso de Murmansk para aprovechar el creciente interés en las rutas marítimas a través del Ártico. Pero luego, el Presidente Vladimir V. Putin envió sus tropas a Ucrania, lo que detuvo el proyecto.
“En algo podría haberse convertido”, dijo Jorgensen.
Durante el último año, los lazos comerciales, culturales y ambientales se han congelado a medida que las fronteras se han endurecido para castigar a Moscú.
En Kirkenes, un poblado de 3 mil 500 habitantes construido alrededor del pequeño puerto, los temores de seguridad han trastornado un modelo de negocios centrado en los lazos transfronterizos.
Algunas cadenas de tiendas, atraídas aquí en parte para vender sus productos a los rusos, han advertido que podrían retirarse, dijo Niels Roine, director de la Cámara de Comercio regional. El sector minorista ha visto una caída del 30 por ciento en los ingresos desde que inició la guerra.
Más de 266 mil personas de Rusia cruzaron la estación fronteriza cercana a Noruega en el 2019; el año pasado, ese número cayó más del 75 por ciento.
A los pescadores rusos aún se les permite atracar en el puerto, aunque ya no se les permite visitar las tiendas y restaurantes en Kirkenes y otras dos ciudades portuarias noruegas, y la policía registra sus barcos.
Durante décadas, las grandes cantidades de bacalao en el Mar de Barents han atraído a personas y empresas de ambos países a esta comunidad en el Círculo Polar Ártico. Tan sólo los pescadores noruegos pescaron 2.6 mil millones de dólares de pescado en el 2022, reflejan cifras del Gobierno.
Un interés compartido en mantener las poblaciones de bacalao dio lugar a un singular acuerdo bilateral forjado durante la Guerra Fría. El bacalao tiende a desovar en aguas rusas, pero luego alcanza el tamaño adulto en aguas noruegas. A los pescadores de Rusia se les permite capturar bacalao en aguas noruegas a cambio de que no pesquen bacalao joven en sus propias aguas.
Pero ese acuerdo está bajo presión. El año pasado, Oslo limitó el de los barcos de arrastre rusos a sólo Kirkenes y otros dos puertos. Y esta primavera, las autoridades noruegas restringieron los servicios que podían recibir en puerto. Ahora sólo se permiten necesidades imperativas, como la carga de combustible, comida y reparaciones de emergencia.
Algunas empresas han cortado los lazos con Rusia. Barel, un fabricante de productos electrónicos utilizados en aviones y embarcaciones en alta mar, cerró su planta en Murmansk y tiene como objetivo expandir la producción en Noruega. Pero encontrar trabajadores es un reto. Kenneth Sandmo de L.O., el influyente sindicato de trabajadores de Noruega, señaló que esos trabajos calificados eran esenciales para mantener una economía local estable. Los empleos de turismo, que a menudo son estacionales y pagan menos, tienen menos impacto, dijo.
Aún así, el Snowhotel en Kirkenes atrae a huéspedes durante todo el año para dormir en habitaciones que parecen iglús, y los cruceros Hurtigruten depositan a viajeros.
Hans Hatle, fundador de Barents Safari, era un oficial del Ejército que entrenaba a guardias para defender la frontera de Noruega con la Unión Soviética. Ahora escolta a turistas en barco hasta esa misma frontera. Con temperaturas más cálidas que hacen que los destinos en España e Italia sean inusualmente calurosos, confía en que Kirkenes tiene un futuro brillante como destino turístico.
“Tenemos que seguir pensando en nuevas formas”, dijo Hatle. “Pero confío en que lo lograremos”.
Por: Melissa Eddy
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