OCHOPEE, Florida — Un frío inesperado puede caer sobre los Everglades de Florida a altas horas de la noche. Las estrellas salpican el cielo. Las ranas croan y croan. Todo es paz y asombro hasta que recuerdas por qué estás afuera a esta hora, en una camioneta equipada con focos, tratando de encontrar víboras invasoras.
La caza de pitones podría evocar imágenes de cazadores caminando dificultosamente por pantanos y extrayendo a serpientes del lodo. En realidad, involucra recorrer los caminos solitarios de los Everglades, con la esperanza de vislumbrar una víbora gigante. Es agotador para la vista y castiga las horas sueño.
A los cazadores de pitones les encanta.
“La emoción es asombrosa”, dijo Amy Siewe desde su camioneta Ford F-150. “Odio que tengamos que matarlas”.
Durante la última década, Florida ha organizado seis competencias patrocinadas por el Estado para crear conciencia y recompensar a los cazadores que capturan y matan humanamente la mayor cantidad de pitones birmanas, el azote de los Everglades. Los concursos anuales se llevan a cabo durante 10 días en agosto. No se permiten armas de fuego, sólo pistolas de aire y de perno cautivo.
El Python Challenge de este año atrajo a mil 35 cazadores y capturó 209 pitones. El ganador atrapó 20 serpientes y recibió 10 mil dólares; Siewe ganó un premio por atrapar una pitón que medía unos 3.25 metros.
Las agencias estatales pagan a unos 100 contratistas para que cacen durante todo el año, dándoles a diques que están más cerca de los canales artificiales que atraviesan los Everglades —más cerca de las serpientes. Desde el 2000, se han eliminado más de 19 mil pitones en Florida, un poco más de dos tercios mediante “agentes de eliminación de pitones” contratados.
El programa no es particularmente lucrativo, pues paga hasta 18 dólares la hora, más 50 dólares por cada 30 centímetros hasta 1.20 metros de serpiente y 25 dólares por cada 30 centímetros más allá de eso. ¿Eliminar un nido de pitón? 200 dólares.
Por eso, los cazadores empedernidos como Siewe, de 46 años, se han convertido en guías de tiempo completo que enseñan a los recién llegados cómo encontrar y sacrificar pitones birmanas, que han tenido tanto éxito en adaptarse a Florida que parecen estar allí para quedarse, pese a años de esfuerzos por eliminarlas.
Aunque Estados Unidos y el Gobierno estatal han gastado miles de millones de dólares para restaurar los Everglades, las pitones han diezmado aves, conejos y venados endémicos desde que se les documentó como una población establecida en el 2000.
La teoría dice que fueron importadas del sur de Asia como mascotas exóticas y muchas fueron liberadas cuando crecieron demasiado. Se abrieron camino al norte de Florida, según descubrió el Servicio Geológico de Estados Unidos, amenazando una mayor porción del ecosistema.
Los científicos no saben cuántas pitones viven en estado salvaje en Florida ni con qué frecuencia se reproducen. Algún día, nuevas técnicas genéticas podrían ayudar a suprimir la población. Pero por ahora hay caza.
“Se requiere un promedio de 12 horas para atrapar una pitón”, dijo Siewe. Pero añadió: “Cada una que eliminamos está salvando las vidas de cientos de nuestros animales nativos”.
Siewe inició su negocio de guías en enero con su prometido, Dave Roberts. La pareja solía ver conejos de los pantanos en el camino hacia su colonia, al borde de los Everglades. Ahora encuentran pitones.
Siewe guarda cadáveres de pitón en un gran congelador en su cochera y los desolla en la terraza de su condominio. (Sus vecinos saben). En un perchero de su sala cuelgan docenas de pieles, teñidas en tonos profundos por una talabartería que la ayuda a fabricar productos de piel de pitón, incluyendo correas para Apple Watch.
En julio, Siewe ayudó a retirar una pitón de casi 6 metros del torso de un estudiante universitario que estaba cazando con su primo.
Una noche de agosto, Roberts condujo por la carretera estatal 29, con humedales de ambos lados. De repente, Siewe gritó.
“¡Pitón!”
Era una cría, de aproximadamente medio metro de largo —tan pequeña que Siewe pidió a Roberts que buscara un posible nido. “Acaba de salir del cascarón”, dijo. “Parece que aún no ha comido”.
La gente vería crías y pensaba: “Ay, bueno, esta no es una serpiente muy grande”, dijo Siewe. “Pero lo será”.
Pero eso no hizo que lo siguiente fuera más fácil.
“Quiero decir, ¿quién no se enamora de este pequeño?”, preguntó Siewe, mientras ella y Roberts sacaban una pistola de perdigones que usan para sacrificar a las serpientes más pequeñas.
Por: PATRICIA MAZZEI
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