A fines de una tarde de junio, los huéspedes en el comedor del Palazzo Vilòn disfrutaron un banquete con tema barroco, rodeados de espejos de siglos de edad pintados con querubines, pisos incrustados de mármol y un espléndido techo reflejado en la superficie de la mesa. El diseñador de interiores brindó por el nuevo hotel, llamándolo un templo de “la privacidad y la experiencia”.
Esencialmente, un anexo de súper lujo al ya súper lujoso Hotel Vilòn, el Palazzo Vilòn está ubicado al extremo del Palazzo Borghese que forma una curva entre el Río Tiber y la Vía del Corso. Tiene una alberca, una disco privada y salas que llevan los nombres de dioses romanos. Sus tres recámaras, una en lo que fue una capilla debajo de una cúpula, cuestan un promedio de 25 mil euros —casi 27 mil dólares— la noche.
Ni siquiera tiene el costo más alto en la manzana. A poca distancia por la Via di Ripetta, el nuevo Bulgari Hotel Roma, con pasillos exhibiendo joyas, tiene una exclusiva suite con una recámara que domina el Mausoleo de Augusto. Cuesta 38 mil euros, o unos 41 mil dólares, la noche.
Roma se ve inundada cada vez más por exorbitantes opciones hoteleras, incluso durante lo que los romanos llaman el degrado, o degradación, una caída de más de 15 años hacia un estado de abandono.
En la primavera, la vegetación descontrolada casi invade las banquetas. En verano, la basura se cuece en contenedores desbordados. Durante todo el año, mallas de construcción naranja fluorescente aparentemente rodean casi todo.
Muchos romanos se preguntan si los inversionistas en los nuevos proyectos de superlujo —el Six Senses, el Four Seasons, Rosewood, Nobu, Edition, Hotel Vilòn y Maalot entre ellos— llevan lentes color de rosa.
Roberto Gualtieri, el Alcalde de Roma, señaló que los hoteleros conocen una ventaja futura cuando la ven. Apunta a mejores restaurantes, museos restaurados y un auge turístico post-pandemia.
Gualtieri vislumbra una ciudad limpia, moderna y funcional, ayudada por miles de millones de euros en fondos de recuperación de la Unión Europea, cientos de millones más por el Jubileo de la Iglesia Católica en el 2025, y sus propias políticas de renovación urbana, incluyendo la construcción de un incinerador de basura, reparar las calles de Roma y reformular contratos para cortar el pasto de la Ciudad. Los hoteles de lujo, sugirió, pueden ver más allá de la esquina decrépita a un nuevo renacimiento romano.
Claudio Ceccherelli, director ejecutivo de la Colección Shedir, que opera el Palazzo Vilòn, dijo que hoteles de alto nivel habían estado deseosos de ir a Roma, pero que intereses locales habían impedido el desarrollo. La Oficina del Alcalde indicó que una regla del 2008 impedía la conversión de palacios medievales o renacentistas en hoteles alojando a más de 60 personas, pero que la Ciudad ha otorgado concesiones.
Jean-Christophe Babin, director ejecutivo de Bulgari, comentó que “familias romanas ricas y aristocráticas son dueñas de la mayor parte de la Ciudad”. Los impuestos prediales extremadamente bajos llevan a “muchos palacios, incluso si están vacíos, que la gente nunca abandonará”.
Pero tiempos difíciles para los propietarios nobles habían ayudado a liberar algunas de esas propiedades. Los inversionistas no tardaron en llegar.
El influjo de lujo ayudaría a “reposicionar la Ciudad, no sólo como un museo al aire libre del pasado, sino como una Ciudad del futuro”, aseguró Babin.
Por: Jason Horowitz
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