“No quiero ser musa, quiero ser escritora” o “Soy la hija de una víctima y un victimario”; estas frases resumen a Rebecca Solnit (1961), una personalidad sutil y contundente. Una ensayista feminista, pues lo suyo es la no ficción, que con una prosa luminosa en Recuerdos de mi inexistencia relata unas memorias de resistencia en una sociedad patriarcal como la estadounidense. Su historia es atípica, pues a los 17 años se va a vivir independiente en un barrio negro de San Francisco. Se mira al espejo y no era el mundo el que se desvanecía de su conciencia, “era yo quien se desvanecía de mi conciencia”.
Estaba rodeada de insultos y atropellos, aunque no fue violada, “aunque no te mataran, mataban algo de ti”. Se sentía acorralada, se acosaba a mujeres y niñas, no por sus acciones, sino porque estaban a mano de cualquier truhan que las deseara. Se mataba a las mujeres en las canciones, en las películas, en las novelas y en el mundo, era algo natural y apestoso. “Nosotras llevábamos aquellas historias como unos grilletes que arrastrábamos”.
En ese ambiente hostil, nada exagerado, preguntémosles a nuestras hermanas, hijas, esposas y novias, construyó su identidad. Las mujeres, asegura, estaban muertas antes de ser un cadáver. Hay una analogía terrible, recuerda que los soldados norteamericanos al llegar a casa tenían un shock postraumático, derivado en ataques de ansiedad y paranoia, y las mujeres vivían en la cotidianidad de las ciudades otra guerra.
Es una inmersión en el mundo femenino, que siempre ha navegado contra la corriente. No hay amargura ni venganza en su travesía, es la búsqueda lúcida de hallar una identidad en este mundo donde se es una extranjera permanente. Aquí también encontramos su relación con el arte; la lección de algunos amigos gais que le mostraron que los hombres son más que una omnipotente virilidad; la cosmogonía ancestral de los indígenas norteamericanos; en su libro Savage Dreams aborda cómo la invisibilidad permite la atrocidad. Señala cómo entre 1951 y 1991 en las estepas de Nevada ocurrieron más de mil explosiones nucleares, una bomba cada mes.
El patriarcado es un fenómeno que va más allá de la mujer y el hombre, es un asunto de la sociedad. Recuerdos de mi inexistencia es algo que quedó atrás, y a pesar de encontrar una voz y un sitio en el mundo, sigue habitando en las márgenes.
ALFONSO CARVAJAL