Auxilio, socorro. Se están multiplicando por todas partes. Y a velocidades geométricas. Voy a comprar pan y me sale un candidato presidencial. En la bomba hay una candidata; en la lavandería, un ‘influencer’ lanzando campaña, y en la peluquería entra uno mechudo y sale otro recién trasquilado.
No hay foro donde no aparezcan, donde no irrumpan y congreso donde no se multipliquen.
Identificarlos es fácil porque se paran en las puertas a saludar con amabilidad al que vaya pasando. Y cualquier puerta vale, la del avión, la del teatro y la del restaurante. Por dignidad, les he sugerido a algunos que hagan un acuerdo multipartidista para que las puertas de los baños sean territorio libre de candidatos.
No hay velorio donde no aparezcan, misa en la que no dejen ver su generosa limosna y bazar o feria donde no lleguen casualmente acompañados de su pareja, tres niños y un perro para hacernos creer que son gente común y corriente.
Estamos a casi dos años de elecciones y todos tienen ideas, soluciones, proyectos, teorías, “una propuesta que quiero compartir contigo” o un “escúchame 20 minutos que no te vas a arrepentir”.
La galería es diversa y heterogénea. Los que dicen “algunos amigos me andan convenciendo” aunque los amigos se reduzcan a su yo interior, los que con cara de trastorno y ojo blanqueado afirman: “Me va a tocar, pues con lo que hay no se hace un caldo”, los que se sacrifican por el país con el “cuando toca, toca”, o la circunspecta candidata que nos recuerda: “Nunca hemos tenido una presidenta y ya es hora”.
Candidatas las hay gritonas, lloronas, saltonas, bravuconas, patronas, y candidatos también gritones, llorones saltones, bravucones y patrones.
Estamos a casi dos años de elecciones y todos tienen ideas, soluciones, proyectos, teorías
Hay candidatos presidenciales que juegan a hacerse ver para clasificar a una vicepresidencia, congresistas que lanzan campaña presidencial para reelegirse en su curul, y los hay también quienes quieren ser ministros, viceministros o embajadores.
Todos quieren que creamos en su rectitud y transparencia, aunque sepamos acerca de unos cuantos que su especialidad es camuflarse cuando conjugan, con cuello blanco, el verbo delinquir.
Los hay y las hay también, justo es decirlo, formados, rectos y decentes. Se me ocurren por lo menos 20 nombres con quilates, inteligencia, honestidad y capacidad para liderar la reconstrucción de Colombia y la gestión vigorosa de un mejor futuro. Entre ese grupo selecto, sin embargo, en el que abundan las virtudes, escasea una condición crítica que se llama elegibilidad. No todo prócer o supermujer es capaz de sacar votos, de comunicarse con el pueblo y de conquistar el afecto popular.
Hay dos plataformas. En la del petrismo el candidato o la candidata, así como su fórmula, terminará respondiendo a los afectos, quereres o conveniencias del presidente Petro. En las toldas contrarias la cosa será muy distinta, por lo que resulta indispensable crear una gran plataforma de unidad, deponer los egos, bajarle a la arrogancia, estimular la generosidad patriótica, tomar el curso 001 de realismo político y construir un programa esperanzador de futuro, con mínimos básicos que faciliten un acuerdo tutelar para la recuperación del timón y la implementación de las lecciones aprendidas por el bienestar del país.
Este es tiempo para dejar ver todas las aspiraciones. Todos y todas tienen el derecho legítimo de aspirar. Y para sopesar candidaturas. Y para tejer la unidad y definir el programa, calibrar elegibilidades, fórmulas, equipos de campaña y de gobierno. Pero a mediados del año entrante debe haber ya una claridad sobre la candidatura. Esperar hasta las parlamentarias del 2026 puede ser demasiado tarde.
Por eso la petición es una sola: que no dejemos naufragar a Colombia entre las vanidades de gente capaz y ganosa de servirle al país. El mejor servicio posible es que no se conviertan en factores de división. Estamos a tiempo.
JUAN LOZANO