Puse por curiosidad el documental de Karol G creyendo que iba a ser malo y terminó siendo pésimo. Y no hablo de su música, sino del contenido. En él, intentan vender una historia de lucha y superación que al final no existe, o al menos no lo saben contar.
Porque durante dos horas la cantante se la pasa es llorando por todo: el sonido en un concierto, una canción que le filtran, la coreografía de los bailarines, un tiburón que adorna el escenario, el papá que casi pierde un vuelo y hasta por un problema estomacal. Y cuando en un punto habla sobre un episodio de acoso sexual que tuvo con un manager, y uno cree que al fin va a desfogarse contando su historia personal, lo zanja diciendo que prefiere no hablar del tema.
No pongo en duda la disciplina de Karol G, su deseo por salir adelante y hacer historia, lo que no entiendo es su constante necesidad de victimizarse. Estamos hablando de una de las cantantes más populares y queridas del mundo, una persona que protagonizó el tour musical más grande hecho por un latino, con más de dos millones de entradas vendidas, y aun así se esmera en lucir como una outsider a la que nadie entiende, un ser que tiene que cargar en soledad con el peso de ser famoso y millonario.
La pieza me hizo recordar una entrevista a Jude Bellingham en 2024 luego de ganar la Champions con el Real Madrid: en ella, aquel joven de apenas 19 años trataba de forzar unas lágrimas que no le salían mientras afirmaba que en el camino a la gloria tuvo mucha gente que le dijo que nunca alcanzaría sus sueños. No se entiende de qué habla, si debutó a los 16 años por ser un jugador extraordinario y pronto se convirtió en líder del Borussia Dortmund y la selección inglesa. Parece que no aguanta nada esta generación, especialmente no llamar la atención. Sin ir más lejos, un amigo que tiene un hijo de nueve años fanático del fútbol, me cuenta que el niño se preocupa más por buscar en internet celebraciones famosas para replicar en la cancha que tutoriales para entrenar.
Volviendo a la cantante, mantuvo durante el documental un discurso no solo sobre la marginalidad, sino sobre el hecho de ser mujer y ser latina, pero, nuevamente, desde lo negativo y no sobre cómo ha usado esas características para triunfar. Y luego de contar su triste historia, aparecen clips de canciones donde expresa de diecisiete formas diferentes que quiere tener sexo.
¿Por qué los famosos suelen tener documentales tan malos? ¿Qué mente maestra se lucra de su mediocridad e inunda al mundo entero con su sonido y su figura?
Porque si algo he notado del reguetón es que habla de cinco temas principalmente: fiesta, deseo sexual, afición por las redes sociales, despecho y 'tiradera', que, según entiendo, consiste en echarle agua sucia a un supuesto enemigo que quiere el mal del cantante en cuestión. Eso sí, siempre con debilidad en la voz, como si les acabaran de sacar las amígdalas.
¿Por qué los famosos suelen tener documentales tan malos? ¿Qué mente maestra se lucra de su mediocridad e inunda al mundo entero con su sonido y su figura? Ni idea, lo único que sé (una obviedad que nunca sobra recordar) es que por el hecho de que algo sea popular no quiere decir que es bueno, tan solo que es consumido por mucha gente.
Por culpa del reguetón se ha vendido al mundo la idea de que ser latino es vivir perreando, lo cual no tiene nada de malo, que todos necesitamos perrear hasta el piso de vez en cuando. El problema es que se quedan en eso y rara vez se ocupan de algo más. Si ser artista es expresarse mientras se exploran las cuestiones del alma humana, entonces los cantantes de reguetón distan mucho de ser tal cosa.
Más bien ellos, y de paso sus seguidores, parecen personas sin curiosidad intelectual que prefieren quedarse en la superficie mientras la vida les pasa por encima, convencidos de que el éxito consiste principalmente en tener plata. Aunque, por otro lado, es más fácil existir así: lleno de dinero en una vida con un centímetro de profundidad.