El Tíbet suramericano

El expresidente Alfonso López Michelsen definió a Colombia a mediados de los setenta del siglo pasado como el "Tíbet de Sudamérica", por el carácter cerrado y aislado de su economía. Esta apreciación fue cambiando con el tiempo cuando se realizó la apertura económica, durante el gobierno del presidente César Gaviria (1990-1994), a la luz de la Constitución de 1991.

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A partir de ese momento, Colombia dejó de ser una nación insular y se integró al mundo. Empezamos a jugar un importante rol tanto en el ámbito bilateral como en el multilateral. Con Estados Unidos profundizamos la relación con el Plan Colombia y Paz Colombia durante los gobiernos de Clinton, Bush y Obama.

Sin embargo, las cosas han cambiado en los últimos meses con el nuevo gobierno de Donald Trump. Decía en un análisis en este periódico que Estados Unidos plantearía la relación con América Latina sobre la base de tres pilares. El primero, la lucha contra el narcotráfico. Un segundo punto, la contención a la inmigración ilegal y, por último, el equilibrio comercial, lo que llevaba a realizar un análisis sobre las inversiones de China en la región. No sobra recordar que China, aprovechando el vacío dejado por el Estados Unidos en los últimos 25 años, ha invertido casi 200.000 millones de dólares. Una suma colosal.

Ante este panorama, Petro no entendió el engranaje internacional que se movía. Frente al narcotráfico, su gobierno partió de la base de abandonar la sustitución de cultivos ilícitos y de pedir la suspensión de órdenes de captura de narcotraficantes, algunos con solicitud de extradición, lo que empezó a agriar las relaciones con el Departamento de Justicia en Washington. En los últimos días, la secretaria de Seguridad del presidente Trump, Kristi Noem, informó que Petro en una reunión bilateral le manifestó que el grupo delincuencial 'Tren de Aragua' necesitaba "amor y comprensión" y que tenía amistad con sus . La reacción de Petro no se hizo esperar al indicar que muchos de los integrantes del 'Tren de Aragua' son "jóvenes excluidos" que llegaron a Colombia tras ser desplazados de Venezuela. Una irresponsabilidad.

En lo relativo a la migración, Petro también se enfrentó a Trump al no autorizar el aterrizaje de un vuelo con deportados colombianos de Estados Unidos porque supuestamente no venían en condiciones dignas. Esto generó que Trump ordenara la supresión de visas a los altos funcionarios del gobierno Petro y que se impusiera un arancel del 25 %. Al final, el impase se resolvió con dificultad.

El último aspecto fue el relativo a la ambivalente decisión de Estados Unidos de aumentar los aranceles a una pluralidad de países y luego suspender la medida por 90 días mientras se llevan a cabo las negociaciones bilaterales. Ante esta situación, Colombia debería estar preparada. Sin embargo, no hay un ministro de Comercio Exterior en propiedad y la canciller Laura Sarabia no tiene ni la experiencia ni el conocimiento para enfrentar esta situación. Y a estas alturas ya deberían existir proyecciones y análisis del Gobierno sobre cada sector frente al empleo y el tejido social que podría ser afectado por posibles retaliaciones del Gobierno estadounidense contra el país.

Entonces, lo que se viene es grave. Seguramente nos descertificarán por la inoperancia en la lucha contra las drogas y llegaremos tarde a negociar con el gobierno Trump algunos aspectos que afectan a ciertos sectores, producto de la nueva política comercial de Estados Unidos.

Este panorama de improvisación se impone en todos los tópicos. La salud, la seguridad, la energía, la infraestructura y el comercio han sido abandonados y maltratados. Las instituciones fracturadas, la vergonzosa política diplomática y el Estado social de derecho al garete hacen que Colombia empiece a ser vista como un nuevo 'Tibet de Sudamérica'.