Si bien el mundo está superando con relativo éxito la crisis global generada por la pandemia, todavía no se puede cantar victoria. Gracias a la intervención decidida de los gobiernos y los bancos centrales se ha logrado recuperar el crecimiento económico y mantener la estabilidad financiera, pero a costa de aumentar el endeudamiento de los países, las empresas y, en menor medida, los hogares.
El panorama se ha complicado con una desaceleración relativa del crecimiento del producto en el tercer trimestre del año, impactado por el auge de la mutación delta del covid-19, la reaparición de la inflación y el aumento de las tasas de interés. En la medida que las políticas fiscales y monetarias se tornen neutrales o contraccionistas en los principales países, la volatilidad en las economías emergentes habrá de aumentar y no se puede descartar un aumento de las quiebras de empresas más vulnerables y endeudadas.
Las nuevas debilidades destapadas por la pandemia presentan disyuntivas acerca del futuro de los intermediarios financieros bancarios y no bancarios. De allí que se mencionan en las discusiones financieras dos posibles futuros escenarios de crisis financieras potenciales: 1) una crisis ‘tradicional’ en el sistema bancario, y 2) una crisis en la periferia no bancaria, precipitada por el auge de los activos privados y cripto no regulados o por volatilidad extrema en otros actores y productos en los mercados de capitales.
La primera posibilidad se ha asociado al aparente debilitamiento de las más estrictas normativas regulatorias impuestas a los bancos en los Estados Unidos y por las reglas de Basilea 3 después de la crisis financiera global del 2008, por lo cual la senadora Elizabeth Warren ha objetado la renovación del mandato del gobernador de la Reserva Federal Jay Powell, acusándolo de ser “un hombre peligroso”. El presidente de la organización Mejores Mercados (Better Markets) identifica cinco áreas en las que las regulaciones se han debilitado:
a) Menores requisitos mínimos de capital, diluyendo las pruebas de 'stress' '(stress tests') y reduciendo los requisitos de capital para bancos grandes no sistémicos (con activos de entre US$ 250 y 700 billones).
b) Suspender la facultad de la supervisión prudencial de ordenar la suspensión del reparto de dividendos y la recompra de acciones por parte de los bancos.
c) Permitir que los bancos puedan efectuar inversiones bursátiles por cuenta propia, de facto, debilitando la llamada regla de Volcker.
d) Diferir la presentación al regulador de los ‘testamentos en vida’ ('living wills'), que determinan cómo deben liquidarse en forma ordenada bancos fallidos, cada 4 o hasta 6 años.
e) Reducir los requisitos de liquidez que deben cumplir los bancos (D. Kelleher, ‘It is justified to say Powell is the Fed’s ‘dangerous man’’, FT, octubre 27, 2021).
Según los críticos, todo apunta a un debilitamiento de la solidez de los bancos, respondiendo a la desregulación imprudente de la istración Trump, en un momento cuando la calidad de los activos bancarios puede deteriorarse, al reducirse los apoyos extraordinarios del Estado y al término de los periodos de gracia para clasificar préstamos dudosos dado por los reguladores. Obviamente, no es así como ve la situación la Fed, señalando que el sistema bancario se ha fortalecido en los últimos 10 años, “con más capital y liquidez, mejor manejo de riesgos y sistemas más robustos para absorber 'shocks' sin precedentes”, con más de US$ 100 billones de reservas adicionales para cubrir préstamos fallidos (R. Quarles, ‘Supervision and Regulation’, Testimonio ante la Cámara de Representantes de los EE. UU., mayo 19, 202). Solo “hasta que la marea baje, veremos quienes estaban nadando sin vestido de baño”.
La segunda posible ruta para una futura crisis financiera proviene de la euforia en los mercados financieros privados, donde se transan activos no listados en bolsa o activos ilíquidos, incluyendo capitales de alto riesgo ('venture capital', 'private equity', finca raíz y préstamos directos) que colectivamente alcanzan valores de US$ 8 trillones. El rápido crecimiento de estos capitales privados y la falta de regulación de este segmento opaco del sistema financiero no solo pueden generar un problema en términos de fraudes y mala asignación de recursos, sino también pueden crear riesgos sistémicos, porque “lo que pasa en el mercado de capitales no se queda en el mercado de capitales” (R. Wigglesworth, ‘The private capital party is hard to miss and dangerous’, FT, october 26, 2021).
Otra potencial fuente de riesgos sistémicos surge del auge de las monedas cripto, que llegan a sumar US$ 2,5 trillones, según el FMI, y sus múltiples usos, como inversiones especulativas, depósito de valores, moneda y medio de pago. Estas características y riesgos inherentes en otro mercado sin regulación y supervisión no se debe confundir con la tecnología que está detrás, conocida como finanzas descentralizadas (Defi) y 'blockchain', que ofrecen innovaciones potencialmente significativas, sobre todo en el área de sistemas de pago (ver, IMF, capítulo 2 ‘The Crypto Ecosystem and Financial Stability Challenges’,GFSR, octubre de 2021). Si bien este segmento del mercado aún no representa “riesgos materiales a la estabilidad financiera”, su rápido crecimiento, los numerosos episodios de pérdida de confianza en estos activos, la exposición de los bancos a ellos, pero, sobre todo, la total falta de regulación y supervisión, terminarán exponiendo el sistema a mayor volatilidad y, eventualmente, a riesgos sistémicos.
A los economistas nos acusan de alarmistas o de ser incapaces de prever y prevenir una futura crisis financiera. Pero la verdad es que es muy difícil prever el comportamiento humano, que oscila entre un afán especulativo y una ambición desmedida y el miedo a realizar pérdidas ('greed versus fear'). Lo que debemos hacer es alertar sobre los posibles excesos y cómo las cosas pueden terminar mal. Pero además debemos alertar sobre los siempre presentes riesgos de una captura de los reguladores y los legisladores por parte de los 'lobbies' y los grandes accionistas que solo buscan su beneficio personal, así sea a costa del bien común.
FERNANDO MONTES NEGRET
Economista financiero
(https://FMNEconomia.com)