El sirirí es un ave pequeña, caracterizada por el tesón con el que defiende a sus polluelos, aun si tiene que enfrentarse a especies más grandes y poderosas.
Doña Fabiola Lalinde decía que su verdadera personalidad era esa: la de un sirirí. Tristemente, lo descubrió cuando le arrebataron a uno de sus hijos e inició la más irable lucha para saber qué había sido de él.
En 1984, Luis Fernando Lalinde Lalinde fue víctima de uno de los crímenes más atroces que puedan existir: la desaparición forzada. Tan cruel que casi siempre una madre prefiere la certeza de un hijo muerto que la incertidumbre de un hijo desaparecido, y esa duda dolorosa que asoma cada día con preguntas que atacan como dardos.
Desde ese momento doña Fabiola asumió la búsqueda de su hijo y de la verdad con una persistencia que ha sido inspiradora para los familiares de tantos colombianos que han corrido con la misma triste suerte. Visitó instalaciones militares, recorrió toda suerte de despachos públicos, pidió favores, instauró denuncias, exigió respeto por sus derechos... y fue insultada, maltratada, retenida e injustamente acusada.
Fue tal el empeño que puso en su causa que ella misma la bautizó “Operación Sirirí”. Una operación de tres décadas que si bien no pudo devolverle a su hijo con vida, al menos logró que la Corte Interamericana de Derechos Humanos se pronunciara por primera vez sobre un caso de desaparición forzada y condenara al Estado por la ejecución extrajudicial de Luis Fernando a manos del Ejército.
Y consiguió más: que identificaran y le entregaran los restos de su hijo –sesenta y nueve huesos en una caja de cartón–, que le pidieran perdón, que ordenaran levantar un monumento en su honor, que ella prefirió reemplazar por unas aulas escolares para la vereda El Verdún, del municipio de Jardín.
También consiguió que en 2013 el Consejo de Estado emitiera una sentencia definitiva que concluía que su hijo fue “retenido, torturado, denigrado en su integridad física, psíquica y emocional de manera por entero arbitraria, desproporcionada, abusiva e incompatible con el respeto por la dignidad humana; se le dio muerte y fue enterrado en lugar desconocido...”.
Doña Fabiola Lalinde falleció la semana pasada. Los archivos de su lucha irable fueron declarados “patrimonio documental” por la Unesco. Su ejemplo permanecerá por siempre.
FERNANDO QUIROZ